**** En principio una paradoja: en una Argentina triste hay una ciudad a la que llaman “La Feliz”. Pero además, Mar del Plata, entre otros, tiene un periodista que, como Ignacio Melucci, en vez de mirar hacia afuera siempre mira hacia adentro: entrevista pueblos y fiestas locales, consulta músicos y escritores zonales, charla mano a mano con camioneros y antropólogos y recorre la historia de la ciudad y la de los lugares poco conocidos y que están olvidados y fuera de la zona metropolitana.
El promedio de 4.000.000 de personas que cada año visita Mar del Plata tiene en “Región Atlántica” un guía turístico-cultural insuperable. La primera sugerencia que da el conductor es que, a veces, para conocer los misterios de los pueblos, más que recurrir a los grandes documentos hay que ir directamente a los lugares.
En la charla del periodista aparecen los años 1830, cuando entre Dolores y Mar del Plata andaban los últimos gauchos con facón en la cintura (que era como llevar la ley encima). Llegan, también, las mujeres que se bañaban vestidas de largo en el mar, las que usaban hojas de lechuga debajo del sombrero contra la insolación y curioseaban a los varones que mostraban sus pantorrillas desnudas. Melucci nos hará recordar, también, la Ruta 2 y el año 1950 y la competencia entre los autos norteamericanos versus “El Marplatense”, un tren con tocadiscos, pisos alfombrados y peceras.
Después, y como quien no tiene la intención de hacerlo, el conductor muestra la existencia de dos clases definidas de marplatenses: los que quisieron conquistar la zona y los que sintieron que la zona los conquistaba a ellos. Y también otra clase: los que compraron viviendas porque “el ladrillo valía más que el peso”, pero nunca terminaron realmente unidos ni al destino de sus propiedades ni al de su ciudad: llegaron sin pasado encima y sin porvenir adentro.
Melucci, sabio pero modesto, nos entera de la panadería en la que se pagaba con pagarés que después se cobraban en el banco. Cuenta, también, cómo se abandonaron la ganadería y las chacras cuando descubrieron que las cosechas de soja se cuidaban solas. Va el cronista por la ruta e informa que en Sierra de los Padres, por la lluvia, se suspendió la llegada de los Reyes Magos que llegaban a caballo. Y no faltan los datos curiosos: a pocos kilómetros de Mar del Plata no hay celular, no hay luz eléctrica y en las escuelas rurales todavía hay niños que no conocen el mar. En Olavarría, por ejemplo, la escuela de la Estación Mapis tiene once alumnos y está a 130 kilómetros de la cabecera del distrito.
Y un dato para pensar: la mayoría de los habitantes de Buenos Aires suelen evocar el bombardeo a la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955. Sin embargo, en Mar del Plata, su población no suele recordar el terrible bombardeo naval que, el 19 de septiembre de 1955, cayó sobre la Escuela de Artillería y sobre los tanques de combustible del puerto. Piensa sobre eso Melucci: “El bombardeo no es muy conocido, la gente que vive aquí es en gran parte venida de otros lados y el gran crecimiento se dio luego de 1960. Esos hechos terribles, entonces, no tienen gran difusión”.
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