Escuela híbrida, semipresencialidad, revinculación. La apertura de las escuelas comenzó de forma paulatina y con nuevos conceptos que serán fundamentales para comprender la nueva etapa que se inicia. Sin embargo, hay algunas preguntas que todavía no tienen respuestas claras: ¿cómo afectó a los chicos y adolescentes el aislamiento y de qué forma eso puede afectar su regreso a las aulas?, ¿qué herramientas sociales y emocionales desarrollaron o vieron afectadas?
Sabrina Pardo es directora de Compartir, el área de Editorial Santillana que trabaja con tecnología en las escuelas y que está dando los primeros pasos en Argentina con el “Cuestionario de screening de bienestar emocional”. Se trata de una herramienta que sirve para de qué forma afectó el aislamiento a los niños y adolescentes para que las escuelas puedan advertir con tiempo con qué dificultades deberán lidiar en la nueva normalidad. La prueba también permite analizar el vínculo entre las instituciones y las familias y, además, registrar cómo están los planteles docentes.
Compartir se enfoca, desde hace ocho años, en incorporar cambios metodológicos en las prácticas de enseñanza. “Si bien veníamos trabajando con herramientas digitales y pedagógicas como robótica o programación, en este 2020 lo que pasó fue que el uso de las plataformas aumentó en un 400%. Era algo impensado años atrás pero el aislamiento obligó a que toda la escolaridad se trasladara al ámbito de lo virtual”; cuenta Pardo.
Buena parte de la discusión educativa de este año giró en torno a si los chicos podían sostener el aprendizaje y a cómo se impartían los contenidos desde la virtualidad. Sin embargo, el equipo de Pardo observó que hacía falta algo más: “Más allá de la importancia de aprender lengua o matemáticas, que es fundamental, creemos que hay cuestiones que se pueden recuperar. Sin embargo, lo emocional también es clave en el proceso de aprendizaje y puede dejar huellas en el crecimiento”, agrega la especialista.
Por eso, desde Compartir ya se distribuyó este cuestionario en 200 escuelas de todo el país que ya están avanzando en la etapa preliminar. Se trata de un test que permite medir cuánto afectó en los chicos y adolescentes este periodo a través del análisis como el miedo, la ansiedad, la ira o la tristeza. Además, evalúa lo que se conoce como “factores de protección emocional”, vinculados con el optimismo, el pesimismo y el autoestima. Además, registra si hubo modificaciones conductuales como alteraciones en el sueño o la alimentación y registra si hubo comportamientos disruptivos o manifestaciones de aislamiento social.
“Hay muchos chicos a los que les está costando revincularse. Este test busca identificar todos estos indicadores para que la escuela pueda trabajar a partir de ellos. Es una herramienta orientada a ser usada por los gabinetes que existen en cada institución”, dice Pardo.
Docentes. No solo los chicos se vieron expuestos a situaciones estresantes o traumáticas durante el 2020. Desde Compartir aseguran los adultos también sufrieron las consecuencias de la llegada abrupta de la virtualidad.
“La herramienta también proporciona la posibilidad de detectar el clima laboral de los docentes y directivos. Es clave ver qué consecuencias dejó en la comunidad educativa esta pandemia, que expuso a un gran estrés laboral a las maestras y maestros que aumentaron sus horas de trabajo y se cargaron la mochila de llevar esto adelante. Es necesario ver cómo vuelven esos docentes. Y lo mismo sucede con las familias. Se debe saber qué les sucedió para poder darles herramientas para esta etapa de desconfinamiento porque no todos saben cómo manejar el miedo y la ansiedad en el regreso a clases”, agrega la especialista.
Para Pardo, a pesar de las enormes dificultades el 2020 dejó algo positivo: la llegada real de la tecnología a la educación. Según la experta, el gran desafío de cara al corto plazo será resolver de qué forma la presencialidad incorporará los cambios que trajo la pandemia.
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