Era un escándalo que se venía cocinando a fuego lento. Había señales, indicios y desencuentros. Como en la política argentina la culpa siempre la tiene el otro, todo depende de con qué cristal se mire al asunto.
En el bando de Horacio Rodríguez Larreta cuentan que las sospechas arrancaron 15 días antes de que Facundo Manes tirara la bomba que cambió el tono de la campaña. Según este relato, uno de los más intimos colaboradores del médico había pedido un encuentro con un funcionario clave de la Ciudad para pedirle -o exigirle- que no se les ocurriera usar la plata del fisco porteño para inflar a sus candidatos. Poco después un ex intendente bonaerense, que ahora está con Manes, le dijo lo mismo, ya con tono intimidatorio, a una de las manos derechas de Vidal. Fueron dos alarmas, que luego subieron de tono cuando -de nuevo, según esta versión de los hechos- se enteraron de que el radical había sumado el tema de los impuestos a sus sesiones semanales de coacheo mediático, a la par que empezaban a tomar fuerza los rumores de que el neurólogo estaba teniendo problemas de financiamiento electoral. Cuando Gerardo Morales, a quien en la sede porteña de Uspallata ya dan directamente trabajando para el oficialismo además de verlo como uno de los culpables de “llenarle la cabeza” a Manes, elevó el tono de sus críticas a Larreta, ahí se acabaron las dudas: había que prepararse para una trompada. Y llegó.
Manes tiene otra versión de los hechos. Cuentan cerca suyo que la historia arranca por una intimidación, pero que salió del otro lado de la grieta. La culpable, para esta biblioteca, es Elisa Carrió. Fue días antes de que formalizara su candidatura, en el último de los dos encuentros que mantuvieron “Lilita” y Manes este año. Ahí ella tiró, como quien no quiere la cosa, que él iba a tener serios problemas durante la campaña porque lo iban a “operar” con el caso de una presunta mala praxis del neurólogo, que la Justicia ya desestimó pero que cada tanto las redes reflotan. “Pero si querés, yo te protejo”, le habría dicho la ex diputada. Como el médico ya le había explicado el asunto en el anterior cara a cara, en lo que había sido una cena distendida, dicen que no le quedó otra opción que entender que esa advertencia era, en verdad, una amenaza. La esperanza de la UCR se enojó bastante y entendió, además, que atrás de la líder de la Coalición Cívica estaba la larga mano de Larreta. La explosiva declaración que dio a fines de julio en una entrevista en La Nación, en la que hizo público su pedido de no usar los fondos del Gobierno porteño para la campaña bonaerense, sería, según esta lógica, nada más que una calentura del momento que venía gestándose por las bravuconadas del bando rival.
Más allá de las versiones, está claro que la única verdad es la realidad, que marca que el cierre de listas dejó un tendal de cicatrices que no terminan de cerrar y que se ventilan a cielo abierto. Intendentes que juegan con las dos listas, gobernadores que buscan desgastar a sus competidores presidenciales, candidatos que descalifican a quienes van al tope de sus listas, operadores misteriosos que alimentan fantasías de jugadas sucias: la oposición, a un mes de las PASO, parece un cabaret.
Leona hervíbora. Casi un viaje en el tiempo. Eso experimentaron quienes tuvieron que escuchar las quejas -casi gritos- de María Eugenia Vidal en el mediodía del martes 3. Ese encuentro en Uspallata con Larreta y su equipo iba a ser una más de las tantas reuniones de cara a las elecciones, pero cambió de tono inesperadamente. La noche anterior había levantado temperatura el escándalo por las declaraciones misóginas de Fernando Iglesias y de Waldo Wolff, y la ex gobernadora, que ya venía acumulando broncas, explotó. Habló de irresponsabilidades, de los problemas para ordenar la alianza, de la falta de currículum y del chequeo correspondiente del pasado de los candidatos que la acompañan en la lista, como Sabrina Ajmechet, entre otras cuestiones que de una manera u otra la terminan dejando expuesta. Hasta el jefe de Gobierno se sorprendió por lo enojada que estaba su socia política, aunque varios de sus colaboradores festejaron el estallido por lo bajo: son muchos los que en Juntos por el Cambio sienten que Vidal no termina de reencontrarse con el “ángel” que la hizo triunfar en el 2015. Los ataques machistas de los diputados cambiemistas volvieron a despertar, aunque sea por un rato, a “la Leona”. Alguien que podría dar cuenta de esto es el propio Iglesias, que esa tarde recibió un llamado de Vidal. La conversación fue ríspida y le anticipó que luego haría un descargo en público.
El más preocupado con que la interna se doble pero que no se rompa es el propio Larreta, que vive en el 2021 pero sueña con el 2023. Después de la bomba de Manes les bajó la orden a todos sus funcionarios y a los que van en su lista de que no se les ocurriera contestar bajo ningún punto de vista. “En política, saber hacerse el boludo es un don”, es una de las máximas del jefe de Gobierno, que volvió a aplicar en estos días.
El jefe de gobierno porteño, fanático de Racing, está por estos días pensando con una lógica futbolera: aguantar la pelota hasta que el reloj marque el 13 de septiembre. Larreta está convencido de que cuando terminen las PASO y se disipe el humo, va a encontrarse, casi dos años después de la derrota del 2019, en el lugar que siempre quiso estar. “Cuando la fórmula para noviembre sea Santilli-Manes van a ver todos que Horacio es el gran ganador de la interna”, dice uno de sus cerebros de la campaña. Ahí apuestan que esa dupla va a perder por no más de siete puntos, lo que sería una victoria teniendo en cuenta que en las anteriores elecciones Vidal perdió por 14.
No todos en Uspallata piensan -o dicen pensar- lo mismo: más de uno cree que el neurólogo no se va a bancar el segundo lugar y que va a inventar una excusa para irse a su casa. Por ahí todavía tienen fresco el episodio del 2017, cuando Manes estuvo a medio minuto de encabezar la lista de diputados de Cambiemos en la Provincia. En el último momento Macri se metió -problema de egos, para algunos, decisión estratégica, para otros- y le dio ese lugar a Graciela Ocaña. A pesar de que la noche anterior al cierre de las listas, e incluso en esa misma mañana, la entonces gobernadora fue hasta la casa del médico para intentar convencerlo, la situación no prosperó.
Está lejos de ser el único problema. Hay varios del círculo íntimo de Larreta que dicen que el jefe de Gobierno no puede creer que Manes haya sumado a su equipo a Gastón Douek. Este experto en campañas, conocido por algunos como “el señor de los trolls”, fue quien, para el larretismo, orquestó y difundió en el 2015 la historia según la cual Larreta fue uno de los culpables del suicidio de Favaloro. Es una ofensa que en Uspallata todavía no perdonan, y que molestó mucho en estas semanas. Cerca de Manes le bajan el tono, aseguran que Douek sólo trabaja para ellos haciendo análisis de redes, y retrucan: “Ellos no pueden decir nada, si trabajan con Guillermo Seita, el tipo que más campañas sucias hizo en Argentina”. Si le preguntaran del tema a este consultor, que tiene en su nómina de clientes desde Larreta a Massa y Schiaretti, seguramente se reiría: Douek y Seita son socios desde el 2017.
En Uspallata, en donde todavía se están acostumbrando a ver el despacho vacío del vicejefe, también siguen con desconfianza lo que, dicen, es un juego a dos puntas de intendentes del PRO. Según este relato, Jorge Macri, Diego Valenzuela y Guillermo Montenegro, entre otros, estarían impulsando no sólo la lista de Diego Santilli sino también la de su competidor. Es una lógica típica de cualquier intendente bonaerense: asegurarse que entren la mayor cantidad de consejales propios posibles. En el bando de Manes se hacen los desentendidos y cuentan al pasar que en esas localidades las listas de concejales son de unidad: por esto, a cualquiera de los mencionados le daría lo mismo que gane “el Colorado” o el médico. En Uspallata no se lo toman con tanta calma. “A Jorge se le pagó bien, pudo poner varios legisladores bonaerenses y encima Larreta le prometió ser ministro si gana en el 2023”, cuentan. Sería una nueva cartera: ministerio del AMBA. Todavía falta mucho.
A triunfar. En la mitología radical hay una leyenda que volvió a escucharse en estos días. Es de mediados de la década del 20, cuando el presidente era Marcelo T. de Alvear. El entonces mandatario fue a un cierre de listas en la Casa Radical, que se convirtió primero en un griterío y luego en una balacera. Cuando los disparos rebotaban en las paredes se asomó, desde debajo de un sillón, una parte de la calva de Alvear con una frase que quedó en la historia: “No tiren, hijos de puta”. Desde entonces, en la UCR se usa esa fórmula para bajarle el tono a un debate político, aunque en esta versión 2021 parecería ser lo contrario. Todos tiran.
El principal pistolero es el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, que ya amenazó con romper la coalición. De hecho, el radical volvió a subir el tono de las críticas (“Larreta se cree poderoso”) aún después del encuentro del lunes 2 entre los popes de la coalición, donde se acordó bajar las tensiones. Son tantos y tan repetidos los dardos que en la Ciudad dicen que resolvieron el misterio: “Es porque Morales está jugando no sólo a subirse el precio sino también para quedar bien con su histórico socio, Massa”. En el larretismo, incluso, le ponen precio a esa sintonía: hablan de 40 millones de pesos que el Gobierno nacional le habría enviado a Morales y que este a su vez reenvió a la campaña de Manes.
Los apuntados se ríen de la historia. Cerca del tigrense recuerdan que su amistad con Larreta es más parecida a “una religión”, por la puntualidad con que se juntan a comer cada diez días, y desde el bando del médico directamente la descartan. “Gerardo es un tipo que sabe mucho de política y si dice eso por algo será, pero de ninguna manera nos financia”, dicen. La bronca entre Morales y la Ciudad, en verdad, viene desde antes del cierre de listas: el jujeño le insistió mucho a Manes con romper la alianza y que él se presente con la UCR directamente por afuera. Las broncas vienen de larga data.
En estos días de tension, sin embargo, hay varios que recuerdan una de las máximas de Larreta. “Acuérdense de que nosotros no estamos acá para ser oposición, sino oficialismo. Y para llegar al gobierno tenemos que sumar a todos”, dice el jefe porteño, que siente cada vez más cerca su sueño presidencial. “Es que Horacio es un componedor nato, además de un domador de halcones”, festejan cerca suyo. Hay que ver quién ríe último: a Vidal las encuestas no le sonríen demasiado, Santilli todavía no triunfó ante Manes, y en el oficialismo juran que los últimos números que recibieron dan cuenta de que el votante blando está viendo con malos ojos el ruido y la bronca en la oposición. Ponerse la banda presidencial antes de tiempo suele salir mal en Argentina.
Ataque misógino y bronca. En el búnker de campaña de Horacio Rodríguez Larreta siguen sin poder digerir lo que sucedió: Fernando Iglesias convirtió lo que el PRO consideraba una oportunidad política en un desastre para los propios. “Desvió el foco de atención”, protestan. Es que el diputado opinó sobre el ingreso de decenas de personas a la Quinta de Olivos en plena cuarentena estricta, algo que el Presidente iba a tener que explicar, y terminó con una denuncia de Florencia Peña y un pedido de desafuero.
La oposición había empezado a desmenuzar la lista de ingresantes a Olivos de la cuarentena. Y el caso podía terminar en escándalo para Alberto Fernández. Sin embargo, la cuestión tomó un giro inesperado con los comentarios de Iglesias, quien insinuó que había connotaciones sexuales en las visitas de la actriz y conductora.
Lo mismo sucedió con Sofía Pacchi, la modelo que integra el equipo de trabajo de Fabiola Yáñez. "Para mi la señorita iba a ayudarlo a encontrar la perilla que enciende la economía para poner la Argentina de pie”, ironizó Iglesias en su cuenta de Twitter. Y su par, Waldo Wolff, replicó: “Pero ella de rodillas, ¿no?”. Hubo enojo y repudio.
Pero las protestas no fueron solamente externas. Dirigentes de Juntos por el Cambio no quisieron dejar pasar los exabruptos: “Como mujer no puedo acompañar esa manera de expresarse, para avanzar hacia una sociedad más igual hay que cuidar esas expresiones”, sentenció María Eugenia Vidal.
Se sumó a otras voces que se habían expresado antes: la diputada Silvia Lospennato calificó el tuit como “pésimo”. “Hay que pedir explicaciones convincentes y la actividad de los no esenciales en Olivos a altas horas de la noche pero de todos, varones y mujeres, y hacerlo sin insinuaciones ni prejuicios”, protestó la bonaerense. La secundaron Karina Banfi, Roxana Reyes y Paula Oliveto, entre otras.
Cerca de Mauricio Macri, en el ala dura del PRO, todavía no se manifestaron. De hecho, como Fernando Iglesias fue una apuesta política del ex presidente, sienten la necesidad de defenderlo: en off aseguran que la provocación del diputado “mantuvo el tema en agenda”.
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