Tuesday 18 de November, 2025

MUNDO | 17-10-2025 12:03

Gita Gopinath advierte a Milei: el dinero no basta sin consenso

La ex número dos del FMI coincidió con Trump en la necesidad de estabilidad, pero advirtió que sin reformas duraderas el apoyo internacional será efímero.

En la Casa Blanca, frente en el almuerzo compartido con Javier Milei, Donald Trump hizo lo que mejor sabe: convertir la diplomacia en espectáculo. “Vamos a ayudar a Argentina a estabilizar su economía”, dijo, insinuando un paquete de asistencia que, según fuentes en Washington, podría incluir líneas de financiamiento y un esquema de swap de divisas por hasta 20 mil millones de dólares. Lo que parecía una frase política se transformó en una señal concreta de respaldo al programa económico más audaz —y también riesgoso— de América Latina. La misma alocución venía con una advertencia: el dinero llegaría luego de las elecciones intermedias y condicionado al resultado, algo que luego el presidente estadounidense y su secretario del Tesoro, Scott Bessent, corrigieron con posteos en X.

El gesto no pasó inadvertido. Apenas horas después, Gita Gopinath, ex número dos del Fondo Monetario Internacional y una de las voces más influyentes del establishment financiero global, escribió en su cuenta de X: “Estoy totalmente de acuerdo con Ricardo Hausmann. Su artículo en The New York Times lo dice a la perfección”, y citó un pasaje en el que se advertía que “los argentinos deben alcanzar un consenso político en torno a la estabilidad, no como consigna partidaria sino como fundamento del crecimiento”. En otras palabras: el dinero no sustituye la confianza; solo la acompaña si existe un rumbo claro.

La convergencia entre Trump y Gopinath resulta paradójica. Mientras el expresidente norteamericano ve en Milei un aliado ideológico que encarna su cruzada contra el “estatismo global”, la economista del FMI representa la prudencia técnica que busca blindar la estabilidad frente a los caprichos políticos. Ambos coinciden en algo esencial: Argentina necesita romper sus viejos hábitos y demostrar que puede sostener una política económica coherente, sin volver al ciclo de déficit, inflación y devaluación que la hunde periódicamente desde hace décadas. En palabras de Bessent: "el peronismo".

Trump, pragmático y oportunista, interpreta el apoyo financiero como una jugada estratégica. Su gobierno intenta proyectar influencia en América Latina en un momento en que China y Rusia amplían su presencia regional. Argentina, con sus recursos naturales, su posición geopolítica y su potencial energético, es un activo codiciado. Respaldar a Milei significa ofrecer un contrapeso simbólico a Beijing y Moscú, y al mismo tiempo enviar una señal a los mercados: la era del “populismo latinoamericano” podría tener un nuevo adversario con sello de la Casa Blanca.

Pero el entusiasmo político choca con una realidad más áspera. Gopinath —y el FMI y el Tesoro por supuesto— sabe que ninguna ayuda externa es sostenible si no hay consistencia interna. El organismo ya elogió los avances del plan Milei, pero advierte sobre los riesgos sociales de un ajuste prolongado sin amortiguadores: los que hoy generan los reveses electorales para los libertarios, con el 7 de septiembre bonaerense como alerta.

En su visita a Buenos Aires en 2024, la funcionaria fue clara: Argentina debe mantener una política monetaria y cambiaria predecible, acumular reservas y distribuir los costos del ajuste de manera equitativa. Esas condiciones, implícitas en cada negociación, son las que hoy vuelven a escena.

El dilema, entonces, no es si Estados Unidos puede ayudar a Argentina, sino en qué condiciones. Una inyección de dólares sin reformas creíbles solo serviría para ganar tiempo: los 20 mil millones podrían durar apenas un semestre.

Una asistencia atada a compromisos fiscales, transparencia institucional y consenso político podría, en cambio, actuar como ancla de credibilidad. Pero esto último exige algo que la historia argentina pocas veces ofreció: continuidad.

En Washington lo saben. Por eso el artículo de Hausmann que citó Gopinath pone el acento en la psicología del país: el desafío ya no es técnico, sino cultural. ¿Puede una sociedad que asocia el ajuste con castigo y el gasto con justicia reinventarse alrededor de la estabilidad?

Trump y Milei parecen creer que sí. Su discurso común es el del sacrificio patriótico: “Haremos lo que haga falta”, escribió Bessent en X, con el control de la billetera estadounidense. Pero el “whatever it takes” tiene otra lectura en los mercados: significa que las reglas del juego deben resistir incluso cuando los costos políticos sean altos. Ese es el punto que Gopinath rescata: la estabilidad no es un eslogan, sino una estructura que se construye con instituciones, acuerdos y disciplina fiscal (Milei solo pondera lo último)

El 26 de octubre, cuando los argentinos voten en las elecciones legislativas, estarán definiendo algo más que un reparto de bancas. Estarán enviando una señal a sí mismos y al mundo sobre si el país está dispuesto a anclar su futuro en un compromiso real con la estabilidad. El apoyo de Estados Unidos —sea a través del FMI o de una línea bilateral— dependerá de esa respuesta.

Porque la ayuda externa no es una recompensa; es un voto de confianza. Y ese voto, en el lenguaje de los mercados, se gana con hechos: equilibrio fiscal, tipo de cambio realista, acumulación de reservas y gobernabilidad política.

Si Milei logra sostener esa combinación, el respaldo internacional podría convertirse en el punto de inflexión que Argentina persigue desde hace medio siglo. Si no, será apenas otro episodio del eterno retorno de la inestabilidad argentina: dólares que entran y salen, promesas que se diluyen y un país que vuelve a empezar.

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Maximiliano Sardi

Maximiliano Sardi

Editor de Internacionales.

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