Poco queda del carácter de aquel joven economista con perfil técnico que fue elegido para negociar con el Fondo Monetario Internacional. A 500 días de haber asumido como ministro, Martín Guzmán ya se convirtió en un dirigente que se anima a jugar en la interna oficialista. Si va ganando o no el partido, dependerá de la óptica con que se lo mire. Pero lo que nadie podrá negar es que, por acción de Alberto Fernández y omisión del kirchnerismo, sigue acumulando poder.
La renuncia de Roberto Feletti a la Secretaría de Comercio Interior lo sorprendió, pero no le cayó del todo mal. El ministro de Economía tenía severas discrepancias con el funcionario cercano a Cristina y no estaba dispuesto a dejar que se saliera con la suya, sobre todo ahora que pasaría a ser su jefe.
El día siguiente a los cambios en el Gabinete, el economista recibió el apoyo del Presidente, que lo sentó a su lado en un acto. La inquietud que ahora deberá responder Guzmán es si le torció el brazo al kirchnerismo o si le hicieron un vacío de poder para que sea el único responsable del rumbo de la economía. De una u otra forma, ahora las cosas se harán a su manera.
El último round
El cambio de organigrama llevó a Feletti a tomar la drástica decisión. Es que su área, Comercio, iba a pasar a formar parte de Economía. Es decir, su jefe directo iba a ser aquel al que había responsabilizado en más de una oportunidad por la galopante inflación. En abril, previo a conocer los índices económicos de marzo, lo dejó solo: “Va a ser muy alta, pero eso es responsabilidad del Ministerio de Economía”, dijo el soldado del Instituto Patria. Y completó: “Está claro que no hacemos milagros. Las canastas han funcionado y mejoraron los precios de referencia, pero es insuficiente”. Desde allí ya no hubo retorno en la relación con Guzmán.
Antes de que Feletti pegara el portazo, hubo dos reuniones organizativas para que Comercio se cambiara de ministerio. En el tercer encuentro, luego de haber hablado con Cristina, el kirchnerista soltó la noticia de que se iba. No hubo intentos por retenerlo. El ministro llamó al Presidente para comunicarle la decisión y le anticipó que tenía a un reemplazante: un joven economista de su riñón. Alberto lo aceptó.
Pocas horas después, Fernández, en un acto en el Museo del Bicentenario, ya estaba saludando por última vez al impulsor de los precios cuidados: “Hablé con Feletti, a quien aprovecho para despedirlo y darle las gracias por todo el trabajo realizado”, dijo y agregó: “Le tocó enfrentar un momento tan singular”.
En su carta de despedida, Feletti argumentó que quería darle a Guzmán “libertad para seleccionar funcionarios y funcionarias que compartan el rumbo definido y el programa fijado” y señaló que con el ministro de Economía y con Matías Kulfas “compartimos el objetivo final”, pero que tuvieron “discrepancias sobre el sendero trazado y sobre las herramientas económicas seleccionadas”.
Guzmán no hizo comentarios al respecto, pero en su entorno aseguran que el cambio permitirá darle “coherencia” al plan del ministro: que las decisiones que parten desde la cúpula sean respetadas y compartidas por los secretarios. Con la renuncia consumada, en los pasillos de Economía analizan que hubiese sido muy difícil mantener una relación óptima de trabajo con diferencias tan sensibles. Antes que nada, hablan de las retenciones, que Feletti alentaba y Guzmán rechaza, aún a costa de contradecir al Presidente.
Más de un funcionario preguntó si la renuncia del secretario de Comercio, consensuado con la vicepresidenta, era una cuestión aislada o se vendría una andanada de deserciones, tal como sucedió tras las PASO del 2021. Por ahora, la única que acompañó Feletti en su decisión de volver al llano fue Liliana Schwindt, quien estaba a cargo de la Subsecretaría de Acciones para la Defensa de los Consumidores. Pero las miradas habían apuntado hacia el secretario de Energía, Darío Martinez, y el subsecretario del mismo área, Federico Basualdo, quienes también tuvieron cortocircuitos con Guzmán. Por ahora resisten.
Desafíos
Desde hace meses el ministro viene acercándose a los empresarios. Ese gesto le valió la reprobación del kirchnerismo, a pesar de que él argumenta que sólo lo hace para explicarles las medidas, no para ceder a sus intereses. Esa relación con el establishment le da una oportunidad de cara a lo que viene: deberá convencer al círculo rojo de una tregua y que no sigan remarcando precios, al menos hasta que el acuerdo con el FMI empiece a dar frutos.
Es que si Guzmán no logra frenar el ritmo ascendente de la inflación, quedará en evidencia. Saben que muchos dirigentes del Frente de Todos lo esperan con cuchillo y tenedor tras el fracaso.
El acercamiento del Gobierno, a través del economista, con el círculo rojo se notó en el acto del 24 de mayo para incentivar inversiones en Vaca Muerta. Allí dijeron presente empresarios que desde hacía tiempo no aparecían. El más emblemático: Paolo Rocca, uno de los más poderosos del país y a quien el Presidente había reprendido tiempo atrás por una serie de despidos en Techint.
Mientras puja por cumplir las metas con el FMI en el cierre del primer trimestre, Guzmán tiene que volver al rol de negociador.
El ministro de Economía retomará en junio el diálogo con el Club de París, para renegociar el pago de unos 2 mil millones de dólares que el país le debe a ese organismo. El ministro está preparado para que a la oposición, que habitualmente lo cruza, ahora se le sume gran parte del oficialismo. Ya no tendrán reparos en hacerle sentir el rigor. Sabe que las críticas del kirchnerismo duro a su trabajo van a arreciar. Pero Guzmán no es el mismo de hace dos años atrás: está dispuesto a enfrentarlos.
En abril, Máximo Kirchner lo apretó sin disimulo: “¿Cómo que Guzmán no se involucra en las disputas de poder?”, dijo en un plenario sindical del PJ bonaerense. El ministro no se achicó: desde allí, aún con el bajo perfil de siempre, mostró las garras.
Ahora la suerte está echada para el ministro. Corrido el kirchnerismo de Economía, no habrá nadie con quien compartir responsabilidades.
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