El lunes posterior a las elecciones, Sergio Massa ingresó al ministerio de Economía rodeado de empleados y militantes: “Massa presidente”, cantaban eufóricos luego del batacazo del domingo 22. “En noviembre, cueste lo que cueste”, entonaron también. Pero el candidato no los acompañó en la euforia: apenas saludó, sobreactuando mesura. Se sacó selfies, les pidió calma y se metió en el despacho para monitorear la reacción de los mercados.
Aún en el momento de mayor felicidad de su carrera política, Massa no se salió del libreto. Ni siquiera se lo vio desbordado el domingo electoral, tras sorprenderse con que había obtenido el 36,7% de los votos y había quedado muy por encima de Javier Milei (30%) y de Patricia Bullrich (23,8%). Subió al escenario solo y con voz serena agradeció. Está más cerca que nunca del objetivo de su vida, pero sabe que cualquier error se pagará caro.
Estrategia. El guión de Massa no cambia. Seguirá hasta el 19 de noviembre tomando medidas que simulen un alivio económico en medio de la crisis. Horas después de la elección, ante corresponsales extranjeros para dar una señal al mundo, anunció un dólar preferencial para las exportaciones de bienes y servicios. Una disposición que regirá sólo por el próximo mes.
Massa tiene un punto a favor de cara al balotaje: ni la alta inflación, ni el escandaloso nivel de pobreza, ni la devaluación constante de la moneda debilitaron su candidatura en las generales. “En este mes no vamos a tener más desafíos de los que ya tuvimos”, se consuela ante este cronista el candidato a vice de Unión por la Patria, Agustín Rossi.
La otra pata del plan tiene que ver con hacer todo lo contrario a lo que lleva adelante la oposición: no ofrecer cargos por televisión, como hizo Milei. No cruzarse en conferencias de prensa, como hicieron el PRO y el radicalismo. “Nosotros vamos a ir a buscar a los ciudadanos, no a los dirigentes. A todos los que compartan nuestros valores”, asegura Rossi.
Lo cierto es que Massa también piensa en algunas convocatorias a los sectores más moderados de la oposición. Pero esos acuerdos se negocian en privado y sin apuro.
La primera movida política del ministro de Economía fue exigirle a Leandro Santoro que se bajara del balotaje ante Jorge Macri por la jefatura del Gobierno porteño. El candidato lo llamó por teléfono y le explicó que no iban a ser posible las campañas cruzadas: mientras Massa debía buscar el voto de Juntos por el Cambio que quedó suelto, Santoro iba a ir en contra de JxC para convencer a los electores de Marra. Además, con ese movimiento de fichas, eliminaron la posibilidad de Juntos por el Cambio de hacer campaña en noviembre.
Eso sí, como premio consuelo, Massa sumó a Santoro a su equipo de campaña y le prometió un lugar en su gabinete, si resulta electo. Una negociación de ganar-ganar.
Las señales hasta el momento son positivas. En el ministerio ven con sorpresa algunos apoyos que reciben, como el de Hans Humes, director ejecutivo de un grupo inversor que es parte de los fondos buitres. “Es una especie de escenario ideal”, dijo. Y agregó: “Es mucho mejor un peronista centrista que se embarque en las reformas necesarias que con una figura polarizadora”.
Pero el que más llamó la atención fue el visto bueno de la Corte Suprema. El presidente, Horacio Rosatti, habló en una universidad sobre la necesidad de lograr la “unidad nacional”, el concepto de la campaña que lleva adelante Massa.
La relación entre el máximo tribunal de Justicia y el ministerio de Economía es fluida. Es que el Poder Judicial trabaja en conjunto con esa cartera para reajustar sus presupuestos. De tal manera que las idas y vueltas son varias y, de acuerdo a lo que fuentes judiciales le comentan a NOTICIAS, “desde la llegada de Massa cambió para bien, es un laburo aceitado”. En la Corte dicen que el candidato de Unión por la Patria “es un tipo con el cual se puede dialogar”. En el ministerio se festeja como un gol.
POLíTICA | 29-10-2023 07:55
Sergio Massa: las claves de su operativo mesura
Sobreactúa racionalidad para contraponerse al estilo Milei.
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