Sunday 5 de May, 2024

OPINIóN | 25-11-2023 08:48

La Tierra Prometida de Javier Milei

Los desafíos del nuevo Presidente y el ajuste que viene. El kirchnerismo en el llano y la gobernabilidad.

Como muchos otros a través de los años, el presidente electo Javier Milei está convencido de que la Argentina perdió el camino hacia fines del siglo XIX, cuando buena parte de la nueva clase dirigente que emergía para desplazar a la vieja “oligarquía” dio la espalda a “las ideas de la libertad” que dice, basándose en estadísticas controvertidas, la habían hecho “el país más rico del mundo” y por lo tanto “la primera potencia mundial”.  Insiste en que “si abrazamos esas ideas”, la Argentina no tardará en recuperar el lugar que, según él, ocupó antes de instalarse “el modelo empobrecedor de la casta”.

Como Moisés, la figura bíblica que más admira, se cree convocado a llevar al pueblo a la tierra prometida con la que sueña; espera alcanzarla dentro de 35 años, no después de los 40 que el líder de los israelitas pasó buscando una salida del desierto.

Aunque la postura asumida por Milei dista de ser ridícula, ya que no cabe duda alguna de que las sociedades que se han aferrado a los ideales que reivindica con pasión sí han prosperado mucho más que las demás, transformar en realidad lo que por ahora es sólo un planteo teórico convincente no sería del todo sencillo. Además de exigir que millones de personas abandonen formas de pensar que les parecen naturales, requeriría que los muchos que se han acostumbrado a depender del Estado encuentren casi instantáneamente nuevas fuentes de ingresos en un país en que los recursos disponibles se han hecho sumamente escasos. Mal que le pese, la emergencia no podrá superarse de un día para otro.

¿Está en condiciones Milei de liderar el cambio cultural drástico que tiene en mente? Quienes lo dudan pueden señalar que el triunfo contundente que se anotó el domingo se debió menos a sus propios méritos que a las deficiencias manifiestas de su contrincante, el ministro de Economía y de facto jefe de un gobierno tan inenarrablemente malo que sus representantes principales, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, ya trataban de alejarse del escenario del desastre que habían protagonizado, y Sergio Massa mismo ha dejado en claro que él también quisiera borrarse. Tal actitud puede entenderse; los tres se las han arreglado para armar una bomba de tiempo que podría estallar en cualquier momento. Temen estar entre sus muchas víctimas.

Antes de poner en marcha su proyecto ambicioso, Milei y sus acompañantes tendrán que impedir que una economía que es terriblemente precaria se desplome por completo. A menos que los libertarios y sus aliados logren asegurar un mínimo de orden en la segunda mitad de diciembre, cuando estarán familiarizándose con la botonera de la decrépita maquinaria estatal con la que por un rato acaso largo tendrán que trabajar, su gestión será tan breve que no tendrán ninguna posibilidad de empezar a aplicar el programa de reformas estructurales que creen imprescindibles.

Para resolver las muchas dificultades iniciales, a los libertarios les será necesario que el grueso de la población sepa muy bien la identidad de quienes han sido los artífices de la catástrofe que está experimentando el país, lo que, desde luego, hará casi imposible una transición pactada porque no es del interés de Massa y los kirchneristas colaborar con el gobierno entrante. En efecto, no bien reconoció la derrota que acababa de sufrir, Massa trato de advertirle que “desde mañana la responsabilidad y la tarea de dar certezas es del nuevo presidente”. Como no pudo ser de otra manera, Milei lo corrigió: subrayó que le corresponde al gobierno actual hacerse cargo de su responsabilidad “hasta el final del mandato, el 10 de diciembre”.

¿Están de acuerdo los miles de militantes de La Cámpora y otras facciones kirchneristas que ocupan puestos en el Estado y organizaciones afines? ¿Antepondrán sus deberes administrativos, para no decir patrióticos, a sus preferencias ideológicas?  Es poco probable; para muchos ya ha comenzado un período de “resistencia” en que harán cuanto puedan para garantizar que sus sucesores fracasen. Los peronistas siempre han actuado así; cuando de gobernar se trata nunca se han destacado por su eficiencia, pero son expertos consumados en impedir que lo hagan otros.

A diferencia de los países desarrollados, la Argentina no cuenta con un “servicio civil” profesional y rigorosamente meritocrático que procura ser políticamente neutral. Aquí el sector público es una de las partes más apetecibles del botín político, razón por la que ha adquirido dimensiones elefantiásicas acumulando capa tras capa de ñoquis nombrados por operadores partidarios, un abuso que ha llegado a tal extremo que, como nos recordaron las andanzas de “Chocolate” Rigau, abundan empleados estatales que se ven forzados a “donar” sus salarios a sus patrocinadores,  conformándose a lo sumo con un seguro médico y aportes previsionales.

Milei comenzó su aventura con nada más que un conjunto de ideas económicas, algunas muy buenas y otras no tanto, que atribuía a pensadores de la Escuela Austríaca, y el desprecio que sentía por una “casta política” en que abundan oportunistas parasitarios, además de una personalidad teatralmente fogosa.  Para asombro de muchos, la combinación le permitió erigirse muy pronto en el político más popular del país. Con todo, es poco probable que hubiera arrasado en las elecciones sin el apoyo decidido del expresidente Mauricio Macri y Patricia Bullrich, que sirvió para tranquilizar a los preocupados por su eventual extremismo, y el guiño del cordobés Juan Schiaretti, lo cual lo ayudó a sumar los votos que le permitieron no sólo ganar sino hacerlo por un margen mucho más amplio que el anticipado.

Si bien muchos libertarios de la primera hora se sienten ofendidos por el ingreso a su “espacio” de los macristas, les convendría reconocer que no podrán gobernar sin el respaldo de muchos equipos técnicos y una cantidad suficiente de legisladores dispuestos a aprobar las medidas que consideran urgentes. Si no fuera por la presencia a su lado de Macri, Bullrich y otros integrantes del Pro, además de la presunta buena voluntad de radicales como el mendocino Alfredo Cornejo, a Milei no le sería nada fácil sobrevivir en el poder por mucho tiempo.

Una vez recuperados del choque emotivo que les depararon los resultados electorales, los kirchneristas y sus amigos tratarán de sacar provecho de las dificultades enormes que ellos mismos han ocasionado para acorralar a Milei antes de someterlo a un juicio político. Con el apoyo de legisladores peronistas procedentes de otras facciones y radicales disconformes con la estrategia elegida por Macri, estarían en condiciones de hacerlo.

Ahora bien: ¿puede una sociedad que ha estado largamente habituada al corporativismo populista cambiar rápidamente en una dominada por el ideario liberal que privilegia las iniciativas privadas por encima de las impulsadas por el Estado? Los ejemplos brindados por muchos países europeos en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial cuando se “modernizaron” con rapidez motivan cierto optimismo. Asimismo, en España, Italia y, el país más mencionado por Milei, Irlanda, un postergado renacer político y económico fue facilitado por la pérdida abrupta de influencia de la Iglesia Católica a causa de la pederastia sacerdotal, lo que sugiere que mutaciones ideológicas colectivas del tipo que se propone estimular sí pueden ocurrir.

Todavía más pertinente podría ser lo que sucedió en China luego de la devastación causada por el furibundo maoísmo militante; en un lapso muy breve, una proporción notable de los habitantes de China adoptó con entusiasmo el credo económico liberal aunque, por desgracia, el régimen comunista impidió que incidiera en la vida política. Con matices, algo parecido había ocurrido antes en Singapur, que en la actualidad es uno de los estados más ricos y mejor administrados del planeta, uno que, si bien es una democracia, es considerado relativamente autoritario por progresistas que procuran medir el respeto por los derechos ciudadanos de la gente en los distintos países del mundo.

¿Ha tomado conciencia el grueso de la población del país de lo que le significa la debacle descomunal que ha provocado el gobierno kirchnerista, sobre todo en la fase más reciente en que Massa se apropió de la economía nacional, usándola para financiar su campaña electoral en la que, según algunos, invirtió hasta el tres por ciento del producto bruto? Con el propósito de sembrar miedo, el ministro candidato difundió listas de los aumentos de precios y tarifas que tendría que pagar la gente si optara por Milei; desistió de informarle que es lo que sucedería en el caso de que él mismo conquistara la presidencia ya que, de una manera u otra, no habría forma de prolongar mucho más un statu quo miserable pero mejor que lo que vendría después. Massa sabía muy bien que el “plan platita”, el de “precios justos” y así por el estilo tenían una fecha de vencimiento que, para sorpresa de nadie, caería después de la jornada electoral, pero por razones evidentes se negó a aclararlo. Bien, a Milei le corresponderá encargarse del ajuste “sin gradualismo”, es decir, sin anestesia, que nos aguarda. Es un desafío monumental. Si logra superarlo, quedará despejado el camino hacia la tierra prometida; caso contrario, la decadencia ya secular que tantos proyectos personales ha arruinado se profundizará de golpe. 

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James Neilson

James Neilson

Former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986).

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