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COSTUMBRES | 12-12-2019 14:10

Primeras damas: por qué es un rol que envejeció

El papel político de las esposas de los presidentes está en el centro del debate. Objeciones: machismo, costo económico y falta de reglas.

¿Alguien imagina que un neurocirujano entrara al quirófano acompañado por su pareja y que ella opinara sobre qué hacer o que cumpliera el rol de una instrumentista o que le diera el parte a la familia del paciente? Seguramente aquello sería repudiado y hasta denunciado en la Justicia. Sin embargo, la sociedad normaliza (y hasta demanda) que quien asume la presidencia sea acompañado por su pareja y ella (o él, en poquísimos casos) salude desde el balcón, lleve adelante una agenda de políticas públicas, disponga de un despacho en la casa de gobierno, haga declaraciones y/o represente al país. 

Con un rol que no tiene marco legal ni reglamentario, sin haber sido elegida más que por su pareja, no tiene responsabilidades pero las asume como consecuencia de un poder irradiado. Fenómeno global que atrasa cien años. 

Argentina, tierra de amor. En Casarosada.gob.ar existe el apartado “Actividades Primera Dama”. La última noticia es que Juliana Awada visitó un stand en la Feria de las Naciones de COAS. La sociológa y feminista Dora Barrancos considera que la figura de primera dama tiene que ver con “modelos arcaicos no republicanos”.

Mabel Bianco es fundadora del Observatorio Argentino de Defensoras de Derechos de las Mujeres para el G20 y coordinadora nacional del Grupo de Género del C20, además de presidenta de FEIM (Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer). Para ella, “no se deberían dar funciones ni roles a las/os parejas de los jefes de Estado. Las o los elegimos a ellas o ellos, no a sus esposas/os”, afirma. 

“Por supuesto que es una figura cuestionable desde muchos puntos de vista: por un lado, la mujer tiene que plegarse a la carrera de su marido y, desde el estado de derecho, por qué razón la esposa de un mandatario debe tener influencia política”, plantea la investigadora Carolina Barry, integrante de la Red de Politólogas y quien está por publicar una investigación sobre esposas de gobernadores y otros referentes durante el primer peronismo. 

Al asumir Néstor Kirchner en 2003, Cristina Fernández pidió ser llamada  “primera ciudadana”. Pero, ¿qué connotaciones tienen a nivel republicano las expresiones "primera" dama, ciudadana, combatiente (como Nicolás Maduro presenta a su esposa) o como se prefiera? “Debería haber un acuerdo internacional más uno mediático para eliminar la 'primerización'”, responde Barrancos.

Si Fabiola Yáñez puede o no ser primera dama por no estar casada con Alberto Fernández no es una cuestión. Como el rol no está normativizado, poco importa el estado civil sino más bien si quien ejerce el Ejecutivo la considera su “compañera afectiva”. Dos días después de que Fernández ganara las elecciones, Yáñez dio una entrevista a una radio colombiana, La FM, en la que fue presentada como futura primera dama y “una actriz y periodista, muy mediática en Argentina”.

“¿Cómo siente el resultado de las elecciones y el reto que se viene para usted de convertirse en Primera Dama de la Argentina?”, le preguntaron. “Muy bien, muy bien, con mucha alegría y felicidad. Pero por otro lado con una tristeza enorme de que nuestro país no está en las mejores condiciones y que hay mucha pobreza, mucho dolor y mucha tristeza. Suelo recorrer muchos lugares donde voy a visitar sobre todo a los niños y es un dolor. Sabemos que es un desafío muy grande pero creo que Alberto es la persona que lo va a poder llevar adelante. Yo voy a seguir ocupándome de las cosas que me he ocupado que es lo social. Política no, pero las cuestiones sociales sí, por supuesto”, respondió.

Michelle Obama y Hillary CLinton

Reina consorte. ¿Cuánto de monárquico arrastra el concepto de “primera dama” (o “primer caballero”, como se autobautizó Néstor Kirchner en su momento)? “Es una rémora del pasado casi una continuidad de los sentidos aristocráticos, suena desde todos punto de vista poco republicano y con una alusión inexorablemente patriarcal”, asegura Barrancos. Débora Lopreite, profesora en Ciencia Política de la UBA, recuerda que el término se remonta a los Estados Unidos, un régimen republicano por excelencia, en donde, a falta de monarquía propia, se intenta emparentar con las europeas.

“Obviamente tiene un alto grado de simbolismo ya que –desde esta perspectiva- el presidente, junto a su esposa, es el representante del Estado ante la sociedad y sobre todo ante otros Estados. Creo que puede verse como una dimensión ideal o simbólica del Estado nacional, que no necesariamente entra en conflicto con la idea de la república, en tanto el presidente es electo y la esposa no cumple funciones legales, no es un cargo con funciones estipuladas, y por lo tanto su rol puede cambiar de acuerdo con la tradición y las costumbres del país y obviamente con el perfil del presidente y su esposa y de lo que sus votantes esperan”, asegura Lopreite.

Aquí y allá. Estados Unidos tiene en su haber “First Ladies” potentes: “Michelle Obama formó parte del círculo rojo y se le asignó la política pública respecto de la obesidad en niños norteamericanos, que no es un tema menor en los EEUU. Pero uno puede cuestionar por qué eso no lo implementó el ministerio de salud. Volvemos a la vaguedad legal”, apunta Barry. Ya en medio de su campaña, Bill Clinton decía: “Votan a uno pero eligen a dos”. Hillary, otra emblemática, generó muchísimas controversias en su país, al punto de que la Corte de Apelaciones tuvo que expedirse sobre cuál era la verdadera función de ese rol. Se lo terminó definiendo como un funcionario público de tiempo completo, un voluntariado de 24 horas. 

Primeras damas

Para Barry, Eva Perón inauguró el poder bifronte, donde una primera dama comparte el liderazgo y el poder con el presidente y son tomados a la par. “A diferencia de Cristina, quien tenía una tradición de participación política previa, Eva no tuvo ningún rol formal en la estructura de poder, pero estuvo inmiscuida al nivel del presidente en una cantidad de armados políticos, como la ley de voto femenino”, dice y señala que Evita tuvo un funeral de jefe de estado que duró treinta días; mientras que el de Perón fue de dos días. 

En un momento histórico donde las mujeres ganan posiciones y varias han ocupado la presidencia de sus países, ¿cómo es posible que se siga manteniendo esta figura? Para Bianco, es debido a la persistencia de los valores tradicionales que reducen a las mujeres a ser las que acompañan en lugar de verlas como potenciales protagonistas. 

Aun desde un punto de vista feminista, el debate supone ciertas trampas como señalar lo influyente que pueden ser las mujeres que “bien ocupan” ese rol, versus las “floreros”, a las que la prensa trata no por sus ideas sino por su apariencia. Pero en uno u otro caso, se trata de mujeres que resignifican y supeditan su rol social y/o profesional a partir del de sus parejas. 

Imán mediático. En la cumbre del G7, en agosto pasado, en Biarritz, se publicó una foto oficial que mostraba a la anfitriona, Brigitte Macron, sosteniendo un canasto con ajíes cultivados en la localidad vascofrancesa de Espelette y a las esposas de algunos de los mandatarios posando sonrientes en tacos altos sobre un prado. En redes sociales la chanza fue “D’Espelette Housewives”, en referencia a la famosa serie de televisión “Amas de casa desesperadas”.

Mientras unos pocos señores y una sola señora (Ángela Merkel) definían cuestiones que iban a impactar en millones, sus parejas estaban “oficialmente” en plan turístico. Hay excepciones (siempre masculinas) que se plantan: el marido de Merkel, el químico alemán Joachim Sauer, no la acompaña a esos encuentros ni abandonó su carrera. Tampoco lo hizo el arquitecto Gauthier Destenay, marido del jefe de Gobierno luxemburgués Xavier Bettel. Que los mandatarios y las mandatarias viajen sin acompañantes afectivos, es un principio para que ellas (o ellos) sigan con sus actividades profesionales y personales y no se conviertan en damas o caballeros de compañía. 

Lopreite pone la lupa en los medios y señala que las primeras damas “son transformadas por ellos en celebrities que se mezclan con actrices y modelos y proveen de noticias”. Lo mismo piensa Mabel Bianco: “El periodismo les da prensa a estas señoras y entonces se cierra el círculo que queremos quebrar. Lo ideal es que continúen su vida. Cuánto menos se hable de ellas, mejor”. 

Primeras damas

Para Dora Barrancos, en los últimos cuatro años, hubo una operación mediática en la que “se consagraban las virtudes relativas diferenciales de Juliana Awada versus Cristina Kirchner, fue una operación ridícula mostrando a la familia presidencial como ejemplar. Y dio su resultado, no de primera dama pero sí de 'entrañable y distinguidísima compañía', de 'hechicera', que es otra cosa”, afirma. Lopreite coincide y lo califica como “despliegue marketinero de la gestión macrista”: “Al principio se copiaron algunas cosas de los Obama: Juliana también tenía una huerta en Olivos como Michelle y acompañaba en eventos que tenían que ver con la infancia y el empoderamiento de mujeres líderes, aunque no le conocemos casi ningún discurso”. 

Es cierto que algunos medios suelen hacer un “mejunje” de estereotipos “machirulos”. Pero también es verdad que a nivel protocolar ellas tienen agendas públicas y manejan presupuestos. Y algo no menor: la política se nutre del factor emocional, entonces suma puntos el nacimiento de un hijo, presentarse como “una pareja ideal” o afrontar un duelo. El debate entre los candidatos a presidente de 2015 fue ejemplo: mientras que Mauricio Macri y Juliana Awada se besaban para la tribuna; Daniel Scioli recibía el premio consuelo de un abrazo torpe que le daba Karina Rabolini. Pronto quedó en evidencia que ellos ya no eran pareja y que el entonces gobernador tenía otra relación a partir de la que, a los pocos meses, fue padre. 

En democracia votamos y los funcionarios que no son electos en forma directa, deben atenerse a un marco legal. La nueva gestión que llega a la Casa Rosada tiene una oportunidad de hacer historia, también en este sentido.

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Valeria García Testa

Valeria García Testa

Periodista.

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