En un nuevo aniversario del 25 de mayo, resulta interesante hacer un recorrido por estos personajes claves de la historia local, los hombres que integraron la Primera Junta y quienes representaron en algún punto a diversos sectores de aquella sociedad: Saavedra y Azcuénaga eran militares, Belgrano, Castelli, Moreno y Paso eran abogados, Larrea y Matheu eran comerciantes, y Alberti era sacerdote. Hay que considerar que la élite política y social de Buenos Aires era un grupo pequeño y era muy difícil que sus miembros no tuvieran alguna vinculación social, familiar, laboral o institucional.
Dos de estos destacados próceres nacionales fueron sin duda Mariano Moreno y Cornelio Saavedra, quienes tenían una rivalidad que fue creciendo a la par que los acontecimientos. “Lo que interesa de su disputa una vez producida la Revolución de Mayo de 1810 y creada una Junta de Gobierno, es su contenido político e ideológico. Saavedra, además de presidir la Junta, era un jefe militar y una figura popular. Por otra parte, Moreno era el secretario de la Junta y redactaba La Gaceta de Buenos Ayres, el periódico oficial. Al crearse la Junta no parecía haber conflictos entre ambos. Pero luego, con la profundización de la discusión sobre el rumbo que debía tomar la revolución, sus diferencias pasaron a un primer plano, sobre todo después del fusilamiento de Liniers, y la partida de Castelli y Belgrano en misiones político militares, Moreno ganó peso en la Junta”, expresó a NOTICIAS Fabio Wasserman, historiador e investigador del CONICET.
Sin embargo, sus diferencias terminaron de estallar en diciembre de 1810. En ese momento estaba en juego algo que se resolvería unos días más tarde: qué debía hacerse con los diputados enviados por las ciudades. Según la convocatoria original, debían integrarse a la Junta para seguir gobernando en forma provisoria en nombre de Fernando VII, postura apoyada por Saavedra. Moreno proponía que formaran un congreso (una medida más radical) ya que podría declararse soberano e, incluso, proclamar la independencia y crear una nueva nación. Se impuso la postura de Saavedra y Moreno renunció a la Junta. Finalmente, este último fue enviado en misión diplomática a Londres, donde falleció en alta mar, y se discute si fue de muerte natural.
Pero Moreno no fue el único enemigo de Saavedra. Entre los miembros de la Primera Junta se encontraba Juan Larrea, consejero económico de Moreno y por lo tanto, perteneciente al bando contrario de Saavedra. Fue acusado de aprovechar su posición política para hacer negocios en beneficio propio, y en abril de 1811 Saavedra pudo saldar cuentas: Larrea fue destituido y enviado preso a Luján primero, y luego a San Juan.
Sin embargo, no siempre las rivalidades terminaron en muerte. De hecho, cuando Juan José Castelli (uno de los fervientes seguidores de Moreno) regresó del Alto Perú procesado y enfermo tras la derrota de Huaqui, se encontró con que su hija Ángela se había enamorado del Capitán Francisco Javier Igarzábal, quien era saavedrista. “Al llegar a Buenos Aires a fines de 1811, Castelli se negó a aceptar el compromiso. Por ese motivo, Igarzábal inició un proceso judicial para que se lo reconociera, acusando a Castelli de invocar el derecho absoluto de potestad sobre los hijos. Castelli respondió con otro escrito en el que insistía en su derecho a ejercer la potestad sobre su hija. Mientras el proceso seguía, los enamorados se escaparon, provocando un escándalo. El gobierno los apresó y Rivadavia, que era el secretario del triunvirato, los conminó a casarse (finalmente Castelli habría aceptado)”, explicó Wasserman.
Otra de las figuras de la historia fue Manuel Alberti, sacerdote porteño y redactor de la Gaceta. Murió apenas nueve meses después de la Revolución, dado que fue víctima de un síncope cardíaco. Fue elegido vocal de la Primera Junta y apoyó siempre las propuestas reformistas de Moreno, a excepción del voto en contra del fusilamiento a Santiago de Liniers, debido a su carácter sacerdotal. La ejecución fue firmada por todos miembros de la Junta, salvo por él.
Por último, Miguel de Azcuénaga, por su parte, terminó sus días en Buenos Aires, donde poseía una chacra en el actual territorio de Olivos. Durante el primer gobierno de Hipólito Yrigoyen, el lugar fue donado a la Nación por Carlos Villate Olaguer, uno de los descendientes del prócer. Sin embargo, el hombre condicionó la entrega colocando como cláusula que la quinta debía ser utilizada como residencia presidencial de verano o sería devuelta a la familia.
Los próceres de Mayo se diferenciaron entre sí, sobre todo en su vida privada. A pesar de ello, tuvieron un amor en común: la patria. Por eso lucharon en nombre de ese sentimiento y algunos incluso dieron la vida por ella.
*Por Analía Vega (@AnaliaVega20) y Clara Fernández Tasende (@claritasende), alumnas de periodismo de la Escuela de Comunicación de Perfil.
También te puede interesar
por Analía Vega y Clara Fernández Tasende
Comentarios