Saturday 15 de March, 2025

SOCIEDAD | 11-02-2025 04:50

El doloroso testimonio de la hija de Gisèle Pelicot

Acaba de publicarse "Y dejé de llamarte papá", la versión de Caroline Darien -hija de Gisèle y Dominique- del caso de violencia de género que conmocionó al mundo.

Publicado en Francia en 2022, acaba de llegar al país “Y dejé de llamarte papá”, el testimonio personal de Caroline Darien, hija de Gisèle y Dominique Pelicot, protagonistas de la historia de abuso y horror que el año pasado conmovió al mundo.

Escrita como un diario, la narración comienza el 2 de noviembre de 2020, cuando la policía reveló a la familia los descubrimientos que realizara en el celular y la computadora de Pelicot, detenido por una denuncia de abuso en un supermercado. Allí había intentado filmar por debajo de las polleras de tres mujeres. Pero lo que las autoridades encontraron en sus archivos, fue mucho más impactante y terrible: imágenes de su esposa dormida (luego se sabría que había sido drogada), violada por su marido y por muchos otros sujetos en acuerdo con éste. La investigación final arrojó cifras escalofriantes: alrededor de 70 hombres abusaron Giséle, paralizada gracias a un cóctel de somníferos y ansioliticos. Una tortura que se prolongó por alrededor de 10 años y que le trajo consecuencias varias, desde patologías ginecológicas hasta olvidos, mareos, confusión constante y debilidad física, síntomas para los que ni los médicos ni la paciente encontraban una causa razonable.

Gisele Pelicot

La historia que cuenta Darien (que se cambió el apellido paterno por una palabra que combina los nombres de sus hermanos) es el derrotero del impacto en la familia, del esfuerzo por proteger a la madre y procesar una revelación devastadora. La sospecha de haber sido también drogada y violada por su padre, es parte de la duda que más desestabiliza a Caroline. El texto termina justo cuando finaliza la etapa judicial de instrucción, a la espera del proceso que se celebró en 2024 y en el cual el principal acusado fue condenado a 20 años de prisión.

Giséle Pelicot

A lo largo del juicio, Gisèle se transformó en un símbolo de dignidad y resistencia. Caroline, mientras tanto, se comprometió en una lucha de concientización sobre la violencia contra las mujeres. En especial, en cuanto al peligro de la llamada “sumisión química”, mucho más habitual de lo que se conoce, por la cual se utilizan drogas que anulan la voluntad de las víctimas para abusar de ellas.

Aquí reproducimos algunos fragmentos del libro, que revelan detalles del drama que supuso para la familia la conducta del padre. Una prueba de que el impacto del abuso lastima a todo el entorno de las víctimas.

Giséle Pelicot

Tres escenas

Jueves, 17 de diciembre de 2020. La relación con mi madre está más distendida. No consigue imaginar que yo también pude haber sido víctima de mi padre. Es algo inaceptable para ella, y la comprendo. Pero también me enfada que sea incapaz de tener en consideración mis dudas, de aceptar mi rabia y mi dolor. Mi madre no deja de decirme que no me someta a tanta tensión nerviosa y psicológica. Oficialmente, no hay pruebas de sumisión química en mí. Ni rastro de tocamientos ni de violación. Y, sin embargo, eso no me tranquiliza. También sé que está profundamente herida y que hace todo lo posible por mantenerse en pie. Ha activado el 'modo supervivencia'. Se ha ido acomodando, para protegerse, a una especie de entumecimiento, mientras yo lucho contra mis propios demonios con todas mis fuerzas. Entre dos reuniones de trabajo a domicilio, mantengo la mente ocupada poniendo un poco de orden en casa. Ordeno, clasifico, limpio e intento hacer desaparecer la oscura pregunta que acecha en el fondo de mi mente. ¿Me tocó mi padre? [...]

Abro el armario de la ropa de cama. Mis ojos se posan en los dibujos de una sábana. Los reconozco. Un juego comprado justo antes de que naciera Tom. Me quedo paralizada y caigo de rodillas en el parquet. Así que una de las dos fotos que me enseñó la policía de Carpentras en noviembre fue tomada en mi casa. Reconozco las sábanas. Mi padre me fotografió en casa, en mi dormitorio, y eso fue en 2013. Se acabaron las dudas. Su segunda presa era yo”.

Caroline Darien

 

“Viernes, 1 de enero de 2021. En este primer día del año 2021 pienso en mi padre. Por primera vez siento compasión por él. Lo imagino en su celda. ¿Tiene frío? ¿Hambre? ¿Quiénes son sus compañeros de celda? ¿Cómo lleva el no poder andar en bicicleta, con lo que le gustaba? El próximo paso para mí será obviar estas preguntas con indiferencia. Dejar de sentirme concernida por mi padre.

Echo de menos a mi madre, no sé nada de ella desde Navidad. Decido llamarla. A la tercera frase que pronuncia, no puedo contenerme. Mi madre no tarda en echarse a llorar también. No hay palabras para lo que estamos pasando. Lo único que consigo articular es que quiero estar a su lado. Tras más de dos horas de charla, prometemos permanecer siempre unidas, ella y yo. Sin juzgarnos”.

 

“Martes, 2 de marzo de 2021. Céline y Barbara, esposas de David y Florian (N.de la R.: sus hermanos), respectivamente, han sido citadas en una comisaría de la región parisina, continuación lógica de mi audiencia con la jueza de instrucción en diciembre. Cada una de ellas pasará una entrevista de más de dos horas. Una vez más, el horror invade nuestras vidas.

Durante los últimos diez años, mis dos cuñadas fueron fotografiadas desnudas, sin que ellas lo supieran, en algunas de nuestras reuniones familiares. En su casa, o en la de mis padres, mi padre había instalado cámaras en modo ráfaga en el cuarto de baño y en los dormitorios.

Hizo también fotomontajes con Céline, con pies de foto indecentes. Empezó cuando ella estaba embarazada, en 2011. En cuanto a Barbara, ella descubre fotos íntimas tomadas durante el último verano en casa de mis padres. En algunas se ve a mi padre masturbándose con su ropa interior.

Mi padre colgó estas fotos en internet. A los desequilibrados sexuales les habrán encantado. Dicho episodio marcó un punto de inflexión en el procedimiento judicial. Céline y Barbara se constituyen como parte civil y piden a Caty (N. de la R.: su abogada) que las defienda.

Mi padre no perdonó a ninguna mujer de nuestra familia.

En los días siguientes, dieciocho hombres sospechosos de violar a mi madre fueron encarcelados. Por razones de seguridad, mi padre fue trasladado a otra prisión del sur de Francia. Los delincuentes sexuales son objeto de ajustes de cuentas. Representan lo más bajo de la casta carcelaria. ¿Cómo afrontará mi padre ese traslado penitenciario? ¿Será capaz de adaptarse? Por supuesto que sí. Ha representado la farsa de la familia durante más de cuatro décadas”.

 

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Adriana Lorusso

Adriana Lorusso

Editora de Cultura y columnista de Radio Perfil.

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