Horacio Rodríguez Larreta siempre fue un hombre pragmático. Supo crecer al calor de la campaña de Ramón “Palito” Ortega, construir al lado de Mauricio Macri y nacionalizar su figura, pandemia mediante, sentado al lado de Alberto Fernández. Un político con cintura, capaz de adaptarse al espíritu de los tiempos, pero con algunas reglas de oro. Una de ellas era jamás mantener reuniones hasta altas horas de la noche, típicas en la liturgia peronista, y otra era evitar abrir su hogar para este tipo de encuentros. El jefe de Gobierno porteño había logrado atravesar su gestión, que está por cumplir cinco años, sin incumplir ni una sola vez estas máximas. Pero en la noche del miércoles 9 algo se rompió. Ocurrió algunas horas después de que sorpresivamente el Presidente anunciara la quita de un poco más de un punto de coparticipación en la Ciudad y ahí, en ese torbellino de sorpresa, furia y llamadas cruzadas con Martín Lousteau y María Eugenia Vidal, Larreta convocó a un cónclave urgente y de emergencia. Por primera vez, abrió las puertas de su hogar en Barrio Norte y recibió a Diego Santilli, Felipe Miguel, Fernando Straface y a sus dos espadas en comunicación, Christian Coelho y Federico Di Benedetto, para diseñar un plan de contención de daños. El caos fue tal que recién días después Larreta cayó en que había roto una de sus normas.
Alberto Fernández también fue siempre un hombre pragmático. Pasó por las gestiones de Alfonsín y Menem, integró las listas de Cavallo e, incluso, antes de convertirse en el jefe de Gabinete de Kirchner tuvo un amague de acercamiento con el naciente partido de Macri, Compromiso por el Cambio. Siempre fue un político con cintura, capaz de dialogar con propios y ajenos, y por eso supo integrar a Larreta a la mesa de trabajo cuando la pandemia lo requirió. Pero en la noche del miércoles 9 algo se rompió. En el torbellino de policías armados rodeando la Quinta de Olivos, con una Provincia incenciada por el Covid y el reclamo de la Bonaerense, Fernández obró de una manera atípica en un hombre de tanta experiencia. Los relatos varían entre los que aseguran que ya en la mañana de aquel día tenía en mente la polémica decisión, y otros, quizás más realistas, dicen que recién tomó forma una hora de reloj antes del anuncio, pero lo cierto es que el Presidente rompió varias reglas no escritas en el mundo de la política. Por ejemplo, convocar a intendentes opositores y exponerlos en público sin avisarles previamente de qué se trataba, o notificar literalmente un minuto antes a Larreta. Parecen datos anecdóticos pero no lo son: a los políticos les molesta muchísimo menos un tuit o una declaración criticando a otro por chavista o neoliberal que estocadas de este tipo, que con el tiempo se convierten en rencillas personales. Algo se rompió en ambos bandos, y de los restos de ese derrumbe de la sintonía fina entre Uspallata y la Casa Rosada parece surgir, finalmente, el enemigo.
Batalla. Fernández y Larreta mantuvieron diálogo directo desde que se conocieron. Parece hace una vida, pero la primera vez que se vieron la cara -a pesar de que luego Alberto declarara en varias entrevistas que eran “viejos conocidos de la política”- fue el 6 de diciembre de 2019. Fue cuando el jefe de Gobierno porteño se trasladó hasta las oficinas que tenía en Puerto Madero el hombre que estaba por asumir la Presidencia. Es un punto nodal en esta historia: los más cercanos colaboradores del mandatario juran que aquel día, desde el minuto 0, Fernández ya le avisó que iba a buscar cambiar la coparticipación y que desde entonces venían preparando la medida. Sin embargo, en aquel encuentro reinó la concordia y la buena sintonía, algo que explotó por los aires luego de los aprietes policíacos.
Para el cierre de esta edición se cumplían una semana y un día de silencio de radio entre los dos hombres, un periodo de tiempo sin que se manden un mensaje inaudito desde que llegó el Covid al país. Con el que sí hubo un mínimo y tibio contacto desde el anuncio fue con Kicillof, pero todos los mensajes fueron “en tono pandémico”. “Pero no se habló del elefante en la habitación”, se escuchó en estos días en la sede del Gobierno porteño.
Sin embargo, ni Larreta ni Fernández dejan de ser políticos y, sobre todo, líderes de un Ejecutivo en plena crisis sanitaria y económica. El fin de semana siguiente al anuncio de la discordia ya empezaron a reaceitarse los canales informales que siempre existieron entre Larreta y Fernández. Julio Vitobello y Eduardo Valdés, dos hombres de extrema confianza del Presidente, fueron algunos de los que cruzaron el Rubicón para dialogar con el larretismo. También hubo algunas charlas directas entre ministros, como Cafiero con Miguel, Trotta con su par de la Ciudad, Acuña, o Quirós con Ginés González García, aunque todas fueron en tono de gestión.
Orfebre. La gran incógnita que flota sobre todo el asunto y que, con cierta ironía, de ambos lados de la grieta intentan esquivar con la misma cintura calculada, es si esto favorece o no a Larreta. Y en especial, la duda es si, en caso de que lo termine posicionando, la decisión de enfrentarlo fue adrede. “A nosotros nos conviene tenerlo a él de adversario para salir de la dicotomía Cristina-Macri”, decía un importantísimo ministro nacional unos días antes de la pandemia. Siguiendo esta línea, lo que estaría ocurriendo ahora sería volver a los planes que el Covid puso en stand by.
“Lo subimos al ring al pelado, ¿de qué se va a quejar? Si nosotros lo hicimos debutar en la Primera”, dice con ironía uno de los asesores más cercanos al Presidente. Es decir que varios en Olivos comparten la visión de que sentarlo al lado en cada conferencia de prensa a Larreta lo hizo crecer. “¿Cuántos formoseños lo conocían antes? ¿Y en Chaco? Nos debe más a nosotros que a Macri”, coincidía un importante secretario nacional. E incluso van más lejos: “De su gobierno nos pedían que no confontemos con Bullrich o con Macri para no desdibujarlo a él”. O sea, no es ningun secreto que en estos meses estuvieron jugando en tándem, una relación que les sirvió a ambos para afianzar su naciente liderazgo y despegarse de los ex presidentes correspondientes. Ese vínculo, en el que se cruzaban chistes futboleros y chicanas políticas, llegó al punto tal que NOTICIAS lo retrató en una tapa de junio con el título “Amor prohibido”, con un fotomontaje que los muestra abrazados y que despertó las risas de ambos.
Pero, como dice la canción, hasta acá llegó el amor. “Nunca le dije que era un traidor o que me estaban traicionando, pero bueno, quizás desde afuera se leyó así porque eso es lo que fue”, se escuchó en las oficinas del Gobierno de Larreta en estos días. Hablaba del mensaje del ministro Eduardo “Wado” De Pedro, que le pidió que lo llame ocho minutos antes del anuncio y ahí le soltó la buena nueva. “Ustedes no pueden hacer esto”, le dijo Larreta antes de cortarle. En aquel momento estaba en el local “Pizza Cero”, que está muy cerca de su casa y que ahora volvió a poner mesas en la calle, para la alegría del jefe de Gobierno. El diputado Álvaro González, alfil de Larreta en el Congreso, estaba sentado frente a él y no podía entender por qué, de la nada, se le había transformado la cara a su interlocutor. Más insólitos fueron los minutos que le siguieron: luego del mensaje de Fernández, le entró una llamada de una preocupada Vidal, y mientras hablaba con ella lo llamó también Jorge Macri. Ahí la situación, si no fuera porque el tema es complicado, sería hilarante: Larreta conectó al intendente de Vicente López a la llamada con Vidal, y cuando Macri empezó a hablar se dio cuenta que este había puesto el celular en altavoz y que lo acompañaban todos los intendentes de la oposición que acababan de recibir el baldazo de agua fría en Olivos. “Pero Alberto nos dijo recién, después del anuncio, que vos sabías”, le dijo, atónito, el primo del ex presidente. En alguna parte de aquella noche, Larreta se enfrentó a una realidad hasta entonces desconocida: el hombre que le escapó siempre al conflicto estaba obligado a recoger el guante y presentar batalla. Terminaba la larga agonía de esa relación “de amistad” que en algún momento el Presidente dijo que tenían.
En guerra. A las tres de la madrugada del jueves estaba listo el decreto presidencial 735 que salió publicado aquel día en el Boletín Oficial, luego de que pasara por los atentos ojos de Vilma Ibarra. Entre otras cosas que enfurecieron al Gobierno porteño, una fue la celeridad de todo el asunto: ya en la mañana de aquel día el Banco Nación, el organismo que gira los dividendos del Tesoro Nacional a cada provincia, le envió menos dinero a la Ciudad que el que le venía mandando. Tiempo récord para los tiempos del Estado, algo que alimenta la sospecha cerca de Larreta de que el plan del recorte a la coparticipación venía desde antes y, sobre todo, motorizado por Cristina Kirchner. “No nos pueden sacar de un día para el otro toda esta plata”, fue una queja que se repitió más de una vez en aquella noche adrenalínica en lo del jefe de Gobierno porteño. Es que el recorte es un número nada menor: serán $ 35.000 millones anuales menos, y de acá a fin de año, salvo que la Corte Suprema decida otra cosa, alrededor de $ 10.000 millones menos. “Vamos a tener que ajustar un poco de todos lados”, confiesan desde la Ciudad, aunque cuentan que al menos hasta 2021 tendrán cierto aire para aguantar.
“Ojo, yo no me lancé a candidato a Presidente, nada más le contesté a Alberto por la decisión que tomó”, se atajó Larreta el jueves 10 de su anuncio ante un amigo que le preguntó si realmente ya estaba enfilando hacia la Rosada. “Horacio no se tiene que largar ya, falta mucho, sería un error”, fue el consejo que en aquellos días repitió Miguel Ángel Pichetto, que cada vez orbita más sobre Uspallata. De cualquier manera, en Olivos juran que no se les arrugó la ropa. “Si se quiere enojar, que se enoje, pero por las formas, no por el fondo. Fue un día difícil, con 200 canas rodeando Olivos y necesitábamos la guita urgente, como para tener tiempo a avisarle a todo el mundo. Él sabía que esto iba a pasar, y además está bien que pase, no puede tener tanta plata la ciudad más rica del país”, explican cerca de Alberto.
El cruce tuvo consecuencias inesperadas. Una de ellas fue que, al contrario de lo que se podía esperar, parece haber reacercado a Macri con su antiguo jefe de Gabinete porque ahora ambos tienen una postura dura con el Gobierno, aunque a la larga solo haya lugar para uno. A pesar de que la carta que publicó el ex presidente en el diario La Nación fue algo más dura de lo que al larretismo le hubiera gustado, el alejamiento del jefe de Gobierno de Olivos y el resurgir de la fisura política es un hecho que hace que el otrora líder del PRO duerma más tranquilo. Tiene lógica: a Macri le hubiera costado un trabajo grande, sobre todo para su base dura, abrazar en público a un Larreta desagrietado. “A medida que se radicaliza frente al Gobierno, Juntos por el Cambio se afianza”, explica uno de los ex funcionarios que hablan todos los días con el ex presidente. Esto es importante a futuro: significa que, finalmente, podrían estar cimentándose los caminos para que Macri acepte un segundo lugar en la coalición, que ahora dirigiría un nuevo Larreta más combativo.
En Olivos se muestran descreídos de esta realidad. “Larreta sabe, porque lo vivió en estos meses, que lo que a él le garpa es hacerse el republicano y dialoguista. Apenas pasen estas olas, que se van a pasar, va a volver a esa posición”, aseguran. Este razonamiento tiene a la pandemia jugando a su favor, como se demostró en el hecho de que el día del cierre de esta edición Larreta volvió a viajar hasta la quinta presidencial para debatir una nueva extensión de la cuarentena. Esta es una película que parece que se repetirá, y que, con el correr del tiempo y si Alberto vuelve a aceitar su cintura de viejo zorro político, podría tender a un deshielo. “Si me llaman para hablar de la cuarentena y la pandemia, no puedo no ir. Tenemos que gobernar”, explicó el jefe de Gobierno cuando lo consultaron si iba a volver a pisar Olivos.
Pero la posibilidad de una vuelta a la Fase 1 de la relación amistosa parece lejana, y también en no mucho empezará a jugar el reloj electoral, con los comicios legislativos asomándose a la vuelta de la esquina. También existe la posibilidad de que el Presidente esté en pleno ejercicio de su experiencia en la materia, y el último episodio sea una aplicación práctica de las enseñanzas de Sun Tzu. “Si conoces al enemigo no debes temer el resultado de cientos de batallas contra él”, decía el estratega chino. Y si algo hicieron Alberto y Horacio en estos meses fue conocerse.
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