Se estima que del 1 al 4% de la población, independientemente de factores culturales o socioeconómicos, puede sufrir de trastorno bipolar. La persona que lo sufre pierde el control sobre su estado de ánimo, que tiende a transitar oscilaciones más o menos bruscas y que van desde la euforia patológica -llamada manía- a la depresión, sin que éstas estén en relación necesariamente con eventos desencadenantes externos.
El trastorno bipolar es una enfermedad causada por múltiples factores genético-ambientales y es crónica, episódica y recurrente. Para su tratamiento los fármacos resultan imprescindibles, aunque es necesario complementarlos con una intervención psicológica adecuada.
Para su diagnóstico es indispensable conversar en el consultorio acerca de las diferencias que existen entre la tristeza, el duelo y la depresión, por un lado; y la alegría y la manía por otro. Esto le da herramientas al paciente para que él mismo sea capaz de realizar los registros (mood charts) de su estado de ánimo.
La psicoterapia cumple una gran función al ayudar a repensarse, reinterpretar y reelaborar la historia narrada, la identidad y abordar el devenir con fe y esperanza en una vida satisfactoria. Otro gran pilar es la contención social-comunitaria: la familia, los amigos y los grupos de ayuda mutua permiten que las tristezas se puedan compartir y las alegrías multiplicar.
De todas maneras, la diferencia la aporta el paciente al tomar conciencia de su problemática, involucrándose en el proceso de su recuperación (sanación). Cuanto más se involucre en su propio proceso y tratamiento, mejor es el pronóstico.
Ante ello quisiera resaltar que muchos pacientes se han estabilizado y llevan adelante vidas productivas y plenas, libres de las limitaciones personales, familiares y laborales que producen los trastornos de ánimo.
*Por Cintia Capocasa, psiquiatra Infanto - Juvenil (MN 144929 - MP 236940)
por Cintia Capocasa*
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