Muchas veces creemos que alimentarnos bien es sólo elegir mejor lo que ponemos en el plato. Pero, ¿qué pasa con todo lo que nos nutre más allá de la comida?
Hay algo que aprendí y que me gusta compartir: no todo lo que nos sostiene viene de la cocina. Existen dos tipos de alimentos: los primarios y los secundarios.
Los llamados alimentos primarios son esas experiencias, vínculos y actividades que nos llenan el alma, nos hacen sentir vivos y en paz. Cuando estamos bien con eso, comemos distinto. Con más amor, con más presencia.
Dentro de estos alimentos primarios, hay cuatro pilares que para mí son claves:
Tener una profesión que nos inspire.
¿Estás haciendo algo que te conecta con tu pasión? ¿Te sentís pleno con tu trabajo o hay algo que quisieras cambiar?Nuestra energía se renueva cuando lo que hacemos tiene sentido.
Cultivar relaciones honestas y amorosas.
No hablo solo de las relaciones con los demás, también de la relación con uno mismo. ¿Cómo te hablás? ¿Te escuchás? ¿Sos amable contigo?
Mover el cuerpo de manera consciente y constante.
No importa si es caminar, hacer yoga, bailar o practicar un deporte… Lo importante es moverte de una forma que disfrutes, que te conecte con tu energía vital.
Tener una práctica espiritual. Puede ser rezar, mirar las estrellas, respirar profundo, meditar, escribir, agradecer. Lo que te devuelva al centro, al presente, a tu esencia.
Cuando estos aspectos están nutridos, la comida pasa a un segundo plano. Ya no comemos por ansiedad, por llenar un vacío o por evadirnos. Nos alimentamos con más conciencia y menos compulsión.
Y al revés también: cuando estos pilares están descuidados, muchas veces buscamos compensarlos comiendo, buscando refugio en los llamados alimentos secundarios. Y ahí aparecen los excesos, los alimentos ultraprocesados, el picoteo sin hambre real.
“Todos alguna vez fuimos naturalmente sabios en ésto.”
Pensemos en la infancia. ¿Te acordás cuando estabas jugando con tus amigos y no querías parar ni para comer? Tu mamá te llamaba y vos respondías: “¡No tengo hambre!” Porque estabas nutrido de juego, de conexión, de alegría. Eso es alimento primario.
O cuando nos enamoramos… pareciera que podríamos vivir solo de abrazos, de miradas, de esa sensación de estar llenos de amor. Comemos menos porque estamos alimentándonos desde otro lugar.
También puede pasarte cuando hacés algo que amás: un proyecto que te apasiona, una actividad que te absorbe. Se te pasa el tiempo, y recién horas después te das cuenta de que no comiste.
Pero claro, también están esos otros momentos… donde hay tristeza, soledad, angustia. Y ahí, por más que comamos, nada parece alcanzar. Porque lo que falta no es comida, sino amor, sostén y conexión con nosotros mismos.
Por eso te invito a frenar, respirar y reconocer, ¿De qué te nutres día a día?
Mariela Cavagnaro / Instagram: @mariela_cavagnaro
Nutricionista Mat.325, Coach Psicológico Integral, Lic. En Alimentación Consciente y Ayurveda
Comentarios