Paloma, en tus obras hay una técnica precisa, pero también una carga emocional muy fuerte, ¿cuándo sentiste que el arte era tu forma de expresar lo que no encontrabas en palabras?
Desde que tengo memoria las emociones me desbordan. La risa, el llanto, la ira. Todo en exceso, con teatralidad, con dramatismo. Me recuerdo a los cuatro años viendo novelas con mi abuela o escuchando boleros con mi mamá.
En la adolescencia empecé a escribir. Fue un profesor de literatura el que me dijo que el arte sirve para transformar el dolor en belleza. Esa premisa despertó en mí la necesidad de crear a partir de mis propias vivencias.

La piel, los cuerpos, los gestos, ¿qué te atrae de esas zonas tan íntimas y naturales?
Encuentro en lo íntimo un refugio. Me gusta detenerme en lo sutil y exagerarlo, ir hasta el fondo. Me interesa aquello que tiene potencia, fuerza. Para mí, la destrucción y la creación son la misma cosa.
La piel busca proximidad, cercanía, es una superficie de contacto con lo que está por fuera. Está expuesta, nos contiene y nos protege. Es sensible. Eso me conmueve, que lo frágil pueda a su vez ser duro, resistente. Me identifica.
Sos una artista joven, pero con un lenguaje visual muy definido, ¿cómo vivís el hecho de estar construyendo tu camino en un mundo que suele esperar certezas desde el principio?
La inmediatez en la que vivimos ahoga la duda y castiga el proceso, propone y exige tiempos que resultan bastante incompatibles con el hacer creativo.
Mi obra actual es el resultado de casi 5 años de introspección y cuestionamiento, de construcción de mi identidad. Transité ese proceso con mucha exigencia, con verdadera angustia. Hasta que entendí que lo peor que puede hacer uno como artista es crear desde la expectativa.
Aprendí a convivir con la insatisfacción, entendiendo que detrás de ella se esconde el deseo, que es el motor de todo.
Además de pintar, estás curando un espacio de arte y acompañando a otros artistas, ¿qué te impulsa a generar comunidad dentro de tu práctica?
Hay algo muy hermoso en el arte que tiene que ver con la sensibilidad y el intercambio. Los artistas pasamos mucho tiempo en la soledad del taller, por eso exponer nos entusiasma tanto.
Pienso que el arte existe cuando es visto, compartido, celebrado. Descubrí que me apasiona crear espacios donde ese intercambio sucede. En ese sentido, la curaduría se da en mí como otra forma de creatividad. Me permite conectar con otros talentos, aprender a mirar, a comunicar. Deseo que mi trabajo sirva para potenciar el trabajo de otros.
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por CONTENTNOTICIAS















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