Para cuando Alberto Fernández y Omar Perotti se reunieron ya había pasado demasiada agua bajo del puente. El gobernador de Santa Fe hizo fuertes reclamos a Nación por la falta de colaboración ante la escalada de violencia en Rosario, producto del narcotráfico, y Aníbal Fernández, el ministro de Seguridad, le respondió con munición gruesa.
Mientras las acusaciones iban y venían desde Santa Fe a Capital Federal, en Rosario los homicidios continuaban. Después de un 2022 con récord de asesinatos, en enero y febrero la violencia siguió escalando. Al Presidente y el gobernador no les quedó margen de maniobra: tuvieron que reunirse.
El encuentro del lunes 13 sirvió para bajar la tensión y diagramar una agenda de trabajo en conjunto: coordinar la distribución de los agentes federales y acelerar los proyectos para reforzar la Justicia federal, que tiene los mismos recursos de hace 40 años. Pero principalmente sirvió para frenar los cortocircuitos entre los dirigentes. Por ahora pasó la tormenta política, aunque todavía queda el huracán provocado por la ola de inseguridad.
Cruces. Durante una semana Perotti y Aníbal Fernández cruzaron insultos. El gobernador, que cambió por cuarta vez de ministro de Seguridad, había reclamado ayuda urgente de Casa Rosada y el funcionario nacional le contestó por Twitter: “Asombran sus declaraciones. El gobierno nacional no ha dejado de invertir fondos para ayudar a revertir los problemas de Rosario, que llevan 20 años. Los resultados están a la vista”. Ese sería el inicio de la batalla.
Perotti respondió: “Sigue sin entender la realidad de Rosario”. Y agregó: “Si esta es toda la ayuda que Nación nos puede dar, hay que decirles que no alcanza”. A pesar de ser del mismo color político y haber compartido muchos momentos durante las últimas campañas electorales, Perotti se cruzó en distintas oportunidades con el gobierno central. “El gobernador está reclamando con la misma determinación con la que exigió el pago de la deuda por coparticipación”, dice el ministro de Gestión Pública, Marcos Corach. Y agrega: “No nos falta ahínco, lo que pasa es que muchas de las gestiones que hicimos no llegaron a conocerse”.
Esta semana, toda la discusión se dio en el ámbito público. Porque Aníbal Fernández no dejó pasar el contragolpe del santafesino y volvió a contestar: “Él dice que el que no entiende soy yo. El que no entiende es él. Es su provincia, es su policía. ¿Por qué no le pregunta a los otros 22 gobernadores cómo resuelven el tema con sus policías? Porque ninguno de ellos tiene problemas”, lo chicaneó. Y agregó: “Nosotros lo ayudamos de la mejor manera”.
Perotti se quedó con la última palabra, antes de reunirse con el Presidente. A través del canal oficial de comunicación provincial difundió un mensaje de alto voltaje: “Aníbal Fernández nos pide que las provincias nos encarguemos de delitos federales como el narcotráfico. Eso demuestra que el gobierno nacional abandona Rosario”. Luego concluía: “Solo falta que le pidan a Santa Fe custodiar las fronteras del país para que no entren armas o drogas”.
En medio de la disputa con Casa Rosada desembarcó en Santa Fe el ministro del Interior, “Wado” de Pedro, uno de los posibles candidatos K a la presidencia. Hubo reunión con Perotti con el tema de la violencia narco como uno de los ejes principales. En Balcarce 50 tomaron nota.
Perotti no fue el primero en deslizar que Rosario parecía “abandonada” por el Gobierno. Hace un año, el intendente de esa ciudad lo había sugerido luego de un cruce con, otra vez, Aníbal Fernández. “Está buscando ventajas politiqueras. Basta, por Dios, estamos trabajando a destajo y enviando más efectivos”, protestaba por Twitter el ministro de Seguridad. El radical Pablo Javkin le respondería por la misma vía: “Yo defiendo a mis vecinos. Diga lo que quiera pero venga, traiga el destacamento que se anunció. Se lo digo de corazón: los efectivos que están no alcanzan”. En el 2023 el reclamo sigue siendo el mismo.
Calma. La visita de Perotti al Presidente trajo algo de tranquilidad. El lunes 13 estuvieron a solas en Casa Rosada durante una hora. Hubo pases de facturas por las acusaciones vertidas y una serie de compromisos para trabajar en adelante. Como había sucedido con Aníbal Fernández, la charla se puso áspera al discutir por la cantidad de efectivos federales que hay en Santa Fe. El ministro de Seguridad dice que son más de 3500, pero el gobernador duda. “Es que él no sabe cuántas personas tenemos trabajando de incógnito, en inteligencia”, dice el funcionario nacional. Perotti considera que Nación no hace su máximo esfuerzo al respecto. Para el albertismo, el gobernador está intentando deslindarse responsabilidades que les son propias. Por eso insisten con la idea de la “ayuda” nacional: pueden colaborar, pero quieren que él se ponga al frente de la cuestión.
De hecho, desde Rosario le hacen un reclamo similar: “El gobernador le soltó la mano a Rosario”, denunció la diputada provincial socialista Clara García, viuda de Miguel Lifschitz. A menudo la oposición al peronismo remarca que ganaron la elección con un slogan que hoy están lejos de cumplir: “paz y orden”, prometía Perotti. No lo consiguió.
Otra decisión del gobernador que no fue bien recibida en Casa Rosada fue la de nombrar como ministro de Seguridad a Claudio Brilloni. No por su falta o no de aptitudes, sino por su pasado. El 8 de febrero Perotti le tomó juramento al flamante funcionario, quien fuera comandante de Gendarmería durante la gestión de Patricia Bullrich en Seguridad.
Por un momento, la política corrió el eje de la disputa entre Nación y Santa Fe. Es que el nombramiento de Agustín Rossi como jefe de Gabinete de Alberto fue considerado por algunos como una provocación. “El Chivo” y Perotti tienen una mala relación, luego de que se enfrentaran en las PASO del 2021 y el gobernador le ganara de mano en aliarse con Cristina. A él, casualmente, que siempre se consideró leal a la ex presidenta, la jugada lo hirió. Ahora podrían tener que trabajar en conjunto por la situación de Rosario.
Guerra. Mientras la dirigencia busca soluciones y reparte culpas, la violencia no cesa. Hubo 35 homicidios en los primeros 45 días del año. Un policía resultó muerto mientras trabajaba y un joven fue secuestrado al azar y asesinado “para dar un mensaje narco”, según interpreta la Justicia.
No son los únicos hechos violentos: en la última semana un hombre en bicicleta baleó el frente de la Comisaría 32 y no lo detuvieron. Dispararon contra bancos, canales de televisión y sedes judiciales. Incluso los políticos deben cambiar sus agendas por este tipo de hechos. El intendente Javkin tuvo que suspender la inauguración de una bicisenda porque tirotearon un centro de salud. El descontrol es total.
Hastiados por lo que sucede, vecinos realizaron el lunes 13 una masiva marcha con velas. “Vivimos con miedo y nadie hace nada”, protesta Ezequiel Lowden, referente de un grupo conformado por familiares de víctimas. Acamparon durante un día frente a la sede rosarina de la gobernación y, tras ser recibidos por el gobernador y algunos de sus ministros, levantaron sus cosas y les dieron diez días de tregua. Si nada cambia, prometen que volverán.
Más allá de la política, otras voces se alzan contra lo que sucede en Santa Fe. Luego de que un juez federal y una fiscal fueran amenazados en Venado Tuerto, el presidente de la Corte Suprema, el santafesino Horacio Rosatti, le pidió a Aníbal Fernández protección para sus funcionarios. Desde Seguridad le contestaron que les intensificarán la custodia. Incluso la Iglesia se manifestó. La arquidiócesis de Rosario emitió un duro comunicado el miércoles 15 que tituló: “Una injusticia que clama el cielo”. “La violencia nos angustia, restringe nuestra libertad y enluta”, dice. Y continúa: “La injusticia crece por la falta de respuestas de los distintos niveles del Estado representados por magistrados y funcionarios designados legalmente en democracia y cuyo poder queda deslegitimado por un ejercicio que no genera las políticas públicas lúcidas, decididas y valientes”.
Después de los cortocircuitos, la dirigencia política firmó la paz en Casa Rosada. Ahora, de manera mancomunada, tendrán que conseguir lo más importante: conseguir frenar la violencia y el narcotráfico en Rosario.
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