La centralidad que adquirió el alcalde Horacio Rodríguez Larreta en los últimos anuncios del Presidente sobre cómo sigue la cuarentena puede jugarle en contra. El jefe de Gobierno porteño tiene dos adversarios que no aprueban su cercanía con Alberto Fernández, y que están empezando a pasarle viejas y nuevas facturas. Uno es de su propio espacio: Mauricio Macri. La otra es la vicepresidenta Cristina Kirchner.
El golpe de CFK a Larreta es público y llegó vía Twitter, cuando ella lo acusó de apañar a quien hoy es el fiscal general del Poder Judicial de la ciudad de Buenos Aires, Juan Bautista Mahiques, a quien la ex presidenta señala por presionar a una jueza de la Cámara para que avanzara contra ella en la causa del memorándum con Irán. En los tiempos de ese supuesto apriete, durante el gobierno de Macri, Mahiques ostentaba el cargo de consejero de la Magistratura. El dardo de CFK fue una manera de señalarle a su socio Alberto que Larreta, para ella, seguía estando del otro lado de la grieta.
Macri también está enfrentado al alcalde que hoy lo supera ampliamente en imagen y lidera el ránking de la oposición con su estilo mesurado y anticarismático. Mauricio no le perdona a Horacio su buena vecindad con el actual Gobierno ni su predisposición a sacarse tantas fotos con el Presidente en medio de la pandemia. Esas postales de buena onda y colaboración responsable que tan bien le caen a la opinión pública son justamente lo contrario a lo que en privado predican Macri y otros halcones de la línea dura de Cambiemos. Para ellos, hay que tomar distancia del gobierno neokirchnerista y pegar duro sobre aquellos temas que le erizan la piel al votante macrista: liberación de presos políticos y comunes, llegada de médicos cubanos, estiramiento de la cuarentena, denuncias de sobreprecios y corrupción. No es nada en lo que Larreta los acompañe.
El jeje de Gobierno porteño logró lo que parecía imposible, que Cristina y Mauricio coincidieran en algo: detestarlo a él.
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