★★★★ He venido aquí a defender mi alma”, exclama Miguel de Molina, en el comienzo del espectáculo. De eso se trata este unipersonal: exponer algunas verdades y disipar rumores de una vida azotada por las turbulencias.
El cantante ibérico nació en Málaga en 1908 y muy joven, descubrió su potencial artístico. Con apenas veintidós años, decidió dedicarse al arte, primero en Madrid, ciudad donde todas las manifestaciones artísticas florecían, aunque su mayor éxito lo alcanzó en Valencia. Allí popularizó canciones como “El día que nací yo”, “La bien pagá” y “Ojos verdes”. Esta última, es una de las más célebres páginas de la música española y, tiempo después, la célebre Concha Piquer, quien se dice que detestaba el éxito de Molina, la incluyó en su repertorio.
Al llegar la dictadura de Franco al poder, un empresario le ofreció la posibilidad de poder seguir cantando por un honorario mucho menor al que acostumbraba a recibir por cada actuación. Obligado a aceptar las condiciones ante la amenaza de ser denunciado por haber apoyado al ejército republicano y por su condición sexual, termina siendo apaleado por tres individuos que se identificaron como policías.
En 1942, ante el riesgo que corría su vida, debe exiliarse en Buenos Aires; sin embargo, la embajada española, lo obliga a abandonar el país. Tras un tiempo en México, solicita ayuda por carta al general Perón y Eva Duarte gestiona que regrese a la Argentina. Aquí desarrolló una carrera que lo llevó nuevamente a la popularidad en radio, teatro y cine. Falleció a los 84 años, en 1993.
Semejante personaje, de aristas tan ricas y con un anecdotario de vida tan prolífico, es abordado por el actor y cantante español Ángel Ruiz con extrema sensibilidad y desparpajo. No solo actúa muy bien, sino que también canta lo más conocido del célebre “farón de la copla”, con un registro vocal considerable. En el piano lo acompaña César Belda en un marco escénico minimalista. Sólo el instrumento y un baúl con vestuario contribuyen a generar el clima necesario que, por momentos se ve alterado, cuando suena un celular o algún espectador sale de la sala, motivando la molestia indisimulable del intérprete, aunque sin dejar nunca de lado su personaje.
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