Dos acontecimientos recientes ponen de relieve nuevamente el tema de la integración regional en el Cono Sur al finalizar el año 2019.
Uno de ellos es el “resurgimiento” del relacionamiento externo del MERCOSUR y el otro, es el relativo a las recientes elecciones presidenciales en Argentina y Uruguay.
En lo que respecta al relacionamiento externo y pese al escaso resultado en la celebración de acuerdos comerciales en los últimos 10 años, el MERCOSUR comenzó el año 2019 de forma auspiciosa. Y ello se reflejó en la “inicialización” del acuerdo con la Unión Europea (luego de más de 20 años de negociaciones), así como en la firma del entendimiento con el EFTA (Asociación Europea de Libre Comercio), y en las negociaciones con Singapur, Corea del Sur, y Canadá.
El segundo de los acontecimientos señalados, refiere a la elección de Alberto Fernández en Argentina y Luis Lacalle Pou en Uruguay, aunque ninguno de los dos participó de la Cumbre realizada en Bento Gonçalves, en Río Grande del Sur.
Ambos acontecimientos obligaban a una profunda revisión estratégica del proceso de integración regional, bajo pena de que el mismo no avance o quizás desaparezca como instrumento de desarrollo regional. Y para ello la Cumbre del MERCOSUR que se celebró el 5 de diciembre de 2019 era una nueva ocasión.
Dicha Cumbre de Presidentes y de los órganos decisorios del bloque regional, venía teñida de algunos antecedentes nada auspiciosos. Las declaraciones “cruzadas” entre el presidente electo de Argentina relacionadas con la necesidad de una revisión del acuerdo con la Unión Europea y de una adecuación de la política comercial de ese país respecto a sus socios del MERCOSUR, determinó una contundente respuesta a nivel diplomático y presidencial de Brasil.
A ello se sumaba una posición diametralmente opuesta de Alberto Fernández y del actual gobierno de Uruguay, respecto a la posición adoptada por Brasil y el presidente electo de Uruguay, sobre Venezuela, y en alguna medida de lo sucedido en Bolivia.
Y como corolario, la presidencia pro tempore del bloque regional que detenta Brasil este semestre resuelve –legalmente – adelantar la fecha de su celebración, lo que permitió la participación de Mauricio Macri de Argentina, y evitó la presencia de Alberto Fernández, que además no fue invitado. A todo esto se añadió el anuncio del presidente Bolsonaro de que no concurriría a la asunción de Fernández, aunque finalmente lo hizo el vicepresidente.
Todos esos antecedentes presagiaban una Cumbre “borrascosa” y la expresión utilizada no decepcionó a quienes la invocaron con anterioridad al 5 de diciembre de 2019.
Pues bien, esa puede ser la conclusión primaria, sin perjuicio de que se aprobaron una serie de normas MERCOSUR que pueden considerarse interesantes para el proceso de integración, en materia comercial, tanto intra MERCOSUR como en su relacionamiento externo.
Este proceso de integración regional, de todos modos, sigue sin apostar a una estrategia comercial y económica consistente y efectiva.
Esa fue sin lugar a dudas su razón de ser y fundamento en su origen, y que no se reduce a una simple denominación o categorización (zona de libre comercio, unión aduanera o mercado común); sino que responde a la implementación de los instrumentos de política comercial que permitan consagrar los objetivos plasmados en el tratado constitutivo del MERCOSUR.
Si bien el esquema de integración ingresó profundamente en el tratamiento de otras dimensiones políticas, sociales y culturales, cuya pertinencia o conveniencia puede ser objeto de discusión doctrinaria, lo cierto es que las mismas se desarrollaron con beneplácito de los gobiernos de turno de los países integrantes del bloque.
Lo cierto es que en esta Cumbre del MERCOSUR, se advirtieron en su convocatoria, en su desarrollo y su contenido, y especialmente en los discursos y declaratorias de los presidentes, la persistencia de una fuerte impronta ideológica, lo que a nuestro criterio, distorsiona los objetivos propios y esenciales del mecanismo de integración.
Las palabras mágicas para que el futuro del MERCOSUR sea la concreción de un proceso de desarrollo económico y comercial de los países con justicia social, es priorizar lo comercial y económico entre los Estados Partes del bloque regional. Y ello a partir de la affectio societatis que los unió en su origen, la que se ha visto desplazada durante más de una década por infantilismos ideológicos que devaluaron profundamente un proceso de integración realmente exitoso en sus inicios.
*ABOGADO. Director de la Maestría en Integración y Comercio Internacional de la Universidad de Montevideo. Profesor titular de la Cátedra de Derecho de la Integración de la Universidad de Montevideo.
por Jorge Fernández Reyes
Comentarios