Permítanme dudar. Al caso Alperovich debemos llamar mejor "escándalo Alperovich", porque si un senador de la Nación, que fue gobernador de la Provincia, andaba utilizando su poder para justificar y ocultar el acoso y el abuso sexual con mujeres de su entorno, eso merece llamarse escándalo. Y no es privado. Es un escándalo político e institucional.
José Alperovich ya renegó de sus fueros y pidió licencia para ver si se pone a disposición de la Justicia. Eso de algún modo tranquiliza al mundo de la política. El Senado trató el pedido de licencia del ex gobernador. Pero ¿Debe tranquilizarse la sociedad? Traigo a cuento otro caso: en abril de este año, con el colega Ramón Indart hicimos una serie de notas sobre un asunto parecido que tenía que ver con Manuel Mosca, presidente de la legislatura bonaerense que había sido acusado por acoso por dos mujeres y había tres mujeres más en lista de espera para denunciarlo por la misma aberración. El escándalo Mosca fue devorado por la interna del PRO en la provincia de Buenos Aires. Quedó en la nada y renunció a su cargo. Así, María Eugenia Vidal pudo hacer su campaña electoral sin ese zumbido de Mosca.
Manuel Mosca era mano derecha de la gobernadora tanto en el Congreso provincial como en el armado territorial. Un puntero. Un negociador. Alguien encargado de extender al PRO por todo Buenos Aires. Pero un acosador sentado a la diestra de la candidata era demasiado y todo quedó ahí, en la nada misma.
El escándalo Alperovich recién empieza, aunque su impacto político para el gobierno que está por comenzar con nada menos que Cristina Fernández de Kirchner presidiendo el Senado, se reduciría con el acusado fuera de foco, o sea de licencia.
En este mismo instante se están viralizando en redes sociales una foto y un video de la acusadora de Alperovich que además es su sobrina segunda. Se la ve bella, voluptuosa. Inquietante, se podría decir si quieren. Que esas imágenes empiecen a circular ahora no parece casual. Las redes sociales nos han revelado como primates digitales. Seres morbosos y por eso capaces de justificar o explicar una situación aberrante por la figura de la víctima. Una especie de “en algo andaría”, por portación de físico femenino. Es el problema de las víctimas de acoso y de abuso en general. Empezando por el acusado, se la culpabiliza y en el fondo se las culpabiliza por ser mujeres.
Acá el problema no son las curvas de la sobirna segunda de Alperovich el problema es la sinuosidad del senador y, por qué no, el sistema político argentino.
Comentarios