Más allá del alud de críticas que se le vino encima al iniciar su alegato en la causa Vialidad, lo que más le dolió al fiscal Diego Luciani es el ensañamiento de un funcionario a quien conocía. Revelan en su equipo que las declaraciones de Juan Martín Mena lo ofuscaron: el viceministro de Justicia dijo que la causa parecía “una serie trucha de Netflix”. Hace algunos años, ambos habían creado una relación trabajando juntos en casos de trata de personas. Pero en la política y en la Justicia no hay sentimientos que valgan.
Las críticas del kirchnerismo no se hicieron esperar. Durante toda la semana convirtieron en la primera tendencia global de Twitter el hashtag #TodosConCristina y más de uno amenazó con que, ante una eventual condena, saldrían a la calle a protestar. El 17 de octubre de la vicepresidenta.
Menos Alberto Fernández, Sergio Massa y algún que otro ministro díscolo, toda la dirigencia política del oficialismo se sumó al apoyo hacia la vice. Incluso Luis D’Elía, que en su afán por apoyar a Alberto Fernández había hecho un giro de 180 grados, dio una nueva media vuelta y volvió a bancar a Cristina. Aseguró que “estamos dispuestos a salir a las calles a defenderla”.
Es el mismo D’Elía que en junio, tras sentirse atacado por la vice, la acusó de corrupta, nada más y nada menos que en una entrevista en C5N: “Nos declaró la guerra a todos los movimientos sociales. Me dolía cuando veía que la señora tenía tres hoteles o que a algunos secretarios le encontraban, en cuentas de Estados Unidos, 60 millones de dólares. Lo miraba con asco”. Todo cambia.
Para que la representación bíblica sea completa, a la santificación de Cristina debe oponérsele la figura de un demonio. Por eso, el miércoles 3, un empleado del diputado Rodolfo Tailhade pidió la declaración jurada de Luciani, en un esfuerzo por encontrar irregularidades. El fiscal se enteró en su despacho, muchas horas después de la maniobra. “Que indaguen tranquilos, me van a descubrir las deudas”, bromeó con sus auxiliares en el noveno piso de Comodoro Py. Sabe que le están buscando inconsistencias.
Es que se transformó rápidamente en una figura pública. En el gimnasio y en otros ámbitos que solía frecuentar, y en los que pasaba completamente desapercibido, ahora lo reconocen. Su entorno asegura que exagera los buenos modales y que vive con cuidado extremo, para que no haya sospechas en su accionar.
La causa de la obra pública alteró su vida y la de su familia. Incluso, se sorprendió de los reiterados intentos de phishing en su celular: prácticas virtuales para intentar robarle contraseñas. El fiscal no escarmienta: “Nosotros no elegimos estar acá, pero si estamos es por algo. Hay que cumplir la misión”, repite como un mantra a sus auxiliares. Incluso cuando eso signifique trabajar para que la vicepresidenta recibe su primera condena.
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