(DOS ESTRELLAS)
En una escenografía reducida, tras desordenada presentación, con pésimo sonido, pelo platinado y rostro rejuvenecido, Marcelo Tinelli volvió al codiciado “prime time”. Esa franja horaria nocturna que desvela a los programadores locales ya que genera mayores ingresos por auspiciantes. Lo hizo con su más rendidor caballito de batalla, el “bailando”. Así a secas, en el camino quedaron los “sueños” solidarios que supieron tender un puente comunitario con causas benéficas. ¡Qué útil hubiera sido en estas épocas de vacas flacas!
No fue el único cambio. A diferencia de las décadas pasadas, el regreso fue en un canal de bajo encendido como América, habituado a pelear con denodado esfuerzo por el tercer o cuarto lugar en el rating, detrás de las pantallas calientes de Telefe (el líder indiscutido) y Eltrece. En este contexto, el desafío de cautivar a los elusivos televidentes resulta aún mayor. Recordemos que Tinelli, a la hora de concitar el interés de la audiencia, durante mucho tiempo fue el poderoso e inalcanzable número uno de la pantalla chica argentina y consecuente formador de opinión social.
Entonces, no dudaba en enunciar su preocupación por el precio del dólar. Pero en sus últimos envíos, como conductor o productor, descendió posiciones y, quizás por eso, ahora no disparó ningún dardo con intención política. Pero Marcelo y su gente respiran aliviados: al menos durante la primera semana de emisiones, conquistó el segundo puesto con cierta holgura. Aunque desde el lunes de estreno al viernes, las mediciones evidenciaron una constante tendencia a la baja.
Habrá que ver si sostiene o no los dígitos.
En cuanto a la dinámica del programa en sí, se mantiene igual de rutinario y, presupuestaria y creativamente, devaluado. En off se escucha vociferar a la locutora Marcela Feudale, y a los humoristas “Larry” de Clay, Jorge “Carna” Crivelli y Chino D´Angelo, históricos laderos, como una exaltada barra de amigos adolescentes que festejan cada ocurrencia del presentador. El panteón se completa con quienes juzgan: la autoproclamada “number one” Moria Casan, los sibilinos cronistas de espectáculos Marcelo Polino y Ángel de Brito, y la bella modelo Carolina “Pampita” Ardohain.
Sin embargo, ni antes ni ahora fueron importantes las destrezas de bailarines y coreógrafos profesionales, ni la de los generosamente llamados “famosos”. Sí, en cambio, lo que pueda decir o hacer ese heterogéneo y variopinto grupo de personajes convocados, sus familiares, amigos o allegados, y por supuesto el cáustico ping pong en desacuerdo con el jurado. No mucho más.
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