Tuesday 30 de April, 2024

MUNDO | 05-04-2024 08:33

La inquisición ideológica

La cultura autoritaria que exhiben las absurdas batallas verbales entre presidentes que gobiernan democracias.

Decir “él empezó” es lo que hace un niño cuando lo retan por pegarle a otro niño. Pero resulta inquietante cuando lo dice un presidente intentando explicar por qué insulta a otro presidente.

No importa quién se desubicó primero. Importa la gravedad de la desubicación y sus consecuencias en la sociedad que preside. Sobre todo si se trata del presidente de una democracia atacando destempladamente al de otra democracia.

En dictadura es diferente. El dictador no representa a la sociedad sobre la que impera y el blanco de sus ataques suelen ser gobernantes de países democráticos. Es una forma de defenderse de los cuestionamientos a su dictadura. Ataques preventivos para disuadir a otros de denunciar sus crímenes.

Fidel Castro es el mayor ejemplo de artillería verbal. “Abyecto Judas” le disparó al ya fallecido presidente uruguayo Jorge Batlle. “Lamebotas de los yanquis”, descerrajó sobre el también fallecido Fernando de la Rúa.

Hugo Chávez tenía una lengua de grueso calibre. “Entreguista y cipayo” disparó sobre Carlos Menem. Un ejemplo africano fue Idi Amín, el sanguinario tirano de Uganda en la década de 1970.

Fotogaleria El presidente ruso, Vladimir Putin, se reúne con los medios de comunicación en su sede de campaña en Moscú

A veces los presidentes democráticos también derrapan. Por ejemplo Joe Biden diciéndole “loco hijo de puta” a Vladimir Putin. Aunque asesinar adversarios e invadir países vecinos desatando guerras criminales, da lógica al desboque del jefe de la Casa Blanca.

No es el caso de las apreciaciones desubicadas que suelen tener el colombiano Gustavo Petro, el mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y quien batió récords de agresividad sin razón: Javier Milei.

Como el chico que se excusa de haber golpeado a otro diciendo “él empezó”, el presidente dijo que a la pelea verbal que desembocó en crisis diplomática con Colombia la empezó Petro al evocar a Hitler en referencia a sus dichos como candidato a la presidencia. Aquella banal referencia fue en respuesta a la calificación que Milei había hecho de los socialistas llamándolos  “basura” y “excremento humano”.

Estuvo mal Petro al apoyar a Sergio Massa. La injerencia en los comicios de otro país es uno de los síntomas de la decadencia de las democracias en las últimas décadas. Milei hace lo mismo muy seguido. Calificar de “basura y excremento humano” a los socialistas es un exabrupto que revela un extremismo inquisidor y oscuro.

Javier Milei

A renglón seguido, en dos oportunidades y sin que mediara una razón atendible, llamó “asesino”, “terrorista” y “comunista” al presidente colombiano por haber militado en el Movimiento 19 de Abril (M-19), que fue la única guerrilla de corte socialdemócrata y pionera en negociar la paz con gobiernos democráticos. Eso no justifica sus atentados y crímenes, pero no fue como las FARC ni como el ELN, guerrillas marxistas que industrializaron el secuestro, crearon Gulags en la selva y terminaron convertidas en ejércitos narcos.

El M-19 fue la primer insurgencia en negociar la paz y dejar las armas. Comenzó a negociarla con el gobierno de Belisario Betancur, en 1984, y firmó la paz con el de Virgilio Barco en 1990. Además, de ese grupo que tomó las armas por el fraude que dio el triunfo al conservador Misael Pastrana Borrero sobre el centroizquierdista Gustavo Rojas Pinilla en la elección de 1970, salieron dirigentes que hicieron grandes aportes a la democracia en Colombia: el ex comandante Antonio Navarro Wolff, que fue uno de los constituyentes protagónicos en la elaboración de la Carta Magna de 1991, además de ministro de Salud del gobierno centrista de César Gaviria y gobernador del Estado de Nariño.

Referirse a Gustavo Petro como si fuera Tirofijo, el fallecido jefe de las FARC, o el líder senderista peruano Abimael Guzmán, no es acertado. La violencia política que el presidente argentino dispara con “gatillo fácil” perturbó la relación con Colombia, una democracia que tiene una de las economías más fuertes de Latinoamérica.

Fotogaleria el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador durante una visita privada a la réplica de la Capilla Sixtina en la Plaza del Zócalo, en Ciudad de México

Milei hizo chocar Argentina con uno de los pocos países con que el intercambio comercial le da balance positivo. Ni siquiera se puede alegar que lo hizo porque Petro tomó medidas que afectan intereses argentinos, o que lanzó esa gravísima acusación en un foro donde la discusión fue subiendo de tono.

Milei atacó a otro presidente sólo porque dos periodistas le preguntaron al respecto. O sea, a propósito de nada.

Tiene lógica denunciar las dictaduras represivas de Nicolás Maduro, Miguel Díaz Canel y Daniel Ortega. También llamar asesino a Putin por eliminar a todos los que denuncian su autoritarismo y corrupción, y por iniciar una guerra atroz invadiendo Ucrania. Pero llamar “asesino terrorista y comunista” al presidente de una democracia como la colombiana sólo porque periodistas le preguntaron qué pensaba de él, resulta descabellado, más allá de las desubicaciones de Petro o de AMLO, el presidente de México al que trató de ignorante porque lo había llamado “facho conservador”.

AMLO tiene una política exterior cuestionable pero no es comunista sino de centroizquierda, como lo fue el M-19, insurgencia que seguía el ideario del general Gustavo Rojas Pinilla.

López Obrador militó en el Partido Revolucionario Institucional hasta que se escindió junto con Cuauhtémoc Cárdenas para crear el Partido Revolucionario Democrático, por el que fue gobernador del Distrito Federal antes de crear el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), con el que, finalmente, llegó a la presidencia de México.

Con todo lo que se puede cuestionar a Petro, llamarlo “terrorista asesino y comunista” es una desmesura. Algunos opositores colombianos se sumaron a la embestida de Milei, aunque no habían cuestionado a Navarro Wolff cuando fue ministro de Gaviria. Tampoco e cuestionaron haber integrado el M-19 a Evert Bustamante, quien se sumó al partido derechista de Alvaro Uribe y ocupó altos cargos en su gobierno.

La prensa internacional no llama terrorista ni asesino comunista a Gustavo Petro, pero si califica de “ultraderechista” a Javier Milei.Ese es un problema objetivo del presidente, y también de la Argentina.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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