“Al que puso las reglas se le fue un poco la mano. Resulta que tenés que trabajar como un esclavo para tener apenas unos días de descanso al año. Yo eso no lo quiero”. Lori Carini tiene 42 años y en el 2018 decidió cambiar su vida: abandonó su emprendimiento de fábrica de calzados, compró una camioneta, la acondicionó para que fuera habitable y salió de viaje. El primer obstáculo apareció enseguida, a los 1.200 kilómetros, en Puerto Madryn, cuando la Mercedes Benz 180 se rompió y se separó del novio con el que había iniciado la travesía. No se deprimió y, de hecho, todo lo que vino después solo le sirvió para confirmar que había tomado la decisión correcta.
En Puerto Madryn conoció a una pareja con la que un tiempo después recorrió parte de Brasil y llegó hasta Cabo Frío y a María Emilia “Chuchi” Barreto, con quien se acaba de reencontrar en esta temporada en Valeria del Mar. “La vida del viajero es así. Capaz conocés a alguien por pocos días, pero generás un vínculo muy cercano. Te hacés familia. Por eso cuando Lori supo que yo estaba acá en la Costa me invitó a que me sumara a trabajar con ella en el verano”, cuenta Chuchi, de 28.
Se definen como “mujeres nómades” y están convencidas que hay otra vida posible por fuera de los mandatos tradicionales. Con una mirada crítica sobre el funcionamiento del sistema laboral, dicen que es posible generar sus propios ingresos en los márgenes del sistema o entrando y saliendo del mercado del trabajo. Este verano, por ejemplo, Lori es la encargada del parador “La Serena del Mar” y convocó a su amiga para ser camarera. Pero saben que su paso por ahí es temporal y el objetivo es exprimir al máximo estos días para poder continuar con lo que de verdad quieren hacer: seguir viajando.
Romper mandatos
Lori nació en Santo Domingo, un paraje a 80 kilómetros de Pinamar donde viven menos de 100 personas. Estudió Diseño de Indumentaria y le fue muy bien con una fábrica de zapatos confeccionados con cuero de mondongo. Sin embargo, había algo que no le cerraba en ese modo de vida. Por eso, cuando tomó coraje le propuso a su socio ponerle fin al emprendimiento. A cada uno le quedaron 2.000 dólares y con ese capital compró la camioneta en la que vive hoy. “No necesitás tanto dinero ni tampoco tenés que ser una hippie. Yo nunca fui mochilera ni siquiera. Es cuestión de ser creativo, de encontrar la mejor opción con los recursos que tenés”, agrega.
El caso de Chuchi fue distinto. “Yo tenía la fantasía, pero no el plan”, cuenta. Nació en Firmat, una ciudad del sur de la provincia de Santa Fe de 25.000 habitantes. Estudió Educación Física y aunque siempre había querido ser viajera no sabía por dónde empezar. Fue un novio el que la ayudó a dar el primer paso. “Mi compañero vino y me dijo ‘vamos, compramos una combi y salimos’. Ahí me animé y recorrimos hasta Ushuaia. Después estuvimos en Uruguay y Brasil. Aunque después nos separamos, yo ya había dado el salto”, agrega.
Con la ruptura volvió temporalmente a su ciudad, donde volvió a trabajar de profesora pero con la mirada puesta en seguir viajando. Cuando este verano llegó a la costa y recibió el mensaje de Lori, no dudó. Ya no tiene la combi, pero se compró un Renault 12 que ahora tiene estacionado al lado de la camioneta de Lori afuera del parador donde trabajan.
“Mi familia y mis amigos saben que voy a volver siempre, pero que no me voy a instalar definitivamente allá. Ahora el objetivo es juntar todo el dinero posible para irme a México. Lo único que tengo que resolver es si voy a seguir viajando con Orión (el perro que la acompaña)”, dice.
Lori diseñó un sistema que le permite generar dinero y mantener su vida: trabaja seis meses y seis meses viaja. En el último período en movimiento descubrió una nueva pasión: los veleros. En Brasil un amigo le enseñó a timonear y ahora quiere cruzar el Atlántico.
La gran pregunta que todos les hacen es la misma: ¿cómo se sustentan? Y las dos responden lo mismo: hay que rebuscárselas. Fueron camareras, vendedoras ambulantes y aprovecharon cualquier oportunidad que se les presentó. “Cuando vendés algo, en realidad vendés tu viaje. Un tiempo, por ejemplo, vendía pulseras y lo que me compraban era la historia. Muchísima gente tuvo la fantasía de hacer esta vida y no se animó así que cuando te escuchan quieren financierte tu coraje”, bromea Lori.
En movimiento
Desde que Chuchi se separó, cuenta, su familia le escribe mucho más seguido para preguntarle si está bien. “Antes eso no pasaba tanto. Pero se van acostumbrando. En estos años me enfermé, me pasó de todo y la verdad siempre confirmé lo mismo: siempre alguien te acompaña y te ayuda”, dice. Por ejemplo, durante un tiempo estuvo instalada en La Paz, Córdoba. Ahí tuvo un problema con una muela. “¿Qué hacés? Lo mismo que en cualquier otro lugar y esa vez una enfermera fue la que más me acompañó”, recuerda.
A fines del 2022 Lori se quebró en Brasil. “Yo tenía un proyecto pensado y con el accidente tuve que cambiarlo. Por eso me vine a la Argentina. Un tiempo antes me había pasado en Mallorca. Llegué con una propuesta de trabajo que no prosperó y me puse a vender cosas. Para ser nómade hay que entender que a veces los planes cambian y hacer algo con eso”, agrega.
Se ríen cuando alguien les dice que lo que hacen es pasajero. A Lori le pasó el año pasado. Ya había trabajando en el mismo parador y su jefe le propuso seguir en el invierno. “Me dijo que capaz era hora de sentar cabeza, que yo trabajaba muy bien. Pero ¿sabés por qué trabajo bien? Porque trabajo seis meses y hago lo que quiero. Además, ¿qué es sentar cabeza?”, se ríe.
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