¿Qué tanto pesan las o los compañeros de fórmula en las elecciones presidenciales? La respuesta no parece sencilla y menos, fácil de medir, pero si hay algo que resulta claro, es que quien acompañe al candidato presidencial no debe transformarse en un problema y lo mínimo que se le puede pedir, es que forme parte de un dúo afinado. Y en ese sentido, el comienzo no pudo ser más desajustado para el Frente Amplio, con un Daniel Martínez de discurso moderado, consciente de la necesidad de captar un electorado de centro, y una Graciela Villar evocando un discurso sesentista con una frase dicotómica que hizo famosa El Popular cuando el diario del Partido Comunista apoyó el golpe de Estado de febrero del 73: oligarquía o pueblo. Con un candidato convocando al diálogo con los demás partidos para buscar acuerdos de Estado por encima de diferencias, y con una postulante a vice rompiendo puentes y llamando a la “madre de todas las batallas”, contra un “brutal proyecto neoliberal que arranca con (Luis) Lacalle Pou y termina con (Guido) Manini Ríos”.
Los primeros planteos de Villar generaron resistencias internas en el Frente Amplio, algunas explícitas, como las que expresó la vicepresidenta Lucía Topolanski, quien, entre otros puntos, no compartió la comparación que realizó Villar entre Bolsonaro y Guido Manini Ríos.
Hay quienes consideran en el Frente que Martínez puede encargarse del electorado más moderado, mientras Villar puede entusiasmar a los más militantes. Los partidos en Uruguay siempre han barrido en el espectro más amplio posible, pero una cosa es buscar votos en un segmento amplio, y otra muy distinta es contradecirse de forma tan flagrante.
En buena medida la elección de Villar fue el fruto de una llamativa improvisación. Daniel Martínez tenía muy claro quienes no serían sus compañeras de fórmula para las elecciones de octubre, una reducida fórmula que incluía a Carolina Cosse (y no sólo a ella) pero no parece haber tenido igual certeza respecto a quienes sí lo podían ser.
La decisión de Martínez de no contar con Cosse en la fórmula fue de conocimiento del ex presidente José Mujica con antelación; y no hubo reparos de ningún tipo. Hay incluso quienes aseguran en círculos cercanos a ambos, que Mujica no sólo dio su asentimiento, sino que lo hizo de buena gana. El MPP cumplió con las formalidades, pero su apoyo fue muy tibio. Eso explica, al menos en parte, el acuerdo electoral entre Cosse y el comunista Óscar Andrade, sobre el que Lucía Topolansky expuso reparos, al considerar que se estaba exhibiendo una fórmula alternativa.
Más allá de todas las explicaciones que puedan darse y de las presuntas virtudes que justificarían su postulación, hubo una realidad fría e incontrastable: Graciela Villar fue designada por descarte, ante la necesidad de Martínez de cerrar rápidamente el tema; y evitar presiones luego de dejar de lado a Cosse, condicionado además por buscar a alguien que contemplara ciertos equilibrios que en este caso no quedan claros. La confusión resultó evidente cuando antes de Villar, el candidato manejó una mujer de perfil muy distinto: Mercedes Clara, militante social, pero moderada y cristiana. Un par de días antes de definirse, el candidato seguía solicitando consejos e ideas sobre qué compañera designar.
Seguramente en este camino Martínez se apuró demasiado y terminó designando a alguien que empezó con muy mal pie. Primero, porque para el común de la gente es una dirigente desconocida, lo que obliga al candidato a presentarla, a perder tiempo y energías en explicar los motivos de su elección; en segundo término, porque increíblemente repite la historia de Raúl Sendic, habiendo utilizado un título universitario que no tiene, lo que abrió una brecha impensada para el oficialismo; y por si fuera poco, porque -como se escribió antes- encaró esta primera etapa con una agresividad que no parece conocer de ningún sentido táctico.
Respecto a lo del título hay quienes han querido crear confusión, como si la polémica se hubiera suscitado porque no es una egresada universitaria. Claramente, sin embargo, no es ese el problema, sino el hecho de haber utilizado durante mucho tiempo un título que no posee. Ser un egresado universitario nunca ha sido un requisito de la política uruguaya, muchas de cuyas principales figuras a lo largo de la historia, jamás lo fueron.
La actitud inicial de Villar está muy lejos de la que va a requerir el próximo gobierno en caso de que el Frente Amplio gane la Presidencia, ya que en un parlamento sin mayorías y muy fragmentado, será necesaria mucha negociación y paciencia y una especial capacidad para tejer acuerdos.
Tal vez en el comando de Martínez estén trabajando junto a Villar en relación al discurso para octubre: de hecho NOTICIAS intentó entrevistarla para esta edición, pero no fue posible.
La vicepresidencia de la República constituye sin dudas un cargo de enorme valor, más allá de que muchas veces se lo ha subestimado e incluso por el hecho de que la mayor parte de quienes lo ocuparon desde el retorno a la democracia, no emergieron de sus respectivos gobiernos con una proyección importante.
Repasando la historia, cabe recordar que cuando Luis Batlle quiso ser candidato a la Intendencia de Montevideo, sus primos -los hijos de Don Pepe- lo bloquearon y lo empujaron a ser el vice de Tomás Berreta. Es decir que consideraban que la intendencia capitalina daba mucho más poder y mayor proyección que la vicepresidencia de la República. Quiso el destino que Berreta muriera y Batlle fuera presidente marcando una época muy importante del país. También Jorge Pacheco Areco llegó a la presidencia luego de la muerte de Óscar Gestido. Pero esos fueron hechos fortuitos e imponderables.
Ahora el desafío para quien asuma la vicepresidencia es otro, como articulador de un sistema político fragmentado.
El de la candidata a la vicepresidencia es uno de los problemas que afronta Martínez, pero no es el único. Entre otros, debe incluirse la falta de un apoyo político contundente en términos partidarios detrás de su candidatura. Martínez está políticamente solo, o al menos tan solo como no estuvo ningún otro candidato del Frente Amplio en las últimas tres elecciones. No se siente respaldado por un Partido Socialista manejado por el sector ortodoxo y del que se han alejado varios dirigentes; quedó enfrentado a Asamblea Uruguay luego de la designación de Villar a pesar de que el grupo liderado por Danilo Astori había apoyado su precandidatura; no es un dirigente de la simpatía del MPP; y tiene muy poco que ver con un Partido Comunista que lo llamó al orden cuando hace poco tiempo criticó a la URSS. Su grupo más cercano es el de los allegados de la Intendencia -como Jorge “Chileno” Rodríguez que manejará en buena medida su campaña- y de los viejos amigos de siempre, como el socialista Eduardo “Lalo” Fernández; a los que va sumando otras figuras o dirigentes de confianza personal.
De todas maneras es de esperar que el Frente Amplio, llegado el momento, ponga toda la carne en el asador porque más allá de las simpatías y afinidades con el candidato presidencial, porque cada uno de los grupos se juega mucho, incluidos miles de cargos de confianza. Esta realidad, y la política de alianzas internas que se insinúa, no dejan ver con claridad cuál será la puerta de entrada para esos votantes de centro que resolverán -como tantas veces- las elecciones, tanto en octubre como en noviembre.
Pese al desconcierto generado con la definición de su compañera de fórmula, Daniel Martínez tiene mucho “boliche” político y sabe que enfrenta dificultades afuera y adentro de la coalición de gobierno. Sabe que no la tiene fácil, que factores como la economía y la inseguridad pública corren en su contra. Y que incluso algunos dirigentes de la coalición -donde fue tantas veces bloqueado- no verían con malos ojos que se le pudiera señalar como el mariscal de una derrota. Pero no hay nada dicho: en una elección tan particular como esta, con tantas novedades y dificultades, la campaña será decisiva. Y quien cometa menos errores, contará con gran ventaja. En la línea de partida, sin embargo, ya dio ventajas.
*PERIODISTA. Doctor en Diplomacia y Magister en Ciencia Política, director editorial de NOTICIAS Uruguay.
por Alfonso Lessa*
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