Saturday 28 de September, 2024

OPINIóN | 24-06-2024 07:31

Milei, entre Bilardo y Perón

Unificar a toda la dirigencia como casta en la narrativa y dividirla en segmentos para negociar. Allí reside la fórmula del gobierno para alcanzar sus primeras leyes y terminar con su virginidad.

Unificar a toda la dirigencia como casta en la narrativa y dividirla en segmentos para negociar. Allí parece residir la fórmula que encontró el gobierno para acercarse a la posibilidad de alcanzar sus dos primeras leyes y terminar con su virginidad en la materia. El relato del shock para anabolizar a su núcleo duro y la realidad del gradualismo para aprovechar los pliegues que ofrecen los que no integran “las fuerzas del cielo”.

La receta que no se gasta nunca: separar convenientemente lo que se dice de lo que se hace de para responder a las necesidades que la coyuntura impone. La clave está en ir articulando el ángulo del giro pragmático mientras se avanza paso a paso en la dirección elegida.

En este caso el presidente es la encarnación de la astucia que la razón ha encontrado en la Argentina para encontrar un nuevo punto de equilibrio en la relación estado-mercado. La prédica maximalista de Javier Milei (que incluye topos, terminators, y otras extravagancias) no le impide a sus funcionarios (al menos al ministro de economía y al jefe de gabinete) convivir con cepos y regulaciones y dialogar y rosquear con gobernadores, diputados y senadores. La diferencia entre la nueva y la vieja política se circunscribe más a la estética que a la ética. Para la tribuna “la diferencia es moral”.

Pero el tan denostado “toma y daca” forma parte de la esencia del arte de lo posible. En campaña se hacen promesas. En el gobierno se redeterminan los parámetros de lo prometido todas las veces que sea necesario. ¿Por qué? Una buena respuesta la da Perón en Conducción Política: “En el arte de la conducción hay sólo una cosa cierta. Las empresas se juzgan por los éxitos, por sus resultados. Acierta el que gana y desacierta el que pierde. Y no hay otra cosa que hacer. Juzgamos todo empíricamente por sus resultados. Todas las demás consideraciones son inútiles”.  

El presidente se define bilardista. Quizás sea su forma de admitir que la única verdad es la realidad. Aunque la escuela austríaca enseñe otra cosa.

 

*Por Gustavo Marangoni, consultor y politologo.

por Gustavo Marangoni

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