De la expulsión de Matías Kulfas hay un conclusión que se antepone a todas: ser leal a Alberto se paga caro. El ahora ex ministro de Producción se sumó a una lista larga de los que creyeron en el mandatario y ahora se arrepienten.
De esto puede dar fe un ex ministro, del riñón albertista, que hace dos meses visitó a Fernández en Olivos. Era la primera vez que hablaban desde que el Presidente lo había echado. Había sido un caso parecido al de Kulfas: en un momento en que las papas quemaban, el mandatario lo había entregado a las fieras. En aquel momento, casi todo el Gabinete había sentido que la manera en que se lidió con la renuncia había sido imprudente. Una sensación que en estos días se volvió a repetir.
De aquel encuentro, un almuerzo que duró varias horas, el ex funcionario se fue con una idea. “Es impresionante. Alberto me dijo que le había costado mucho la decisión, que no había sido fácil, pero jamás pidió perdón. Ni una sola vez”, contó luego, en un retrato de la psicología presidencial que habla por sí solo. A esta realidad sucriben los que corrieron la misma suerte. Marcela Losardo, otrora ministra de Justicia, llegó como la histórica socia de Alberto en el mundo del Derecho, pero nunca recibió el apoyo que esperaba de su íntimo amigo ante los embates K. Nicolás Trotta, ministro de Educación, sufrió las desautorizaciones públicas que le hacía el mandatario, como cuando salió a desaconsejar el cierre de aulas por la segunda ola y al día siguiente Fernández anunció lo contrario.
Ginés González García, Felipe Solá, Juan Pablo Biondi, Agustín Rossi y Luis Basterra también podrían dar fe de que cobijarse bajo el ala de Alberto es una mala idea.
por R.N.
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