Son ellas, las mujeres del colectivo ruso que hace música punk y femenista. Las Pussy Riot llegaron a la Argentina en su primer visita para abrir el GrlPwr y desataron la locura. La voz cantante (y descubierta, porque casi todas se tapan los rostros con pasamontañas, en homenaje al comandante Marcos de México y también como medida de protección) fue la de Nadya Tolokonnikova. Ella, junto con Masha Alyokhina y Katya Samutsevich estuvieron presas dos años por cantar A punk prayer, con críticas directas al presidente ruso Vladimir Putin, en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú y sin aviso previo.
En las letras feministas de las Pussy Riot (“¿Tu vagina tiene marca? ¡Que tu vagina empiece una banda!”, dicen en Straight Outta Vagina) hay una activa militancia anarquista. Sobre el escenario, son magnéticas, bailan un poco en modo punk y un poco en modo hip hop y algo en electrónico, se visten muy por fuera del márketing comercial que vende piernas y pechos y colas.
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Sus videos hablan de hambre, guerras, calentamiento global, represión policial, corrupción, separación entre Iglesia y Estado, defensa de las identidades de género no binarias y defensa de los derechos de las minorías oprimidas en el mundo. En la Argentina, además, fueron abiertamente por el aborto legal, seguro y gratuito.
“Hace diez años era muy poco frecuente encontrar feministas en Rusia. Ahora nos dicen que somos feministas porque está de moda. Nosotras respondemos: no. Creemos que cualquiera debe ser feminista: mujeres, varones, aliens”, dijo María en el show en Niceto. Y el boliche se vino abajo por el estruendo y los gritos al estilo piel roja que ya son un clásico entre el mujerío argentino.
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