A una señora se le pasó muy rápido el capítulo. Fue el lunes 25 en el Teatro Colón, y apenas terminó le contó a su amiga, sentada en la butaca de al lado: “¡Quiero saber cómo sigue!”.
Ezequiel Martínez estaba sentado atrás de esa dupla. Y se rio ante la ocurrencia, de la misma manera que lo hacía su padre cada vez que alguien confundía la ficción con la realidad. Es que lo que hizo Tomás Eloy en “Santa Evita”, el libro que ahora llegó en formato de una serie protagonizada por Natalia Oreiro, fue justamente eso: adaptar la realidad a gusto para armar una de las novelas más célebres de este país, una historia tan bien armada que es difícil distinguir lo real de lo inventado por el periodista.
- Él se divertía. Decía “pero esto es una invención, como lo van a poner como si fuera de verdad”. Algunas cosas las aclaró –como lo de las copias del cuerpo- pero otras no. A mí tampoco me dan ganas de revelar algunas cosas que sé que no son verdad y se cree que sí. Un poco le sacas el encanto al chiste sino, ¿no?-, dice Martínez, desde su oficina a cuadras del Congreso.
Familia. Cuando comenzaron los 90 Ezequiel Martínez estaba empezando su carrera como periodista en el diario Clarín, donde se pasó luego más de dos décadas. En ese entonces su padre, que para aquel momento ya había escrito “La novela de Perón” y el libro que siempre tuvo como su favorito personal, “Lugar común la muerte”, vivía en Estados Unidos y estaba trabajando en lo que luego sería “Santa Evita”. Para eso contó un cómplice que conocía bien: su hijo era quien le iba realizando la investigación periodística en suelo argentino.
Ezequiel Martínez: Teníamos ya esa afinidad vocacional digamos, y por otro lado yo tenía acceso a los archivos y a gente, y lo ayudada a gestionar entrevistas o desgravar, buscarle algún libro en su biblioteca. Era imparable él: me pedía que le consiguiera algo a la mañana y a la noche ya me estaba llamando a ver si lo tenía. Yo digo que para mí eran como clases de periodismo, porque me hacía investigar tal o cual cosa.
Esa fue una manera también de estar más con él. Él se fue a Estados Unidos, amenazado por la Triple A, cuando yo era muy chico, en 1975. Yo tenía 13 o 14 años cuando se fue, y lo iba a ver en las vacaciones a Caracas. Pero yo crecí en mi adolescencia sin él, mi relación con él se hizo mucho más fuerte ya de grandes. En un punto estuvo cursada por el laburo en la novela. Además a él le gustaban mucho los chismes de la redacción, entonces me los pedía (risas). “Santa Evita” nos acercó mucho. De hecho, en los agradecimientos me dedica un párrafo donde dice “gracias a mi hijo Ezequiel que me enseñó como nadie a investigar en archivos militares y periodísticos”. Obviamente yo no le enseñé nada, en todo caso aprendí de él muchísimas cosas, pero fue un gesto.
Noticias: ¿Por qué pensas que eligió a la figura de Evita para investigarla?
Martínez: Era un tema que lo obsesionaba mucho, sobre todo después de la novela de Perón. Fue de esos temas que en un momento te llegan y que ya no te sueltan más, si no haces una catarsis a través de la escritura no te sueltan más. Él era esclavo de esas cosas.
Noticias: ¿Por qué la idea de hacer la novela de lo que pasó con el cadáver y no una biografía?
Martínez: Él siempre pensó en la novela como lo que pasó con el cuerpo, nunca quiso ser una biografía. Se cuenta quien era esa mujer, lo que significó, pero no es una biografía. Investigó mucho, hizo muchas entrevistas, mucho archivo y documentos, pero él invirtió lo que se conoce como nuevo periodismo. Acá inventa, ficcionaliza documentos, investigaciones, entrevistas, a la vez que las mimetiza con la realidad. En un momento ya no sabes cuál es cual.
Noticias: ¿Vos ya sabías que él iba a usar ese recurso?
Martínez: Hay algunas cosas de las novela que yo ya sabía que no eran reales porque yo se las investigué. Quizás pensé que se iba a ajustar más a los hechos reales cuando la estaba haciendo, pero hay cosas de lo real que por ahí no están y están otras que no. Una que él contó en su momento fue que nunca hubo copias del cadáver, pero como material narrativo es fantástico.
Noticias: Y está la frase que se usó mucho, la que le dice Eva a Perón.
Martínez: La de “Coronel, gracias por existir”. Ahí te das cuenta. Él cuenta que fue a los archivos de una biblioteca pública donde había versiones filmícas de aquella noche en el Luna Park donde se conocieron Evita y Perón. En la novela dice, su personaje, que fue con una persona que leía los labios de Evita y que ahí ella decía esa frase. Esos archivos existen, los vio, pero imagínate lo que era la calidad de esos videos. Pero es tan verosímil la versión de que fue con una persona que leyó los labios que quedó como una frase que algunos pusieron como real.
Noticias: ¿Lo leíste antes de que salga?
Martínez: Leí la primera edición en 1995, en un departamento en San Telmo, a las noches antes de dormir. Ahora la volví a releer. Yo nunca leí un manuscrito de mi viejo, salvo la última, “Purgatorio”. Esa la corregimos juntos, hicimos un viaje a Boston, él se tenía que hacer un tratamiento, y ahí aprovechamos y corregimos juntos antes de entregar la versión final. La verdad es que yo no me animaba a hacerle correcciones, ¿cómo le voy a andar corrigiendo yo? Pero él me apuraba, me pedía que le de devoluciones, y las fuimos haciendo. Fue un gran aprendizaje.
Noticias: ¿Había una dualidad de es tu padre, y el emblema?
Martínez: Él era muy generoso. Yo cuando publicaba cualquier cosa él me llamaba y me decía “esto es lo mejor que leí” de tal tema. Yo me reía. Él tenía muchos gestos de ese estilo.
Noticias: ¿Te acostumbraste ya a publicar y que no llegue ese llamado?
Martínez: Y sí, que voy a hacer. Lo último que escribí con él vivo fue en noviembre 2009, cuando le dieron un premio a la trayectoria en la revista Ñ. Me pidieron que lo entregara yo y que hiciera el discurso. Él ya estaba muy enfermo y lo leyó al día después. Y lo emocionó, y también lo emocionaron los comentarios que le fueron llegando de otra gente. Esa fue la última devolución.
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