La humanidad se tapa con una sábana corta: los ambientalistas que bregan por un mundo sin contaminación aérea y que aplauden las odiseas de Greta Thunberg en velero para evitar los aviones, tienen ante sus ojos el sueño vuelto pesadilla. Los “varados” por el mundo, sin respuestas sobre cómo volver a sus países, expulsados de hoteles, reprimidos por el rigor de los toques de queda y sin dinero, son un dramático anexo de la crisis desatada por la pandemia.
La aviación comercial atraviesa un colapso nunca visto en su historia. Los estados cierran fronteras, restringen el acceso a su espacio aéreo; las compañías aéreas privadas se trenzan en disputas con las de bandera por quién financiará los vuelos de repatriación, las tripulaciones plantean sus temores por participar de los rescates y los funcionarios se aterran al calcular cuántos vuelos serían necesarios para responder a la demanda de compatriotas en situación de aeropuerto.
Se estima que son unos 30.000 los argentinos dispersos por el mundo a la espera de una solución que los devuelva a casa.
“Estamos trabajando en eso. Es un problema global similar a una guerra. No es una situación de gente varada como la que conocíamos hasta ahora. Esto es otro escenario y es lógico que haya gente reclamando desesperada”, admite una fuente de la Cancillería. Reciben unos 10.000 llamados por día, pero hay una respuesta que no pueden darles: cuándo volverán. Porque verdaderamente no lo saben.
Los consulados se limitan a responderles que se contacten con sus compañías aéreas, les pasan datos de hoteles baratos y, en el mejor de los casos, ayudan en la provisión de medicamentos a quienes se quedaron sin ellos por la extensión de sus viajes.
Argentinos varados en Cusco:
Lo que las empresas aéreas le piden a sus clientes es que completen un formulario para contemplar su regreso al país. Aerolíneas Argentinas ya tiene programados unos 19 vuelos. La mayoría hacia Madrid, Río de Janeiro y Miami. Pero las decisiones de algunos países latinoamericanos complican la operatoria, como el toque de queda en Perú, desde donde aguardan salir unos 1.000 argentinos en distintas ciudades, sobre todo Cusco y Lima.
El embajador Felipe Solá intentaba esta tarde destrabar diplomáticamente el cerco. Aspiran a movilizar los aviones militares argentinos para la repatriación. Pero hasta ahora Perú permite sólo 4 vuelos por día en su cielo.
La laxitud del presidente brasileño Bolsonaro se contrapone con la del gobierno de Río de Janeiro que optó por llevar a cabo su propia cuarentena, lo que impide a los turistas salir de la ciudad si no es a través de un vuelo. De modo que la relativa proximidad territorial no sirve de mucho. Los ánimos crispados ya se tradujeron en enfrentamientos con la policía, en el aeropuerto Jobim, que no dudó en disuadirlos con pistolas táser.
Otro de los destinos más complicados y con gran cantidad de argentinos es Colombia. Unos 250 compatriotas que hacían turismo en Cartagena de Indias y la isla de San Andrés, comparten padeceres por chat mientras hacen guardia en las terminales aéreas a la espera de novedades. Es el caso de 4 chicas argentinas, Camila Godoy, Ornella Rusconi, Macarena Dessio y Antonella Olivera. Debían regresar de San Andrés a Buenos Aires vía Cartagena, pero ante la crisis y después de varias reprogramaciones, el regreso les fue postergado, tal vez –les advirtieron- hasta mayo, porque el país podría cerrar la semana próxima sus aeropuertos. Invirtieron su último dinero en unos pasajes a Bogotá, desde donde creyeron tener más posibilidad de regresar. La madre de una de ellas le compró un pasaje desde Buenos Aires, directo, de Avianca, por 110.000 pesos. Las amigas quedarán en Bogotá porque los asientos disponibles eran sólo dos más y no quisieron que una sola de ellas se quedara en Colombia.
Camila Godoy, argentina varada en Colombia:
Desde el aeropuerto de San José de Costa Rica, Stephanie Alais cuenta una historia de similar desconcierto. “Somos unos 200 argentinos que no sabemos cómo saldremos de acá. Cerraron las fronteras y cancelaron todos los vuelos. Un grupo fue a pedir ayuda a la embajada pero ni nos abrieron la puerta. Nos atendieron a la distancia, a través de una reja”. La respuesta al pedido de auxilio fue bastante inquietante: “váyanse lo antes posible de este país. Si no tienen plata pídanle a sus familias que los ayuden”. Una sugerencia absurda considerando que todos los vuelos están suprimidos. “Estamos evaluando dormir en el aeropuerto –dice Stephanie- porque nos preocupa la noticia de que lo piensan cerrar”.
La situación se repite en México. Miriam Bonadeo debía regresar a Buenos Aires el jueves 19 con su marido, ambos médicos: “Aeroméxico no nos mandó aviso de cancelación, nos enteramos en el aeropuerto. Fuimos al consulado y nos atendió una persona en la vereda, no nos dejaron subir. Nos sugirieron que compráramos un pasaje de Copa. Fuimos a Copa que está a una cuadra del consulado. Compramos un pasaje en primera, porque era lo único que había para volver. Pero Panamá cerró las fronteras, por lo cual tampoco nos sirvió. Yo lo que quiero es volver a mi país, cumplir la cuarentena y ponerme a laburar”, resume la médica argentina.
Las situaciones marítimas no son más alentadoras. Sólo en el crucero Costa Pacífica siguen varados unos 1.000 argentinos. Desde que llegaron a Europa nunca lograron hacer puerto. Estuvieron a punto de desembarcar en Francia pero fueron desviados a Italia, el punto más álgido de contagios. Les están prometiendo un vuelo hacia Argentina con escalas pero ellos desconfían y muchos se rehúsan a desembarcar. A escala local, Buquebus informó esta tarde que interrumpe totalmente sus operaciones entre Argentina y Uruguay hasta tanto las fronteras sean nuevamente abiertas.
Mantener la calma parece, por el momento, lo único que puede hacerse a la distancia.
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