Tuesday 10 de December, 2024

POLíTICA | 13-02-2023 09:30

El juego de la mesa del Gobierno: la batalla por la candidatura

Después de meses de tironeo, el Presidente convocó a una reunión para debatir. El plan K para doblarle la mano y las aspiraciones de “Wado”.

lberto Fernández está excitado. En verdad, el Presidente está en un constante subibaja emocional, una sensación que comparten varios popes del oficialismo, en especial los que tienen aspiraciones electorales. Ahora, sentado desde su despacho en la Quinta de Olivos, es un buen momento para él. Le acaban de llegar encuestas, relevamientos que el Gobierno viene pidiendo con cada vez mayor asiduidad e interés, y el mandatario siente que tiene algo para festejar.

A esta altura, ya entrado en el último año de su gestión, se convirtió en un experto en el arte de mirar siempre el vaso medio lleno. “Mirén”, le dice Fernández a su equipo más cercano, señalando los papeles. “No hay nadie que mida mucho más que yo, estamos todos bastante parejos”. Su tropa más fiel se envalentona: el líder está mal, pero no tan mal, o igual de mal que el resto de los posibles candidatos del Frente de Todos, sin Cristina Kirchner en la ecuación. “Entonces, ¿por qué no podría ser Alberto? Que venga, sino, otro mejor y le gane en unas PASO”, dice un miembro de ese equipo.

Es esta lógica bélica la que impera, en estos días previos a la tormenta, en el cerebro y el círculo del Presidente. Y es un mensaje que llegó hasta los campamentos de las otras tribus del Frente, que se preparan para dar la batalla, la última de una guerra que ya lleva varios años. El kirchnerismo agotó la paciencia, y a los dardos de siempre le sumó la candidatura cada vez menos oculta del ministro Eduardo De Pedro. 7

A esa amenaza apenas implícita se le suma la más visible, la que trae una economía inflacionaria que Massa parecería no estar domando, y que tiene al ministro de Economía nervioso y con dudas sobre su propio futuro. A este escenario frágil se le sumó ahora la convocatoria a la tan pedida “mesa política”, una herramienta con la que el cristinismo venía queriendo presionar al Presidente, y en la que se jugarán varias estrategias y cartas para que, de fondo, nada cambie. En el juego de la silla del peronismo todos cuidan su lugar.

La otra mejilla. Un ministro, de contacto frecuente con el Presidente, se reclina sobre la silla de su despacho y se sincera, como quien se saca un peso de encima. “Esta mesa nació muerta. No tiene ningún sentido. La única mesa que puede existir, y que tendría sentido, es la que hubo al principio, la de Cristina (o Máximo), Sergio y Alberto. Cualquier otra cosa es más para el show que para otra cosa”, dice.

Ese es un aspecto central en esta novela. Cuando los historiadores del futuro vuelvan sobre lo que fue este Gobierno e intenten rastraer la génesis de la interna que se terminó fagocitando a esta administración, surgirán seguramente varias tesis. Estarán quienes sotengan que el primer gran conflicto fue cuando Alberto Fernández, en ese entonces el candidato triunfador de las PASO 2019, aceptó pactar con Mauricio Macri un precio para el dólar hasta que llegara el traspaso de mando, mientras que otros sotendrán que el nudo de este drama hay que buscarlo en los entretelones del acuerdo con el Fondo y de lo que fue la votación de ese proyecto en Diputados. Sin embargo, en estos días en que se volvió a poner de relieve la constitución de un espacio de debate político, son varias las voces que marcan que el punto de quiebre fue la desintegración de la primera mesa.

Pasó hace no tanto, pero parece una eternidad. En el arranque de la gestión, y hasta bien entrado el 2021, todos los miércoles o los jueves -salvo alguna excepción- Fernández recibía en Olivos a Massa, De Pedro, Santiago Cafiero, y Máximo Kirchner. Era una cita semanal -a veces para el almuerzo y otras para la cena- donde se debatían los distintos temas de la gestión, en ese momento muy atravesada por la pandemia. A pesar de los chispazos normales de cualquier gestión, todos los que integraban ese espacio se mostraban más que conformes con el ida y vuelta de esos encuentros. Pero en un momento algo se rompió en pedazos, y la relación entre las partes del oficialismo jamás volvió a ser la misma.

Fue en algún momento previo a las elecciones del 2021, cuando el oficialismo estaba en pleno tironeo para el armado de las listas legislativas. Como todo lo que sucedió en este Gobierno, la versión cambia según a qué bando se le pregunte. El kirchnerismo dice que, en pleno debate, Fernández hizo lo peor que podía hacer. Era un pecado mortal que el propio Alberto ya había hecho en el pasado -y qué por lo tanto era plenamente consciente de las consecuencias-, cuando anunció su salida de la jefatura de Gabinete mediante la tapa del diario Clarín.

En esta reversión de la historia, Fernández le anticipó al analista Raúl Timerman qué la boleta la iban a encabezar Victoria Tolosa Paz en Buenos Aires, y Leandro Santoro en Capital, algo que luego el hombre contó en C5N. Esa decisión unitaleral de poner a dos políticos suyos al frente de la lista y encima anunciandolo ante los medios, sin previo aviso, fue para Máximo y su espacio una afrenta imperdonable. Los que conocen la mente del líder camporista dicen que la decisión de no apoyar el acuerdo con el Fondo y renunciar a su cargo como jefe de bloque en la Cámara baja fue un correlato lógico de la “traición” de las listas legislativas, acción que encima se agravó por el hecho de que el Frente de Todos hizo una muy mala elección y perdió por mucho en Capital y Buenos Aires.

El Presidente y su círculo, en cambio, sostienen que la implosión de la primer mesa política se dio porque el kirchnerismo, representado por Máximo, venía haciendo eterno e imposible la confección de las listas. “Le peleaban a Alberto hasta por un quinto concejal de Calamuchita, parecía que en verdad no querían acordar nada, sino que lo querían volver loco”, dice un adláter de Fernández que siguió de cerca esas negociaciones.

Pero, más allá de quién tenga razón, lo cierto es que ese espacio de debate e intercambio sucumbió antes de la primera mitad de la gestión de Fernández. Y es lo que explica porqué lo que viene ahora no genera demasiadas expectativas en nadie.

Nominado. Las invitaciones para el encuentro político las repartió Juan Manuel Olmos, el vicejefe de Gabinete que va acumulando poder a medida que se desgasta el del resto de sus pares: es de los pocos, poquísimos, que tiene diálogo con Alberto y con Cristina, y el respeto de ambos. Su labor, además, destaca en el momento en que la Casa Rosada está envuelta en un espiral de incertidumbre. Juan Manzur renunció a su cargo como jefe de Gabinete, para volver a competir a Tucumán, una retirada estratégica que es sintomática del momento del Frente de Todos. Fernández, en un almuerzo que tuvieron en la provincia, le había pedido al tucumano que aguantara en su cargo hasta los primeros días de marzo, pero no hubo caso: Manzur, ampárandose en que las elecciones provinciales serán el 14 de mayo, le dijo que tenía que irse ya. El reemplazante, Agustín Rossi (ver recuadro), asumirá en breve.

La cita de la mesa política será el jueves 16, en la sede del PJ nacional. El lugar encierra una definición clara: Alberto planea jugar de local, armar el encuentro como él quiere, y no piensa dar el brazo a torcer. “Él es el presidente del partido, no estamos haciendo nada que no queríamos, habíamos pensado en hacer ya una actividad el 24 y la adelantamos. Los recibimos en nuestra casa y sólo para hablar de los ejes para la campaña”, es la advertencia del albertismo. Por eso es que quieren que la convocatoria sea lo más amplia posible, que incluya a todos los sectores, y con la consigna explícita de no debatir la gobernabilidad.

Esa encerrona era la que temían De Pedro y otros referentes del kirchnerismo. “Además de la estrategia electoral y de las candidaturas creemos necesario discutir las políticas que se desarrollarán para conquistar a la mayoría electoral”, fue un mensaje que hizo circular el ministro en privado. “Tiene razón 'Wado': es imposible discutir la campaña sin discutir la gestión, la política. Los que van a votar al Frente de Todos este año son los que van a valorar nuestra gestión, es imposible separar una cosa de la otra”, dice un hombre de trato frecuente con el ministro del Interior.

Por qué saben bien lo que busca el albertismo con esta convocatoria es que ni Cristina Kirchner -que cruzó algunos mensajes con Alberto luego del episodio de De Pedro contra él- ni Máximo van a asistir al convite. Aunque los ministros no fueron formalmente invitados -hecho que la mayoría festejó- se espera que “Wado” asista al encuentro. ¿Le dirá a Alberto en la cara que quiere ser candidato? “Nadie espera demasiado de la reunión”, dicen en esa trinchera.

Futuro. Fernández, como se va a ver en el encuentro peronista, quiere apoyar su candidatura en los gobernadores e intendentes. Es un arma de doble filo: si bien estos dependen de los fondos de Nación para subsistir -y por lo tanto tienen una obediencia casi necesaria con Presidencia- también necesitan los votos para quedarse en sus cargos. Atarse a la suerte de Alberto es una apuesta arriesgada, y los primeros que lo saben son los gobernadores: a mitad de enero el Presidente hizo un intento por recibirlos en la Rosada, pero ante la baja convocatoria que estaba consiguiendo la desarmó.

El martes 7, por la noche, cenó con los intendentes peronistas del conurbano bonaerense en Olivos. Ahí, como en cada mitín político que tiene, los mandatarios locales le preguntaron qué piensa hacer en las elecciones. Como siempre, Fernández fue esquivo, no confirmó ni negó. Pero algo está claro: piensa dar batalla. “Yo soy el Presidente, no me van a pasar por encima”, dice, cuando las internas los saturan.

En el kirchnerismo también parece haber un nuevo consenso. Si a fines del año pasado, previa a la decisión de CFK de bajarse de la contienda, se especulaba con el plan K de retener Buenos Aires y dejar las elecciones nacionales a su propia suerte, eso demostró ser una ilusión. En esta tribu crecen dos ideas: la primera -más protocolar, menos conflictiva- es buscar un candidato de unidad, un acuerdo entre todos los sectores, algo que incluiría el okey de Fernández.

Esa -los nombres en que tanto Alberto como Cristina puedan llegar a estar de acuerdo- es una lista muy corta: Sergio Massa o Daniel Scioli. Pero si eso no prospera, el kirchnerismo ya tiene una idea en la cabeza. Ir con una lista propia, en la que si hay que negociar los lugares sea desde una clara posición de fuerza, y que tenga a la cabeza a De Pedro, y con eso ir a la PASO que tanto quiere Fernández. CFK está convencida de que ella puede trasladar sus votos a otra persona. ¿Podrá hacerlo de nuevo?

Es la economía. Sin embargo, toda la suerte electoral del Gobierno está atada al rumbo de la economía. Y en la trinchera del ministro se están prendiendo algunas alarmas. La inflación de enero promete volver a ser alta, con lo que prácticamente quedará descartado el plan de Massa de llevar la inflación a alrededor de tres puntos mensuales para marzo o abril. Esa era, venían repitiendo desde el massismo, una de las condiciones que ponía el tigrense para sentarse hablar de su candidatura. Hubo también otra novedad en este espacio: desde ahí hicieron circular la idea de que el tigrense le había pedido a Alberto, en la cena ante los intendentes en Olivos, que defina más temprano que tarde su candidatura. Para Massa, que desde que arrancó la gestión se caracterizó por cuidar las formas al extremo, este es un movimiento llamativo.

Pero al tigrense hay que seguirlo con lupa. Tanto para el albertismo -en el caso de que Fernández decline sus ambiciones- como para el kirchnerismo y para el resto del espacio panperonista, Massa empieza a ser visto como el candidato más potable: es alguien en quienes todas las vertientes pueden confluir, corre el eje de la pelea kirchnerismo-Casa Rosada y, además, si las elecciones salen mal será él quién ponga la cara. Por ahora, el ministro sigue negando en público cualquier intención de protagonizar la boleta presidencial. Pero todavía falta un largo camino por recorrer. Nadie espera que la mesa del PJ defina en lo inmediato una candidatura. De hecho, lo más probable es que aporte más ruido al ruido.

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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