Wednesday 26 de March, 2025

SOCIEDAD | 24-03-2025 04:38

Los héroes de Bahía Blanca

El testimonio de quienes, en forma anónima, ayudaron a rescatar a vecinos inundados.

El pasado 7 de marzo, Bahía Blanca vivió una de las peores inundaciones de su historia. Calles convertidas en ríos, cientos de viviendas anegadas y miles de personas atrapadas. En medio del caos y la desesperación, surgieron héroes anónimos que, con valentía y determinación, arriesgaron sus vidas para salvar las de otros. Entre ellos, Nicolás Álvarez, Lucas Bruna y la enfermera Luciana Marrero, tomaron protagonismo por sus actos instintivos sin medir los riegos. En una jornada trágica para la ciudad, ellos quedaron en la inmortalidad contemporánea.

El caballero de la noche asciende. Lucas Bruna tiene 36 años y es el dueño de una carpintería. Por esas casualidades de la vida, esa noche se había quedado a dormir en la casa de sus padres en pleno centro de Bahía Blanca, porque él vive en el campo a más de 100 kilómetros de distancia. En charla con NOTICIAS comenta: “Me desperté a las 7 por la lluvia y me di cuenta que algo iba a pasar. Bajé, la calle ya era un río y me di cuenta que era factible que haya gente que se estuviese ahogando. Con un gomón, canoa o kayak era imposible y me di cuenta que necesitábamos una moto de agua. Lo fui a buscar a Nicolás que lo conocía de “hola” y “chau” e ideamos un plan de salvataje en el momento en base a personas y edades”. Su frialdad a la hora de relatar se asemeja a la de un profesional, sin embargo fue pura sensibilidad lo que lo empujó a poner en riesgo su vida para evitar una tragedia mayor a la acontecida. “El procedimiento de rescate era, Nicolás me llevaba hasta la dirección que habíamos marcado, yo ingresaba a las casas por las ventanas porque la puerta era imposible abrirla por la presión del agua, rompíamos el vidrio y sacábamos a la persona. La subíamos a la moto, yo me quedaba, Nicolás los llevaba al punto seguro y volvía a buscarme para ir al próximo destino. Así habremos salvado a más de 40 personas”.

Uno de los momentos más difícil para cualquier rescatista improvisado es el momento de priorizar uno sobre otro. Sobe este punto, Lucas explica: “Las prioridades se basaban en edad y problemas de movilidad. Llegamos a una casa y había una mujer ciega de 91 años. La llevamos inmediatamente. Y comenzamos la búsqueda en el barrio Paseo de las Esculturas, el punto más bajo de Bahía Blanca donde llegó a haber dos metros de profundidad de agua. Salvamos a una familia entera, el agua ya había legado al nivel de la cuna del bebe de unos pocos meses de vida”.

Acquaman. La historia de Nicolás Álvarez bien podría ser para una película dramática de tintes policiales. A su padre Juan Carlos en el 2014 lo asesinaron de 77 puñaladas para robarle en su propia panadería y su caso se hizo mediático. 11 años después, a la ciudad que le arrebató parte troncal de su vida, le devolvió un gesto inédito para un ciudadano común, salvando más de 40 vidas en pleno caos. NOTICIAS habló en exclusivo con este intrépido y fanático de los deportes extremos. “Con Lucas habremos hecho unos 80 viajes, entre ida y vuelta. El rescate del chico de 16 años que la abuela se le soltó de la mano y se la llevó el agua me mató. Llegamos y estaba llorando desconsolado. Sus dos tías estaban paradas arriba de la mesa respirando entre el agua y el cielo raso. Parecía el Titanic. Fue desesperante esa imagen. Por suerte rescatamos a los tres”.

Cuando suceden estos fenómenos extraordinarios, una de las causas más comunes es que los propietarios mueran por no querer irse de sus casas. Nicolás lo sabía y actuó en consecuencia. “Mucha gente se negaba a dejar sus casas pero los sacábamos igual, era obligación no dejarlos morir ahí. Un señor mayor me pidió ir a buscar sus pequeños ahorros, lo esperé dos segundos y nos fuimos juntos. Son momentos de tensión pero hoy me los cruzo y no paran de agradecerme haberlos salvado. Esos gestos me llenan el alma”.

La odisea de Lucas y Nicolás terminó recién al otro día a las 6 de la mañana, porque luego del trabajo con la moto de agua, siguieron ayudando a rescatar gente con el ejército. Álvarez recuerda: “Estuvimos desde las 10 de la mañana hasta el día siguiente levantando gente con las manos. Vi gente gritando desesperada, nadando y flotando muerta. Fue una película de guerra y sentí ayudar hasta que mi cuerpo me pidiera por favor “basta”. Cuando llegué a casa, me puse a llorar y hasta el día de hoy me duele todo el cuerpo”.

Mujer Maravilla. Otra de las escenas de terror de esa fatídica mañana fue la inundación de la sala de neonatología del Hospital Penna. En ese momento había 15 bebés internados en incubadoras, 11 enfermeras y dos médicas de guardia, porque los turnos cambian a las 6 de la mañana y como era difícil salir del hospital por la lluvia, confluyeron los dos turnos juntos, los que se debían ir y los que llegaban. Y allí estaba Luciana Marrero, la enfermera de 41 años que se volvió heroína por salvarle la vida a la pequeña Emily de pocos meses de vida y tan solo 1,25 kilos de peso. En comunicación con NOTICIAS comenta: “Cuando vimos que el agua comenzó a ingresar pensamos ya en sacar a los bebés sin esperar a que no aumente. A los bebés menos complejizados los llevamos a pediatría del primer piso donde estaban a salvo y el agua no iba a llegar y agarramos a los más complejizados a upa junto con las vías, las bombas de infusión, los monitores y los tubitos de oxigenoterapia y nos quedamos en la planta alta esperando a que nos vengan a buscar. Como a las 5 de la tarde no venía nadie, nos fuimos varias enfermeras con cinco bebés comprometidos en el auto particular de mi jefe. Llegamos a un punto donde no podíamos avanzar por el agua, nos vino a buscar una ambulancia y se atascó. Fue desesperante. Emily empezó a perder temperatura corporal y la puse entre mi ambo y mi pecho porque se moría. Al rato legó el camión del ejército que nos llevó a la clínica de OSECAC y fue un alivio inmenso”.

Casada y madre de cuatro hijos, Marrero dividía su cabeza en dos pero sabiendo bien cuál era su prioridad ética, moral y laboral: “Tengo cuatro hijos y aunque mi cabeza estaba pensando en qué estaría pasando en mi casa, sabía que lo primero era salvarles la vida a los niños que estaban en nuestra sala”. Y aclara: “Los bebés prematuros no regulan su temperatura, al nacer antes de tiempo todo su sistema nervioso central está inmaduro entonces fuera de la incubadora se mueren”. Su relato es estremecedor pero muy claro. “Y cuando logramos estar en un lugar seco, quise contactarme con mis hijos y mi marido pero no me decían nada más que estaban bien. Mi casa se inundó y perdí mucho pero lo más importante es que todos estamos vivos. Mi familia y todos mis bebés”, concluye emocionada.

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