★★★ Una de las vocaciones más deseada entre las infancias es la de ser bombero. Tal vez sea porque su imagen se asocia al heroísmo y el servicio desinteresado al prójimo. Lo cierto es que es una profesión indispensable, noble y humanística, que ayuda a proteger la comunidad, asesorando e instruyendo a los habitantes sobre la importancia de la seguridad y la prevención de incendios. No sólo luchan contra el fuego en las ciudades, sino que también participan activamente en emergencias forestales, accidentes de ruta o ferrocarril y hasta colaboran en el rescate de personas durante inundaciones. Constantemente están en riesgo, desafiando a la muerte en cada acción que deben atender.
Numerosas ficciones se han dedicado a rescatar la figura del bombero o bombera. Desde el cine catástrofe estadounidense con la recordada mega producción “Infierno en la torre”, hasta la rusa “Contra el fuego” y la china “La torre del infierno”. También las plataformas de cine y series nos acercan historias que muestran la pasión y las situaciones dramáticas que viven, día a día. “Bajo el fuego”, “Chicago en llamas”, “Estación 19” o “911”, son dignos ejemplos de esta tendencia.
Pero el teatro, no se ha ocupado de reflejar este mundo tan atrayente. Por eso es doblemente bienvenida “Somos bomberos”, la pieza del joven dramaturgo, actor y director argentino Francisco Lumerman que plantea, en sus cimientos, una revisión de ciertas conductas machistas y de lo que se pretende históricamente del hombre en la sociedad.
En la trama, de final sorprendente, luego de un incendio producido en un pool donde fallece el propietario y un nuevo siniestro en el cuartel, los miembros de la brigada ven alterada su rutina cotidiana. El jefe decide convocar a una psicóloga para que realice una terapia dinámica que logre desbloquear el trauma que padecen. La terapeuta deberá enfrentar la resistencia del grupo, e iremos descubriendo que cada hombre tiene una problemática personal diferente. “Parece que tanto fuego les quemó la cabeza”, brama la ex esposa de un oficial que tiene problemas con el consumo de alcohol. Álvarez es adicto al sexo, Domínguez sufre ataques de pánico, Nando, el más joven de todos, padece asma y recibe las burlas de un compañero.
En un elenco homogéneo, bien dirigido por Maite Velo, se destacan Luciana Monasterio, Juan Zuluaga, José Escobar, Ivan Vitale, Daniel Begino y Juan Trzenko, estos últimos dos históricos miembros de ese semillero de artistas que es Andamio 90.
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