★★★★ Estamos en la Argentina de 1992, han pasado diez años de Malvinas, una guerra sin sentido, salida de la mente de un general en los estertores de su poder. Una conflagración que se usó como excusa para tratar de perpetuar la sangrienta dictadura cívico-militar que asoló al país y nos escamoteó años de convivencia democrática. Un conflicto bélico en el que murieron jóvenes que no estaban preparados, ni física ni militarmente, para la batalla en condiciones climáticas extremas. Una tragedia mayúscula, tal vez la más grande que nos tocó vivir en este país. A tal punto llega la magnitud de sus consecuencias que, aún hoy, hay quienes padecen las secuelas.
Norma (Alejandra Darín) y Lucio (Roberto Vallejos), han perdido a su hijo, un soldado que participó de la contienda. La década transcurrida desde su desaparición en combate ha generado en la madre una obsesión: a pesar de lo informado por el ejército, ella confía ciegamente en su instinto y está convencida que su hijo está con vida. Aunque piensa que quizás haya perdido la memoria y no recuerde que la familia lo espera. Tal vez, razona, todavía continúe prisionero de los británicos. El padre, en cambio, acepta con dolor la situación.
Cierto día, Norma, ve una fotografía de una conmemoración de la contienda bélica y cree reconocer a Horacio. Convence entonces a su esposo de ir al centro de excombatientes donde se realizó el acto para que la ayuden a encontrarlo. Llegan así hasta las huellas de René (Tincho Lups), otro muchacho que también batalló en las islas. El parecido es sorprendente y, a instancias de Lucio, el joven comienza a vivir con ellos, a regañadientes. Pero, con el paso del tiempo, surge la construcción de una convivencia ficticia. A tal punto llega la apócrifa armonía familiar que la mamá, cual Celestina, intenta que Rosario (María Zubiri), la noviecita de la adolescencia que regresa del exilio, vuelva a sentir algo por ese hijo sin rumbo.
La trama de la obra de Alicia Muñoz es un tanto sobrecargada y difícil de asimilar, no sólo porque mixtura dos temas complejos como la guerra y el exilio, sino que además suma la lectura de varios fragmentos del diario que María Sáez, esposa de Luis Vernet, el primer comandante político y militar argentino, escribió en 1829, antes de la llegada de los ingleses a Malvinas.
Hay un buen trabajo actoral, en especial de Darín. Ella es la gran bastonera de la pieza y carga sobre sus hombros la necesaria credibilidad de esa mujer dispuesta a todo. No le va en zaga Vallejos, en la piel del que acompaña a ultranza la quimera de su pareja. Fedra García logró, desde la dirección, sortear con oficio el endemoniado espacio que le tocó en suerte.
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