Antes del desborde narco de estas horas, Patricia Bullrich ya había tenido problemas con Rosario. Fue a finales de enero, luego de anunciar el inicio del Plan Bandera junto a Maximiliano Pullaro. El acto salió bien, pero, una vez concluido -y con la ministra de regreso en Buenos Aires-, al gobernador de Santa Fe le llegó un reporte que era una señal de alerta: a pesar de los anuncios oficiales, había poco movimiento de fuerzas federales en la ciudad. El mandatario enfureció. Llamó por teléfono a Patricia Bullrich y protestó: “Acá no se ve nada de lo que prometiste”.
Desde Capital Federal, la ministra de Seguridad retrucó: “¿Cómo me vas a reclamar? Si es el mejor inicio de año desde hace mucho tiempo”. Lo cierto es que el descenso de crímenes que se registraron en Rosario entre enero y febrero no tenían que ver exclusivamente con los anuncios de la funcionaria de Javier Milei. “En algún punto, eran hasta una casualidad”, confiesa un funcionario santafesino. Es que, más allá de la grandilocuencia de la presentación de Bullrich, a una semana de haber iniciado la gestión, al pie del Monumento a la Bandera y rodeada de efectivos federales, los recursos escaseaban.
Gendermería había ingresado sólo a dos barrios de los más de cien que tiene Rosario. Y los vehículos blindados Spartam, que se habían lucido durante la presentación, se movían poco de la base por falta de recursos económicos para llenarle el tanque de combustible. Bullrich siguió convencida del plan. A finales de febrero, realizó una conferencia de prensa para mostrar los resultados logrados. “Los homicidios se redujeron 57 por ciento en zonas controladas por las fuerzas federales”, indicó. Pero evitó decir que, en el resto de la Ciudad, los crímenes habían bajado, pero sólo un 9 por ciento.
Atribuirle el éxito al plan de la ministra fue, por lo menos, apresurado. Es que, una semana después de aquella presentación de resultados parciales, comenzó una ola de crímenes narcos a vecinos inocentes, con el único fin de sembrar terror. “El problema de Bullrich es el mismo de todos los ministros de Seguridad. Vienen, hacen anuncios pomposos y después monitorean a distancia, pero siempre se la dibujan. No tienen real dimensión de lo que pasa acá”, protesta un funcionario local que conoce la ciudad en profundidad. Ahora, tras la escalada de violencia de marzo, la ministra regresó a Rosario. Esta vez, hizo la presentación de un Comité de Crisis que ella va a dirigir, pidió la colaboración de su par de Defensa, Luis Petri, y se expidió: “Hay que patear el hormiguero entero. No sirve ir hormiga por hormiga”.
Luego de la presentación, Bullrich volvió a Buenos Aires. El Comité lo dirigirá desde la sede de su ministerio, en Recoleta, aunque prometió volver a Rosario si hacía falta. Incluso aseguró que el Presidente viajaría “en dos semanas”. Mientras tanto, en la ciudad santafesina seguían apareciendo amenazas de muerte contra el gobernador.
Anuncios de Bullrich
El lunes 11, Patricia Bullrich puso en marcha el Comité de Crisis. En la mesa estaban el gobernador, el ministro de Defensa, Luis Petri, y el intendente de Rosario, Pablo Javkin. “No vamos a dejar que Rosario sea una tierra de narcoterroristas”, prometió la ministra. Durante un par de semanas se habían dado numerosos ataques en la noche santafesina, en los que resultaron asesinados dos taxistas, un conductor de trolebús y un playero de estación de servicio. Temerosos por la situación, la ciudad quedó paralizada: pararon escuelas, colectivos, taxis y cerraron estaciones de servicio. El terror se apoderó de Rosario.
La escalada de violencia tiene una explicación. El gobierno provincial decidió cortarles los “derechos adquiridos” que tenían los líderes narcos en las cárceles. Hubo requisas para quitarles celulares, con los que seguían dirigiendo sus operaciones, y recortarles visitas: la idea es que tengan un trato mucho más estricto. La reacción de los criminales comenzó a verse en las calles rosarinas.
Luego aparecieron las fotos “a lo Bukele”, de los detenidos formados con el torso desnudo en la penitenciaría de Piñero. Eso elevó la tensión y hubo más muertes.
Los beneficios que tenían adentro de las cárceles resultaban insólitos: pedían delivery de comidas, usaban celulares libremente y tenían “visitas íntimas” con cuantas personas quisieran. Es más, tras las restricciones que empezaron a imponer las gestiones de Pullaro y Bullrich, Ariel “Guille” Cantero, el líder de Los Monos, que a sus 35 años tiene condenas por casi un siglo, intentó una última maniobra: declarar que tenía “dos novias y un novio”. Con esa fachada de poliamor pretendía conseguir permiso para hablar con más gente afuera de la cárcel. No lo consiguió.
La reacción del Gobierno a los ataques fue llegar a Rosario con la promesa de sumar 450 gendarmes. Muchos de ellos comenzaron a arribar el miércoles 13. Pero lo más importante para la Provincia, más allá de la cantidad de efectivos, fueron “los fierros”. Esta vez, Bullrich aseguró que irían también un centenar de patrulleros. Con esos, sumados a los 140 móviles que tiene la ciudad, más otros tantos que Pullaro consiguió de acuerdos con Capital Federal y Buenos Aires, conseguiría que haya 400 vehículos custodiando. Allí, creen, puede estar la clave para lograr la pacificación.
Lo que quedó desdibujado del anuncio original es la colaboración del Ejército. Petri aseguró: “Las Fuerzas Armadas, en uso de las atribuciones que establece la ley de Seguridad interior, van a realizar tareas de apoyo, con efectivos humanos y de infraestructura”. Pero en el Edificio Libertad hubo reticencia: la pregunta que más se hacían era: ¿quién se haría responsable ante la Justicia si un militar toca a un civil? Nadie está convencido de la viabilidad del anuncio del ministro. De hecho, ya comenzó a dilatarse.
En el Ejército descreen que haya un gobierno que los apoye en caso de que el plan fracase. De hecho, la desconfianza con el Presidente se extiende a otras fuerzas de seguridad y a parte de la dirigencia en general. Se sustentan en que Milei dijo que se metía en el sistema político “para dinamitarlo por dentro”. ¿Quién podría confiar en un jefe de Estado que busca que todo estalle? Mientras el Gobierno anuncia la presencia de un súper Estado, la doctrina anarcocapitalista del primer mandatario empuja a ir por el camino contrario. Contradicciones de un antiestatista furibundo.
“Creo que esta vez puede funcionar”, dijo el gobernador Pullaro en una reunión con sus funcionarios. “Puede ser”, le contestó un dirigente de su máxima confianza. Y agregó: “El Plan Bandera era bastante pobre, pero este se ve mejor”. Va a haber un “operativo saturación” con pocos antecedentes y eso traerá paz por el momento. Aunque la lucha contra el narcotráfico es mucho más profunda.
Antecedentes
La llegada de gendarmes no es garantía de éxito, más allá del alivio momentáneo. Los federales no conocen la ciudad y carecen de herramientas de inteligencia como para ir más a fondo. Además, los planes del gobierno de Milei no son novedosos. Un Comité de Crisis como el que se conformó la última semana se había anunciado en marzo del 2023, con Alberto Fernández en la presidencia y tras el ataque al supermercado de la familia de Antonella Roccuzzo. “Comando unificado” lo llamaron, pero no tuvo efectos prácticos. De todas maneras, la comparación que más se acerca a la actual es la del 2016. Los protagonistas siguen en escena, como en una especie de déjà vu: la ministra de Seguridad Patricia Bullrich enviaba fuerzas federales a Rosario y prometía un “comité operativo” entre Nación y Provincia.
Llevaban meses de interna y cuestionamientos cruzados entre la ministra y la gestión socialista, por mantener o decapitar a la cúpula de la policía santafesina. Casualmente, el jefe de la cartera de Seguridad provincial, encargado de coordinar con Bullrich, era Pullaro. Otra vez, Rosario pone a Bullrich ante su hora crucial. La ministra necesita conseguir que la ciudad se pacifique y que los narcos dejen de usar las cárceles como oficinas vip, para que quede en evidencia el éxito de su gestión. Ahora ya no se trata de lograr que los piqueteros no se salgan de la vereda. El desafío de los narcos es real.
En sus últimas reuniones con Pullaro, ambos coincidieron en una idea: si la Justicia no les pone reparos, seguirán ajustando clavijas en las cárceles, aún a riesgo de que haya nuevos ataques a civiles. “Tenemos que dejarlos en aislamiento total hasta que un juez nos frene”, se escuchó en la reunión. La bronca era absoluta.
Es que, además, hubo una situación inédita en esta última ola de terrorismo civil: la hipótesis que se investiga es que, por primera vez, las bandas que se disputaban sus territorios a balazos se juntaron en un reclamo. Las amenazas fueron firmadas por “Zona Norte, Sur y Oeste”. Los narcos unidos contra la ministra y el gobernador. Eso provocó la muerte de cinco civiles, elegidos al azar. Una catástrofe. “Le digo a Bullrich: están haciendo las cosas mal. Se pone la chapa de Bukele y le falta mucho”, protestó en una entrevista Germán Bussanich, el papá de Bruno, el playero asesinado por un sicario. Y completó: “Ellos usan el método Bukele pero la pagamos nosotros. No se puede vivir así”.
Los riesgos de aplicar la doctrinas Bukele en un país cuyo sistema de seguridad no está preparado son evidentes.
El jueves 14, en el Boletín Oficial se publicó una nueva reglamentación para el empleo de armas por parte de los miembros de las fuerzas federales, que les da más libertad de disparar “cuando haya peligro de muerte del propio agente o de ciudadanos que están ante un ataque de narcotraficantes”, explicó Bullrich. En la sesión caída en Diputados, por falta de quórum, el legislador santafesino Mario Barletta quería colar un proyecto para delegarle una serie de facultades a la ministra. No lo consiguió, al menos por ahora. Hasta se evaluó la posibilidad de declarar el estado de sitio, pero el Presidente lo descartó.
Bullrich sigue siendo una de las ministras que más apoyo tiene de Milei. Y además goza de buena imagen: las últimas encuestas de las consultoras D'Alesio IROL y Opinaia le dan más imagen positiva que negativa. Pero el de Rosario es su desafío más importante. Quedó a medias en la gestión anterior. Intentará tener éxito en esta oportunidad.
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