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MUNDO | 12-01-2021 14:12

Gran Bretaña sin respiro: a la pandemia se le sumó la crisis post Brexit

Con la UE concretaron la separación definitiva. Y ya se siente el impacto económico, agravado por las restricciones impuestas para frenar la segunda ola.

El 1 de enero Gran Bretaña concretó su separación de la órbita reguladora de la Unión Europea, abandonando el bloque tras casi medio siglo. Si bien se fue formalmente en enero de 2020, durante 11 meses recorrió un período de transición, operando bajo la UE mientras los negociadores establecían los términos de las futuras relaciones comerciales entra las dos partes.

La división, conocida como Brexit, finalmente se cerró, poniendo en marcha ahora, lo que según los analistas será el mayor cambio de la noche a la mañana en las relaciones comerciales modernas.

El acuerdo comercial entre las dos partes, lejos de cerrar el libro sobre la tumultuosa relación de Gran Bretaña con el resto de Europa, abrió un nuevo capítulo, comenzando con una avalancha de obstáculos comerciales en la última semana.

Idas y vueltas. Brexit, acrónimo en inglés de Gran Bretaña y salida, se popularizó como una abreviatura de la propuesta para que el país se separara de la Unión Europea. Pero lo cierto es que Gran Bretaña ha debatido los pros y los contras de ser miembro de un club de naciones europeas casi desde el inicio, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En la década de 1960, solicitó dos veces la membresía a lo que entonces era la Comunidad Económica Europea, para ser vetada en ambas ocasiones por Francia.

En 1973 finalmente se unió al grupo, pero celebró su primer referéndum sobre si debía irse menos de tres años después: el 67% apoyó permanecer en el bloque.

Cuatro décadas más tarde, en 2013, el primer ministro David Cameron prometió otro referéndum sobre la pertenencia a la UE con la idea de resolver la cuestión de una vez por todas. Las opciones eran permanecer o irse. Cameron estaba convencido de que bajo esos términos tan simples, el “permanecer” ganaría fácilmente. Pero resultó en un grave error de cálculo. Cuando los votantes en Gran Bretaña acudieron a las urnas el 23 de junio de 2016, una crisis de refugiados había convertido la migración en un tema de furor político en toda Europa. Después de una campaña caliente donde se apuntó a abrir grietas y potenciar la xenofóbia, la salida de la UE surgió con el apoyo del 52%.

Pérdidas y pandemia. Articular la salida llevó cuatro años, y le costó el puesto tras los fallidos a Cameron y Theresa May como primeros ministros, que llegaron a plantear incluso un nuevo referéndum. Hoy la firma en el acuerdo -de Boris Johnson por el lado de Gran Bretaña, y de Ursula Von Der Leyen y Charles Michel por la UE- ya está puesta. Pero los dolores de cabeza no terminan.

La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, un organismo oficial independiente que evalúa los planes económicos del gobierno británico, estimó que la producción económica en el país podría ser un 4 por ciento más baja durante los próximos 15 años.

Las empresas británicas han podido transportar mercancías desde y hacia la Unión Europea durante mucho tiempo sin pagar impuestos o aranceles. Si las dos partes no hubieran llegado a un acuerdo antes de la fecha límite del 31 de diciembre, se habrían impuesto tasas, lo que elevaría considerablemente el precio de los automóviles, y dificultaría mucho más a los agricultores británicos (a cambio Johnson hizo concesiones en los acuerdos de pesca).

Pero aún podrían surgir problemas en la frontera, con controles en aumento dada la pandemia: los comerciantes deberán completar nuevas declaraciones de aduana y las relaciones comerciales enfrentan más restricciones.

Empleo y estudio. El Brexit puso fin a la posibilidad de buscar trabajo en otras partes del bloque sin necesidad de permisos especiales, y al programa de intercambio Erasmus, que desde 1987 envia cada año a cientos de miles de jóvenes a viajar al extranjero para estudiar y realizar prácticas.

En los cuatro años posteriores al referéndum de 2016, el número de europeos que emigraron a Gran Bretaña para trabajar se desplomó, y las empresas británicas sustituyeron por su parte a sus empleados en París y Frankfurt.

Esto para Gran Bretaña es una victoria pirrica. Al país ahora le faltan desde veterinarios hasta agentes de aduanas para hacer frente a las decenas de millones de declaraciones que ahora se necesitan: carnes, pescados y productos lácteos que se vendan al bloque enfrentan las mismas inspecciones que las importaciones europeas de países como Chile o Australia. Quizás un error que Gran Bretaña lamente por décadas.

 

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Maximiliano Sardi

Maximiliano Sardi

Editor de Internacionales.

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