El peronismo en este siglo, porque con Perón era otra cosa, se autopercibe como un movimiento en el que el que gana conduce y el que pierde acompaña. En ese esquema se justificaron los vaivenes ideológicos del movimiento que pudo ser liberal con Carlos Menem o conservador con Eduardo Duhalde. Progre-populista con los Kirchner y ya veremos con Alberto Fenrández, que a veces pinta más bien socialdemócrata y otras liberal-democrático. Y otras, una de cal, una de arena, una de cemento y echale agua.
Los peronistas que ganan siempre sueñan con ser Perón, que aún derrocado y exiliado era el jefe indiscutido del movimiento. Al Presidente Fernández le falta mucho rodaje todavía para eso. Primero, porque 90 días de gobierno no le alcanzan a nadie para definir un buen o mal gobierno. Y menos son para consolidar un liderazgo indiscutible, sea del signo que sea y empujado por los vientos que empujen. Y segundo, porque todavía está en discusión de que si el que ganó fue Alberto, si ganó Cristina, o corriendo desde atrás y subiéndose al carro del Frente de Todos a último momento fue Sergio Massa, que tenía más peso para hacer perder, si no estaba, que para hacer ganar, si se sumaba.
Los peronistas siempre dicen que lo importante y trascendente es el movimiento. Y que el Partido Justicialista es apenas una herramienta electoral. Pero para las próximas elecciones falta más de un año y medio y el PJ se reunió ayer en Ferrocarril Oeste para definir su normalización de acá a mayo.
Podríamos decir, entonces, que el peronismo empezó a delinear ayer su campaña hacia las elecciones de medio término, que siempre desvelan a los que mandan, porque suelen significar un plebiscito a la gestión y una escala hacia la reelección si todo le sale bien. Pero es Alberto Fernández el que fue votado para conducir el país. Y estas movidas refuerzan el interrogante sobre si fortalecerán su liderazgo de un proceso político sanador o lo van a encerrar una vez más en la lógica ya fracasada del peronismo y el anti peronismo.
Porque el PJ ha sido, de un largo tiempo a esta parte, más que una herramienta electoral, el tren fantasma del movimiento. Y la Argentina necesita abrirse paso hacia el futuro y no insistir en los reflejos que nos devuelve el espejo del pasado.
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