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SOCIEDAD | 21-07-2019 12:12

Daniel Carunchio: cómo es maquillar la muerte

Es el tanatólogo que acondicionó cadáveres de ex presidentes como De la Rúa. Su historia con las manos de Perón. El pedido por Néstor.

A las dos de la madrugada del martes 9, Daniel Carunchio era el único que sabía, fuera de la familia, que Fernando De la Rúa iba a morir en pocas horas. Como con otros ex presidentes, lo habían llamado desde una empresa funeraria para que estuviera listo para “prepararlo” para el ataúd. Tanatopractor y ex subdirector de la morgue de la Facultad de Medicina de la UBA, Carunchio se dedica a conservar cuerpos y acondicionarlos para su despedida.

Primero desinfecta los cuerpos con químicos que inyecta en sus arterias. Después los encera, los maquilla, los peina y los viste para el último evento social de todos los mortales: el funeral. En su currículum destaca haber sido elegido para dejar listas para la eternidad a más de 50 personalidades, entre otras, ex presidentes.

El debut. Una escolta militar atestó la zona de la funeraria donde Carunchio trabajaba en 1995. Traían el cuerpo de Arturo Frondizi con camiones del ejército y decenas de militares. Le dieron una sola orden: de acá no entra ni sale nadie. Los nervios de tener que preparar, por primera vez, a un ex presidente se acrecentaron por la presión de tener a las fuerzas armadas vigilando su trabajo.

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“Fue el más duro. Yo decía: qué pasa, está muerto, no lo voy a matar”, recuerda. Le sirvió de entrenamiento: después siguieron otros ex mandatarios y la mayoría llegó con custodia, aunque sin tanta parafernalia. Esa es la única gran diferencia entre preparar “a una Doña Rosa” —como él llama a los cadáveres sin jerarquías— y a un funcionario. La técnica es el misma y las variaciones se dan por el tipo de cuerpo y no por la relevancia de quién fue en vida. “El procedimiento es similar en casi todos. Cambian muy poquitas cosas: según la cantidad de grasa y líquido que tiene en el cuerpo se decide la cantidad de producto que vamos a utilizar. Pero sí, preparar un cuerpo de esa envergadura te da un poquito más de tensión, estás más atento”, explica Carunchio.

Por lo demás, el método se basa en una enumeración de instrucciones que hay que seguir al pie de la letra. Después de ver la causa de la muerte con una autopsia clínica, se hace una desinfección previa, un lavado y la liberación de la rigidez cadavérica o rigor mortis y se le inyectan líquidos. El objetivo de esta primera serie de pasos es evitar infecciones y conservar el cuerpo. “Lo siguiente, y en lo que más trabajamos, es la parte estética, que es lo que va a ayudar en la elaboración del duelo”, explica Carunchio.

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Detalles. Dos secadores de pelo. Peines y cepillos. Un sinfín de afeitadoras. Tres cajas colmadas de maquillajes. En el laboratorio, las herramientas artísticas se mezclan los instrumentos quirúrgicos y los productos químicos. “Yo tengo que lograr recuperar facciones para que vos digas: 'Ay, que lindo, está durmiendo, se fue en paz. No sufrió nada'. Ese es mi laburo: que el cuerpo esté conservado y que la familia diga eso”, señala Carunchio. Cuando le tocan presidentes fallecidos la exigencia es mayor porque la mirada social se amplía en ceremonias multitudinarias. “A mi con ellos me gustaría hacer mucho más todavía. Soy muy meticuloso en las uñas, en cómo quedó el pelo. Lo ideal sería que nosotros instalemos el cuerpo en el Congreso. Que quede derechito, prolijo, como tiene que ser. Bien cerrado, con sus facciones naturales. Como si estuviera descansando. Pero yo no puedo invadir el trabajo de la cochería”, agrega.

Sólo dos veces pudo involucrarse hasta en el último detalle: cuando exhumaron a Juan Domingo Perón y cuando murió el hijo del entonces presidente Carlos Menem Jr. En ambos casos llegaron a él por sus vínculos con el peronismo o con la familia, respectivamente. A Perón le hizo arreglos caseros, sobre la hora y adentro del cajón, antes de trasladarlo a San Vicente. “Un poco de cera para darle forma a lo que faltaba y un par de laburitos más en la cara para que lo puedan ver”, asegura. Después viajó a la intemperie y cubriendo el ataúd en la cureña original que había llevado los restos del General en 1974. Además, moldeó sus manos con tierra de todo el país para reemplazar las que habían sido robadas en 1987, pero no pudo colocárselas porque se lo impidió una decisión judicial. Se las regaló a Alfredo Péculo, su tío, quien lo inició en el negocio funerario y fue dirigente en el PJ, razón por la que tejió redes con el peronismo.

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A Carlitos Junior lo acondicionó en la Quinta Presidencial, presenció todo el velatorio, lo llevó al cementerio y dos meses después se encargó de exhumarlo. Carunchio también se ocupó de algunos detalles vinculados a Raúl Alfonsín. El ex presidente radical llegó a sus servicios solo para un retoque pero implicó un desafío: había que maquillarlo y solucionar algunos desajustes en el velatorio. Luego estuvo a punto de ser el único hombre en conocer los secretos dentro del cajón de Néstor Kirchner que tantos mitos despertó.

—Vas a preparar a Néstor —le dijeron por teléfono desde la cochería—. Pero Cristina no quiere que te lo llevemos, quiere que vengas vos.

—Bueno, no hay problema. Mandame diez ambulancias para cargar todo lo que tengo que llevar —respondió Carunchio.

Después de desarmar todo su laboratorio, que estaba en un segundo piso, y de cerrar la puerta del último vehículo, sonó el teléfono: “Che, escuchame, cambio de planes. La hija no viaja de Estados Unidos así que no lo van a preparar”, dijeron desde la empresa funeraria. Finalmente Florencia viajó, pero Carunchio no hizo su trabajo porque a Néstor lo velaron a cajón cerrado.

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Elite. Pionero en esta profesión en Argentina, personalidades de distintos ámbitos llegan a él por recomendación de las empresas funerarias que contratan las familias, o porque sus conocidos se comunican directamente. Además de los mandatarios, en su carrera lleva como orgullo haber preparado a figuras como Amalia Fortabat, Gerardo Sofovich, Luis Alberto Spinetta, Jorge Ibañez, María Elena Walsh, la jueza Argibay Molina y Antonio Cafiero, entre otros. A pesar de la fama que implican estos personajes, Carunchio no hace diferencia en el precio que cobra a la familia porque, explica, “el procedimiento es el mismo para todos”.

El valor es de $6.000 y los cuerpos quedan conservados, en promedio, tres meses. Con los presidentes hace una excepción y los prepara para que queden preservados entre 6 meses y 1 año. “Es una gran responsabilidad. Te tiene que quedar muy bien y tenes que estar preparado por si te llaman por cualquier cosa. Fue el presidente de los argentinos, te guste o no la gestión. Tiene que verse bien, señorial, con traje. La banda tiene que ir puesta como corresponde: en el cuerpo”, detalla Carunchio.

Con más de 30.000 cuerpos preparados, se convirtió en uno de los tanatólogos más reconocidos. Da clases para que se expanda la profesión del maquillador fúnebre. “Es un laburo muy interesante para mi. Pero el que trabaja con la muerte es como el que trabaja en una fábrica: terminó su laburo, se quiere ir y se olvida de todo. No me puedo involucrar en cada muerte porque si no me tengo que pegar un tiro”, señala. Naturaliza los cadáveres porque son parte de su hábitat. Carunchio pasa las horas entre un escritorio de su funeraria, al lado de un ventanal que da al Cementerio de Boulogne, y el laboratorio donde trabaja con los cuerpos que recibe todos los días.

Día histórico. Durante un año, Carunchio se reunió con dirigentes y caudillos del Partido Justicialista con el objetivo de gestionar la exhibición de Juan Domingo Perón en un mausoleo junto a Evita. Recopiló información de su cuerpo y diseñó una bóveda que permitiera que estuvieran ambas figuras juntas. Por complicaciones judiciales, el proyecto quedó trunco.

"Hubiera sido un centro de atracción mundial y para mí, singificaría la medalla máxima", se lamenta. Sin embargo, estuvo a cargo del traslado de los restos del ex presidente desde Chacarita hasta San Vicente.

Se ocupó de hacer el cambio de ataúd, maquillarlo y perfeccionar algunos detalles de su cara y de proteger sus restos en el viaje. Después de pasar por la CGT, siguieron camino por la autopista, donde fue parado al pie del cajón. “Terminé con todo el tórax moretoneado. La gente se nos tiraba encima para tratar de tocarlo. Se querían afanar la gorra, el sable: los tuve que sacar”, recuerda.

Herencia. El tío de Daniel Carunchio, Ricardo Péculo, es un reconocido empresario del sector fúnebre. Con el flamante título de "Especialista en Ceremonial Exequial y Pompas Funebres", dedicó su vida al negocio funerario de la mano de su hermano Alfredo, ya fallecido. Iniciaron a Carunchio en los trabajos de cochería y también participaron en el traslado de Juan Domingo Perón.

Conocido como el mejor organizador de funerales del país, Ricardo brinda cursos y capacitaciones en el Instituto Argentino de Tanatología Exequial, de donde es fundador. Además, fue asesor de cementerios en distintos municipios y fue reconocido como Miembro Honorario y Consejero Internacional de la Asociación Interamericana de Ceremonial.

Como su sobrino, da cursos e instruye a futuras generaciones para que siga creciendo la profesión en Argentina.

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