Fueron casi tres años de un pacto de silencio que hoy, jueves 12 de enero, parecería haber llegado a su fin. En pleno juicio oral, Luciano Pertossi decidió hablar. “Ese no soy yo”, dijo luego de que los peritos lo identificaran como uno de los que aparece golpeando a Fernando Báez Sosa. Para la defensa de la víctima, no hay dudas de que el del video es el acusado.
Para algunos la reacción de Pertossi fue espontánea, para otros calculada. La realidad es que este es un primer paso en el que pueden empezar a darse intervenciones de los acusados en la que algunos intenten aminorar las acusaciones.
El video que llevó a Luciano Pertossi a romper el silencio:
La estrategia de despegue
“Yo no soy el de ese lado, quiero aclarar que no soy el que indicaron ellos”, dijo Pertossi cuando su abogado, Hugo Tomei le dijo si quería hablar. Sucede que los peritos de análisis forenses de identificación facial que trabajaron sobre los videos del caso, ante las preguntas de la defensa, identificaron a Luciano Pertossi en el lugar, agrediendo a Fernando Báez Sosa. En ese momento, el joven que gesticulaba una negativa con su cabeza pidió hablar y negó ser él el del video.
Inmediatamente el fiscal de la causa le preguntó que si no era él a dónde estaba y el acusado se negó a responder las preguntas. Esta negativa es parte del derecho de los acusados. Pero, ¿Por qué negar si para la defensa y los peritos no habría dudas de que se trata de él? Vale explicar que en los juicios no son los acusados los que deben probar que no estuvieron, sino que es la Justicia y la querella los que deben demostrar que el acusado es culpable. Y la negativa de Pertossi podría estar apuntada a dificultar la prueba de la defensa, ya que los videos pueden no ser del todo claros.
A pesar de esto, la defensa no tiene dudas, ya que sostienen que el video es apenas una prueba que se suma a la aparición de ADN de Fernando en el pantalón de Luciano e incluso se lo ve con la misma vestimenta en otros videos de la causa.
¿Qué chances hay de que el del video sea el posible sospechoso Nº11?
A los pocos días de ocurrido el crimen y luego de arrestados todos los integrantes del grupo de rugbiers que había agredido ferozmente a Fernando hasta matarlo a golpes comenzó a surgir la teoría de un sospechoso Nº11, un agresor que era ubicado en la escena del crimen y que la Justicia comenzó a buscar. Así fue que en la causa se sumó el nombre de Tomás Colazo.
Según explicó en su momento la titular de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 6, Verónica Zamboni, Colazo cuya identidad "fue establecida posteriormente" por la Policía Federal Argentina (PFA), "solo observó todo lo sucedido". Esto se dedujo luego de revisar todas las imágenes tomadas con los celulares del momento del crimen.
Colazo, oriundo de Zarate y conocido de los agresores, estaba vacacionando con su familia y estuvo en el momento de las agresiones e, incluso, los registros fílmicos captados entre las 5.10 y las 6 en un local de Mc Donald´s , al que concurrieron cuatro de los rugbiers tras el crimen, indicaron que también en ese local de comidas rápidas también se encontraba Colazo. Pero no fue imputado, ya que para la Justicia solo resultó que "sólo era conocidos de los agresores" y quedó desestimado su rol de atacante.
Quizá, en el plan de desligarse, Luciano Pertossi (o su abogado, Tomei) vieron la posibilidad de volver a traer a Colazo al juego planteando la dude sobre la persona reconocida por los peritos, ya que supuestamente la imagen no sería del todo claro lo que podría quitarle certeza como prueba. Pero esto está descartado por Fabián Améndola y Fernando Burlando, letrados de la familia de Fernando, quienes no tienen dudas de que la persona que aparece en el video es Pertossi.
Lo destacable de hoy es que ese pacto de silencio que sostuvo a los rugbiers hasta el día de hoy se rompió. Habrá que ver si es parte de la estrategia de defensa del abogado de los acusados, Tomei, o el primer indicio de que, al verse complicados y empezar a tomar conciencia de que mantenerse callados los puede llevar a todos a cargar con una durísima condena, entonces, la complicidad del grupo comienza a romperse.
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