(CUATRO ESTRELLAS)
“A los hombres no les gustan las mujeres como tú, con esa mirada rebelde y desafiante”, le dicen a Inés Suárez de Plasencia, una adelantada
a su época. En pleno siglo XVI, viajó desde Extremadura hasta América, en busca de su marido y junto a Pedro de Valdivia, fundó la ciudad de Santiago de Chile, además de defenderla con su palabra y con su espada. Esta serie de ocho episodios, inspirada en la novela homónima de Isabel Allende, basada en hechos reales, repasa una época histórica llena de proezas y de horror, donde el amor más intenso y el honor conviven con la cruenta conquista de Sudamérica. Elena Rivera (Cuéntame cómo pasó) y Eduardo Noriega (Alatriste, La sonata del silencio) protagonizan esta coproducción de RTVE, Chilevisión y Boomerang TV, que ostenta una impresionante factura técnica.
El periplo argumental se inicia con Inés (Rivera), como una humilde costurera, huérfana de padres, que vive en Plasencia junto a su hermana Asunción y su abuelo. Allí conoce a un apuesto comerciante, Juan de Málaga, con el que no dudará en escaparse y contraer matrimonio a escondidas del autoritario anciano. Una vez que están unidos, se mudan a la próspera Sevilla, ciudad llena de riquezas que esperan les abra la puerta de la prosperidad. Pero tras unas malas gestiones, el esposo debe marchar hasta el denominado Nuevo Mundo, para encontrar fortuna, dejando a la muchacha sola. Un año después, sin recibir noticias, la joven decidirá embarcarse para intentar encontrarlo.
El primer capítulo presenta la dureza visceral de la conquista española, y las realidades injustas contra las que la mujer protestó nada más cruzar el Atlántico. Aunque su ciudadanía de origen y condición de casada la protegen, a diferencia de las indígenas que la acompañan en su travesía hasta Cuzco, vemos cómo debe hacer frente a las indeseadas atenciones de los hombres y, ante una amenaza más que inmediata de violación, comete su primer asesinato en defensa propia. Inés, apenas llegó, supo que su marido había muerto y, libre de compromiso, conoce al que será el amor de su vida, Pedro de Valdivia (Noriega), con el que partirá a tomar Chile.
Uno de los grandes aciertos del envío es infundir de ímpetu las relaciones entre sus personajes, creando un cauce que funciona para entender las motivaciones que los mueven -que no es otra cosa que la pasión que despierta el ansia de riqueza- incluso por encima de la religión. Por supuesto, tiene la impronta melodramática de una telenovela, denostado género televisivo que, gracias al interés popular, aún goza de muy buena salud en todo el mundo.
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