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MUNDO | 16-12-2019 11:57

Crisis Siria: OTAN descerebrada

La alianza atlántica llegó a los setenta años de existencia en crisis y con un inédito estado de debilidad.

La OTAN atraviesa el momento de mayor debilidad desde su creación y padece su crisis interna más grave desde la Guerra del Sinaí. Al mejor diagnóstico sobre esa crítica debilidad la dio Emmanuel Macron: “muerte cerebral”. Y las agresivas descalificaciones que recibió el presidente francés por haber diagnosticado tan severamente la situación, son también síntomas de que el bloque militar de las potencias de Occidente vive su peor crisis interna desde el conflicto que estalló en 1956.

Origen. La respuesta de Francia y Gran Bretaña a la nacionalización del canal de Suez que hizo Gamal Abdel Nasser, fue una ofensiva militar contra Egipto. Temiendo que aquel líder nacionalista intentara bloquear el puerto de Eilat, Israel se sumó a la embestida. Pero Estados Unidos ordenó a Londres y París detener las acciones bélicas. Para Ike Eisenhower, la Confrontación Este-Oeste era el marco que debía contemplarse a la hora de tomar decisiones de graves consecuencias. 

La Guerra del Sinaí cesó, Anthony Eden renunció al cargo de primer ministro del Reino Unido y el general De Gaulle impulsó la construcción de un arsenal nuclear francés para depender menos de la protección de Estados Unidos, mientras crecía el recelo galo hacia los norteamericanos.

Desde entonces, quedó claro que la cabeza de la coalición está en la misma ciudad donde nació en 1949, al firmarse en ella el Tratado del Atlántico Norte: Washington. De tal modo, si las neuronas principales están en la Casa Blanca y el Pentágono, diagnosticar “muerte cerebral” tiene lógica. Desde que Trump ocupa el Despacho Oval, la cabeza de la alianza no hace otra cosa que atacar a los otros miembros y paralizarla ante expansiones territoriales de Rusia que debería contener.

Desde que tomó el control de la híper-potencia occidental, Trump parece estar provocando detonaciones en la estructura con la intención de causar una implosión.

Donald Trump

Para el presidente norteamericano, el problema es que Europa no entiende que la prioridad debe ser frenar el avance chino al liderazgo económico y tecnológico global, mientras que para Europa, el problema es que el mandatario estadounidense no acepta que lo prioritario es impedir la expansión de Rusia a costa de Ucrania.

Otro accionar de Trump que desconcierta a los aliados europeos, es el apoyo explícito a los liderazgos nacionalistas que están enfrentados con Bruselas y se declaran abiertamente enemigos de las instituciones comunitarias.

Cruces. Por debajo de esas contradicciones, ocurren cortocircuitos entre los miembros. Uno de los casos más llamativos es Turquía. Su presidente, Recep Erdogán, pretende que la Alianza Atlántica se alinee detrás de él en su enfrentamiento con las milicias kurdas del norte de Siria.

Esas milicias, agrupadas en las Unidades de Protección Popular (YPG) que lucharon heroicamente contra ISIS al Este del río Éufrates, han sido los mejores aliados que tuvo Estados Unidos. No había ninguna razón para que Washington las traicione. Sin embargo lo hizo.

Trump decidió la retirada de las fuerzas estacionadas en el área que los kurdos llaman Rojava, dejándolos librados a su propia suerte frente al poderío implacable de Turquía. Otro favor estratégico del presidente norteamericano a Putin, pero también fue un regalo inmenso a Erdogán para facilitar su objetivo de destruir cualquier entidad kurda que surja junto a sus fronteras. Pero aun habiendo recibido semejante favor del jefe de la Casa Blanca, Erdogán quiere más apoyo contra los kurdos. Exige que la OTAN considere “terroristas” a todas sus milicias. De manera implícita, reclama que se aplique para este caso el Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, que establece que si uno de sus miembros es atacado por un país extra-alianza, los otros miembros deben unirse en su defensa.

Ese artículo es una clave existencial para la alianza atlántica. Por esa cláusula, la dictadura argentina no pudo convencer a Alexander Haig que Estados Unidos estaba obligado por el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) a colaborar con ella en la Guerra de Malvinas. Aquel secretario de Estado, como la mayoría en el Pentágono, la Casa Blanca y el Capitolio, entendieron lo contrario: al conflicto lo inició un ataque argentino sobre un territorio que Washington siempre consideró británico, por ende, lo que debía activarse era el artículo 5 de la OTAN.

OTAN

Erdogán reclama apoyo de la OTAN mientras actúa como un quintacolumnista. La compra a Rusia del sistema de defensa antimisiles S-400, incompatible con los mecanismos del bloque. Y los acercamientos estratégicos a Moscú, implican un comportamiento inédito desde la incorporación de Turquía a la coalición en 1952. Otro síntoma de un proceso que, de no revertirse, podría avanzar hacia la descomposición de la organización militar que protagonizó la Guerra Fría. 

El siglo XX concluyó con dos intervenciones militares victoriosas de la OTAN; ambas en los Balcanes. La primera fue a mediados de los 90, cuando la alianza atacó a las fuerzas serbobosnias comandadas por el general Rajto Mladic. El resultado fue el cese de la limpieza étnica contra los musulmanes y la independencia de Bosnia Herzegovina.

La década concluyó con los bombardeos de la alianza contra Serbia, para detener la deportación en masa de albaneses que se estaba perpetrando en Kosovo. El resultado fue la caída del líder nacionalista serbio Slodoban Milósevic y el colapso final de Yugoslavia. 

Nadie imaginaba por entonces una crisis con escenas tan patéticas como la de Trump abandonando una cumbre anticipadamente, ofendido porque un grupo de gobernantes aliados se burló de él. Ocurrió en Londres, al cumplir 70 años el Tratado del Atlántico Norte. 

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Claudio Fantini

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