El Papa Francisco suele hablar a puerta cerrada. Además de sus audiencias públicas, a veces hasta cinco en una sola mañana, cuyos discursos se retransmiten y difunden, se celebran varios encuentros privados. Esto incluye reuniones con jefes de Estado, cuya existencia se conoce, pero no su contenido. Además, cada tarde se organizan discretas tertulias en la Casa Santa Marta, donde vive y trabaja desde el inicio de su pontificado.
Para otros encuentros, el propio Jorge Bergoglio opta por cerrar las puertas, como hizo el 24 de mayo, con los obispos italianos. Esto permitió una sesión de preguntas y respuestas con 270 líderes católicos en su asamblea plenaria en el Vaticano. Esa mañana, en el anfiteatro del Salón Pablo VI, el Papa fue interrogado sobre diversos temas durante más de 90 minutos.
Críticas
“El clericalismo es una plaga”, dijo, respondiendo a un obispo preocupado por “el clericalismo de los sacerdotes jóvenes”. Los temas del día incluyeron las elecciones europeas, los inmigrantes, el antisemitismo, la pobreza en Italia y la crisis de vocaciones. “No hablen de esto con los periodistas”, aconsejó Francisco, especialmente cuando se le preguntó sobre la admisión de seminaristas homosexuales. ¿Deberían ser ordenados sacerdotes? Preguntaron dos líderes presentes. “Es mejor no ordenar a alguien con estas tendencias”, supuestamente respondió el Papa, siguiendo una instrucción del Vaticano de 2005 que aún está vigente. Francisco sugirió que es mejor “perder una vocación” que “enfrentar los problemas” causados por tales ordenaciones. Basándose en su “experiencia”, el Papa aconsejó acompañar a estos jóvenes de la mejor manera posible después de que sean rechazados.
Un grupo de obispos no hizo caso al pedido de Bergoglio y en apenas unas horas, la noticia dio la vuelta al mundo dando cuenta de que en la Iglesia ya “había demasiada mariconería en los seminarios italianos”. El textual revelado el 27 de mayo por el periódico italiano La Repubblica utilizó la palabra "frociaggine", un término del argot romano para referirse a los hombres homosexuales de manera despectiva.
En Roma, los defensores del Papa argentino atribuyeron el uso de esta palabra a un conocimiento imperfecto de la lengua italiana. "Según los obispos contactados" por el Corriere della Sera, "está claro que el pontífice no era consciente de lo insultantes que eran sus palabras en italiano", escribió el principal diario italiano en su sitio web.
Dos caras
La oficina de prensa del Vaticano emitió un comunicado el 28 de mayo. Si bien no reconoció directamente que el Papa Francisco haya pronunciado la palabra en cuestión, aseguró que "el Papa nunca tuvo la intención de ofender o expresarse con palabras homofóbicas". Se destacaba que el pasado 18 de diciembre el Papa autorizó la bendición de parejas del mismo sexo en un comunicado emitido por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, y que ya durante los primeros meses de su pontificado, Francisco dejó su huella con una frase famosa: “Si alguien es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”.
Pero Francisco ha mostrado tener dobles discursos: también aludió a la necesidad de que los padres que deseen "curar" a sus hijos con tendencias homosexuales recurran a la psiquiatría (esas declaraciones, realizadas en 2018 provocaron un escándalo). Y tras venderse mundialmente como un impulsor de la promoción de las mujeres en lugares de liderazgo dentro de Vaticano, reconoció en una entrevista con la cadena de televisión estadounidense CBS transmitida el lunes 20 de mayo, que descartaba la posibilidad de ordenar mujeres diáconos.
“Tengo curiosidad, para una niña que hoy crece católica, ¿tendrá alguna vez la oportunidad de ser diácono y participar como miembro del clero en la Iglesia?”, preguntó la periodista Norah O'Donnell. “No”, replicó el Papa. “Pero las mujeres siempre han tenido, diría yo, la función de diaconisas sin ser diáconos, ¿no? Las mujeres son de gran servicio como mujeres, no como ministras [...] dentro de las Sagradas Órdenes”, reforzó. Una posición que debe interpretarse como la de palabra oficial del Vaticano en ese tema central, más allá de la posición personal.
Chisme
Pero el propio Francisco incurre cada vez con más frecuencia en deslices en sus charlas: ante un grupo de sacerdotes recién ordenados en Roma, habría dado cuenta hace una semana de una frase machista: “el chisme es cosa de mujeres”. En su reclamo a los jóvenes párrocos, concluyó con el pedido de “ponerse los pantalones”. Apenas dos días después de pedir disculpas por usar un insulto homofóbico, el comentario se a puertas cerradas acabó una vez más publicado: en este caso por Il Silere Non Possum, sitio web dedicado a las noticias vaticanas.
Marco Perfetti, director del sitio, dijo que tenía audios grabados por más de un participante en el evento. El Vaticano no lo negó, y la opinión pública volvió a entender cuál era la visión del Papa, que ya le había dicho a las monjas en 2013: “¡sean madres y no unas solteronas!”. Y un año después en 2014, describiendo el nombramiento de varias mujeres para la comisión teológica internacional del Vaticano como “las fresas del pastel”, comentario que también resultó ofensivo.
La ola de recientes “filtraciones” puede ser leída como una operación “anti Francisco” de parte de sus frecuentes detractores, algo que destacan quienes apoyan al Papa argentino. Pero paradójicamente fueron los sectores más reaccionarios los que lo criticaron habitualmente a Bergoglio, cuando impulsaba algunas de sus reformas (un gran número se vieron frustradas). Los medios italianos leyeron los traspiés como errores más que guiños a un ala dura, signos de un papado que empieza a dar muestras de desgaste y espera poder revertir en la política internacional (con la paz en Ucrania, por ejemplo), el sinsabor de las promesas insatisfechas de una renovación real en la Iglesia.
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