Friday 19 de April, 2024

POLíTICA | 29-04-2023 00:56

Alberto Fernández y la trastienda de su renuncia

El Presidente y sus idas y vueltas con Scioli. El plan de Wado de Pedro y la tensión con Massa. La trastienda de la salida de Aracre.

El paso al costado del otrora ex CEO de Syngenta, que se marchó luego de una ola de rumores que lo ponían a él como el nuevo ministro de Economía -dichos que en el massismo no dudan en señalar que salieron del ahora ex funcionario-, refleja a la perfección lo errático que fue este Gobierno. Y también sirve para entender el momento preciso en el que se encuentra. Todos están, con la economía al rojo vivo y la competencia electoral a la vuelta de la esquina, jugando las fichas para asegurarse su lugar en el tablero electoral.

Por estar tan cerca de la fecha clave es que muchos, en especial en el massismo, desconfiaron de la jugada de Aracre. El ahora saliente asesor había almorzado el lunes 18 con Fernández, y le había llevado un plan integral de ideas para la economía. Ese bosquejo contenía la palabra que más teme Cristina Kirchner: devaluación.

Después de esa comida los rumores de que Aracre era el nominado para suceder a Massa empezaron a expandirse por todo el círculo rojo. En el bando del tigrense están convencidos de que fue el ex CEO, con el que ya habían tenido serias diferencias, el que los hizo correr. Y esa certeza deja flotando una pregunta en el aire: ¿estaba Alberto detrás de la intentona? 

 El Presidente está inmerso, desde hace ya tiempo, en un subibaja emocional. Los que lo tratan cuentan que algunos días se mueve y se siente en la cima del mundo. Son esos momentos donde, como se filtró en un chat que mantuvo con el periodista ultra K Roberto Navarro, piensa que “va a terminar con veinte años de kirchnerismo”. Cuando tiene un público atento, hasta desarrolla esa tesis y muestra lo que piensa que son pruebas irrefutables.

Sostiene que “logró” ganar dos batallas clave. La primera fue la resistencia que dio contra la instauración de una “mesa política”, con participación cristinista y massista, con la que querían “decirle cómo gobernar”. Es una lógica que, como suele suceder en el mundo albertista, tiene algo de verdad y algo de mentira, aunque -y en esto coinciden los que tratan al mandatario- queda la duda de hasta qué punto Fernández es consciente de esta última parte. Es que la gobernabilidad, en este final del mandato, depende de Sergio Massa, que no tiene problema en afirmar que toma decisiones sobre la economía sin siquiera consultarle o avisarle al mandatario. El Gobierno está compuesto de distintos grupos que se desconfían entre sí y que operan algo tan sensible como el Estado como si fueran islas.

El otro gran tema que tiene exaltado a Fernández son las elecciones. A pesar de la ofensiva para que desista de sus intenciones de pesar en la contienda, el Presidente logró aguantar la avanzada. Las PASO ya son un hecho aceptado por todas las tribus del Frente de Todos, y es uno de los elementos en los cuales Alberto se para para afirmar que su cuota de poder está más viva que nunca. Y empezó a mover las fichas. Luego de sobrellevar la muy tensa reunión con Máximo Kirchner y otros popes en el PJ, a mediados de febrero, Fernández mandó a que el partido empezara a ordenar su vida institucional de cara a las votaciones. Agustín Rossi, su cada vez más cercano jefe de Gabinete, encabezó una reunión de los “equipos técnicos”, los miembros del peronismo que llevan la logística de la campaña, que contó con la llamativa reaparición del ex ministro de Salud, Ginés González García, que había renunciado -y en muy malos términos con Alberto- por el escándalo del vacunatorio VIP.

La otra movida de Fernández fue empujar a un candidato. Aunque él se niega a admitirlo -“no puede decir que no es candidato hasta último momento, sería pegarse un tiro en el pie”, cuenta un allegado del Presidente- y hasta sacude las encuestas que muestran que está parejo a los otros posibles competidores del oficialismo -números que no tienen en cuenta lo que podría empujar a cualquiera de ellos el apoyo público de CFK-, todo el resto de los actores del Frente de Todos ya dan por descontado que no se presentará. Qué piensa el Presidente en su fuero interno es difícil de saber, pero en algo está claro que tiene razón: su gobierno tuvo tan pocos resultados que logró que el kirchnerismo, el principal socio del espacio, perdiera su atractivo electoral. En el barro, sin Cristina Kirchner de por medio, están todos al mismo nivel casi subterráneo.

Emergencia. Por las dudas, el Presidente ya activó su plan B, que tiene dos nombres y dos apellidos: Daniel Scioli y Victoria Tolosa Paz.

Esa idea marchaba sobre ruedas en esta parte del campamento, pero tuvo un capítulo inesperado. Es que el otrora motonauta se reunió el miércoles 12 con la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, una aliada íntima de Máximo Kirchner que no da pasos importantes sin antes consultarlo con el líder camporista. Fue una foto que cayó pesada en el albertismo, donde quieren presentar a esa fórmula como una 100% propia del Presidente: ahí olfateaban una posible traición de parte del ex gobernador. Scioli, rápido de reflejos, hizo circular la imagen como una prueba de que él podría ser el candidato “del consenso”, ya que también contaba con el apoyo K. Esa idea, además, fue una mojada de oreja a su histórico enemigo Massa. Cerca de Scioli confían en que, con la economía entrando en un grave espiral inflacionario, pueden ganarle al ministro en una PASO.

Pero no es el único que se está moviendo. En Economía, a pesar de la inflación y de la suba del dólar blue, siguen presentando a Massa como el único candidato posible. “Si a Sergio le va mal, vuela todo y nadie tiene chances. Y si más o menos puede acomodar algo, tener un último mes de una inflación abajo de los cuatro puntos, tiene chances. El mercado hoy sólo confía en él”, dice uno de sus laderos. Parecería que, al menos para la interna, el tigrense va a jugar.

En el campamento K también hay sacudones. Por un lado, crece la expectativa de que en el megaacto del 25 de mayo en la 9 de Julio, al cumplirse dos décadas de la asunción de Néstor, Cristina defina su última jugada. Algunos -como Andrés Larroque- siguen creyendo que se va a presentar, mientras que el grueso del kirchnerismo augura que ese día va a oficializar algún apoyo. Por las dudas, el ministro del Interior “Wado” de Pedro ya se está moviendo. Fue el único de los altos mandos camporistas en apoyar en público la idea de la PASO -algo que en las tribus más radicalizadas del kirchnerismo, que todavía esperan una definición de CFK, cayó mal- y hace rato que está recorriendo el país.

Acá es interesante también observar otro de los “logros” de Fernández: que Cristina quedó envuelta en una encerrona política. Si, después de este gobierno, apoyara otra fórmula “mixta” -como Scioli y Zannini en el 2015, y Alberto y ella en el 2019- sería no sólo una trompada para la moral de su base -y también para su dirigencia, como De Pedro- sino también una jugada de dudoso final. No se puede esperar repetir tres veces el mismo enroque y que no vaya perdiendo efectividad. Alberto, en ese sentido, tiene algún atisbo de realidad cuando afirma que está por “terminar” con los veinte años de dominio kirchnerista sobre el peronismo: la vicepresidenta -condenada durante el propio gobierno del Frente de Todos- ya perdió hasta el poder monopólico de su dedo. Alberto lo hizo, podría ser el jingle de campaña, como fue el de Menem.

Sin embargo, el entusiasmo escasea dentro del oficialismo. Aunque, si las elecciones no pueden ser ganadas -sensación cada vez más compartida por todas las tribus del espacio- todavía queda un botín que disputarse. Es la conducción del peronismo, de la futura oposición, a partir del año que viene. Con CFK con el “dedo roto”, Fernández, Massa y los kirchneristas con vuelo propio, como "Wado", miran esa contienda con los ojos abiertos.

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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