La web de la revista NOTICIAS reproduce completa la nota publicada el 5 de febrero de 2011, en la que se entrevistó a Miriam Quiroga, la ex secretaria de Néstor Kirchner.
Miriam Quiroga tenía un título pensado para esta nota: “La Evita de Kirchner”. No sólo porque admiraba a la esposa de Juan Domingo Perón y porque su cargo en la Casa Rosada –titular del Centro de Documentación Presidencial– consistía en el contacto con los “descamisados” y en responder las miles de cartas y los pedidos que le llegaban desde todos los rincones del país, sino porque además la unía un vínculo muy especial con el jefe y lo secundaba en todo momento. “Teníamos una unión muy fuerte –dice ahora–. Dejé todo para venirme con Néstor desde el sur. Dejé a mi familia”. Pero asegura que valió la pena: “Lo mío era como un 'ministerio de los pobres', un lugar desde el que podía ayudar a la gente, como lo hacía Evita”.
Cristina Fernández la echó hace un mes, el miércoles 5 de enero. Dos días antes, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, le había comunicado por medio de un tercero la decisión de prescindir de sus servicios. Recién pudo verlo cara a cara el martes 4, luego de que le impidieran el ingreso a la Casa Rosada hasta que su insistencia de mujer brava pudo más que los guardias.
–¿Por qué me echan, Oscar? –inquirió.
–Cristina conoció a una militante que le gustó y la quiere sumar en ese puesto.
–¿Quién es?
–Se llama Mariana Larroque –respondió Parrilli, seco.
–¡Ah, la hermana del “Cuervo” Larroque, el de La Cámpora! –dijo Quiroga tratando de que se le notara el tono irónico.
–Sí. Así que hagámoslo rápido y entregame tu renuncia ya, antes de que la Presidenta se vaya de viaje.
Pero a Quiroga no le importaba la gira que Cristina emprendería pocas horas más tarde por Medio Oriente. Fusiló a Parrilli con la mirada.
–Qué fea tu actitud, Oscar –le enrostró–. ¡Qué fea!
Después de más de diez años en el kirchnerismo, primero en Santa Cruz y después en la Casa de Gobierno, sentía que la estaban “echando como a un perro”. Pidió hablar con la Presidenta, pero jamás tuvo respuesta. Ahora se decidió a contar su historia.
HABLA MIRIAM. La histórica secretaria privada de Kirchner se encontró con NOTICIAS en tres oportunidades después de ser despedida. Dos veces en un bar de la esquina porteña de Belgrano y Bolívar, y la tercera a pasos de allí, en la oficina de su fundación Ser Argentino, donde exhibe un retrato de Kirchner rodeado por otros en los que se la ve a ella junto a Fidel Castro o Carlos Reutemann. Aceptó fotos en la calle, entregó otras en las que aparece siempre al lado de Kirchner y sólo a veces de Cristina, permitió que los periodistas tomaran nota de sus palabras y mostró su DNI a pedido de esta revista: se llama Elizabeth Miriam, pero todos la llaman por su segundo nombre. Empezó por relatar la escena del adiós con Parrilli, pero a medida que pasaban los minutos y entraba en confianza, se animó a más.
NOTICIAS: No entiendo por qué la echaron. No me está diciendo la verdadera razón.
Quiroga: Es que no lo sé.
NOTICIAS: Algún motivo debe haber.
Quiroga: Bueno. Tal vez porque algunos dicen que era la amante de Néstor Kirchner. Cristina debe haber escuchado eso.
NOTICIAS: ¿Y qué hay de cierto en eso?
Quiroga: Lo conocía a Néstor desde hacía años... (Sonríe). Es vox populi que yo era la amante de Kirchner.
Quiroga suspira. En la charla siguiente retrocede un paso. “Hay algunas cosas que yo no puedo salir a decir, no te olvides de que tengo hijos. ¿Vos tenés hijos?”
NOTICIAS: No.
Quiroga: Entonces no me vas a entender. Además, en algún momento quiero volver a la política, obviamente ya no con este gobierno. Pero la cuestión es que no quiero decir nada que el día de mañana me impida volver.
NOTICIAS: ¿Volver con quién?
Quiroga: Conozco a medio mundo por mi laburo. Con Scioli, por ejemplo, tengo buena relación.
En la Casa Rosada hay funcionarios que la apodan “la otra viuda”, pero que se niegan a entrar en detalles. Según dos de ellos, entre las razones que el secretario Parrilli expuso ante la Presidenta para expulsar a Quiroga del Gobierno estaría la supuesta relación que tuvo con Kirchner. Una tercera fuente de la Casa Rosada anota otro motivo: “Tenía contactos con el duhaldismo”, dice sin aportar más precisiones. Quiroga lo niega.
NOTICIAS llamó siete veces a Parrilli en los últimos días y le transmitió la pregunta a través de sus colaboradores: ¿por qué fue echada Quiroga? Nunca respondió. Los funcionarios que dan por cierta la relación íntima entre Kirchner y Quiroga aseguran que se enteraron por comentarios de ella. Si fuera así, ¿decía la verdad o lo hacía sólo para exhibir poder y mostrarse como una intocable del elenco kirchnerista? Meterse con ella era meterse con el jefe. Y Parrilli, que siempre tuvo una pésima relación con Quiroga, sólo pudo desplazarla una vez que murió Kirchner. Un influyente ex funcionario lo resume así: “Miriam Quiroga era Kirchner. Controlaba todo, era su secretaria de confianza. Y si no te llevabas bien con ella, tampoco tenías chances con él”.
Hay un dato que la mujer quiere dejar en claro: “Los que dicen que mi hija de 11 años es de Kirchner están equivocados. La tuve con un novio que me duró muy poco, y le puse mi apellido porque cuando quedé embarazada ya nos estábamos separando”. La ex secretaria asegura que cuando empezó a trabajar con Kirchner en la gobernación de Santa Cruz, en el año 1999, la beba ya tenía cuatro meses.
NOTICIAS: ¿Entonces no es de él?
Quiroga: (Se ríe). ¡Ojalá fuera de él! No tendría problemas de plata hoy. Yo alquilo, no tengo auto, la fundación no me deja casi nada... Algunos llegaron a decir que Néstor me dejó una cuenta en Suiza (risas). ¡Estoy esperando que me digan el número! El verdadero padre de su hija, según afirma ella, es un ex asesor del ministro Julio De Vido.
MENSAJES QUE QUEMAN. La mujer que desde siempre llevó la agenda de Kirchner, lo acompañó en cada acto y ofició de filtro ante sus visitantes, los públicos y los privados, tiene la llave para muchos de los secretos del kirchnerismo. Si un juez decidiera citarla a declarar en alguna de las causas por corrupción que el Gobierno acumuló a lo largo de su gestión, su testimonio podría ser clave: en paralelo a su trabajo en el Centro de Documentación Presidencial se ocupaba de monitorear cualquier actividad del ex presidente. Era, según sus propias palabras, una “secretaria todo terreno”. “Con Néstor todos trabajan de todo”, dice. Para el Gobierno, que alguien con esa cantidad de información confidencial en su cabeza haya quedado expuesto a la intemperie, sin protección y con un odio implacable hacia quienes la expulsaron de su cargo –retribuido, según ella, con 15.000 pesos mensuales– representa una amenaza seria.
Quiroga ya envía algunos mensajesen su diálogo con esta revista. Parrilli es una de sus mayores obsesiones: “Le hace mal al Gobierno. Siempre ahí, secreteando y persiguiendo a otros. Un día lo vi hablando en un acto... ¿Cómo definirlo? ¿Lo escucharon hablar alguna vez? Es algo patético”.
Sus dardos también apuntan a Carlos Zannini, el influyente secretario Legal y Técnico de la Presidenta. “Él es quien poco después de la muerte de Néstor bajó una orden en una reunión en la Casa de Santa Cruz: dijo que no hay que nombrarlo más a Kirchner para no opacar a Cristina. ¡Un disparate! Néstor era un peregrino, un caminante, un ser de luz, alguien contenedor, increíble. Cristina tiene otro estilo, es más oradora, más disertante”. Quiroga hace una pausa, elige sus próximas palabras, destinadas a quien hoy considera una rival: “Cristina es una persona muy particular, que no quiere a mucha gente a su alrededor. La verdad, con ella no sé dónde quedó el proyecto de Néstor, de Néstor con la gente. ¿Dónde quedó eso? Se perdió el legado y la mística de Néstor”.
NOTICIAS: A usted la reemplazaron por alguien de La Cámpora, el grupo de Máximo Kirchner.
Quiroga: Sí, por la hermana del “Cuervo” Larroque. ¿Sabés lo que estos pibes de La Cámpora están haciendo, y encima invocando el nombre de Máximo? Están sacando a la gente que es de Kirchner. Da vergüenza.
Quiroga dice –al menos por ahora– que no tiene nada que revelar sobre asuntos de corrupción en el Gobierno. Sí recuerda a un joven Ricardo Jaime llegando a Río Gallegos desde su Córdoba natal y sin un centavo. “Al principio se quedó a vivir en casa de mi abuela catamarqueña, en los pueblos del interior se dan esas cosas de solidaridad. Pero lo cierto es que él se vino a Santa Cruz con una mano atrás y otra adelante, no tenía la plata que tiene ahora”. La secretaria sonríe, pero no sigue.
Hay otro mensaje dedicado a alguien que ya no trabaja en el Gobierno. “Alberto Fernández siempre me pareció un tibio. No aguanto a los tibios. Una vez, en un acto de la campaña del 2003 lo presenté a Néstor como 'el futuro presidente de los argentinos'. ¡No sabés cómo se puso Alberto, rojo de furia, le pareció un exceso! Yo le respondí: '¿Qué? ¿Vos no creés que va a ser el futuro presidente?'”.
El primer trabajo de Quiroga al lado de Kirchner fue el de locutora oficial de la gobernación santacruceña. Así como lo presentó como “el futuro presidente” cuando su intención de voto en las encuestas aún no permitía imaginar ese desenlace, en los actos del pago chico cambió la rimbombante etiqueta de “excelentísimo gobernador” por un más popular “nuestro gobernador”. El marketing de la simpleza K tiene en Quiroga a uno de sus creadores. El día en que su jefe dejó la gobernación para asumir la Presidencia, la entonces locutora respondió algunas preguntas del canal Todo Noticias y contó que Kirchner había firmado su último decreto en Santa Cruz con una birome Bic que ella le había alcanzado. Al día siguiente, y gracias a esa publicidad gratuita, Bic le envió cientos de biromes al flamante presidente.
Como presentadora de los actos kirchneristas, Quiroga además le dedicó una maldad imperdonable a Cristina cuando tuvo que anunciarla como candidata a senadora por Santa Cruz, allá por el 2001. “Con ustedes... Cristina Elisabet Fernández”, soltó con pompa, poniendo énfasis en el segundo nombre, que la Presidenta nunca soportó y que en su documento de identidad figura así, con “t” a secas. Cristina le devolvió una mirada de odio fulminante, pero Quiroga no se inmutó. Ahora recuerda, divertida: “¡No te imaginás la cara que me puso!”.
LA HISTORIA. A Kirchner lo conoció en 1990, nueve años antes de empezar a trabajar para él. Intendente de Río Gallegos y candidato a gobernador, el santacruceño fue entrevistado por Quiroga en el programa de radio que ella conducía en Caleta Olivia, donde se había recibido de locutora, trabajaba en periodismo y en algunas épocas como encargada de prensa de la municipalidad. A él le llamó la atención esa morocha de carácter fuerte, discutidora, separada de su ex marido hacía menos de dos años –habían tenido cuatro hijos– y a punto de cumplir los 30. Quiroga rememora otro reportaje que le hizo a mediados de la década del '90, esta vez para un canal de cable provincial: “Lo agarré después de un acto y le dije: 'Gobernador, las escuelas se caen a pedazos'. Se puso pálido, me acuerdo de que el ministro de Educación de Santa Cruz en ese momento era Ricardo Jaime y las escuelas eran un desastre. Néstor se quedó sorprendido por mi comentario, pero enseguida reaccionó. 'La invito a viajar conmigo en el avión de la gobernación para que pueda ver todas las escuelas de la provincia', me dijo”. La mujer sonríe, deja la historia inconclusa. Se emociona cuando evoca a Kirchner. “Él me decía: 'Si dejás que las emociones te controlen, difícilmente alcances tus objetivos'. Era un ser especial... Estoy muy triste con su muerte”, suspira. “En la Casa de Gobierno algunos me decían 'la negrita', en forma peyorativa, pero después lo veía a Néstor que aguantaba el doble de ataques y que igual seguía adelante... Él me escuchaba mucho, trataba de rodearse de personas inteligentes. Y yo discutía algunas órdenes, pero con él eso era posible, ahora ya no”.
Quiroga recuerda una de las pocas peleas que tuvieron, una vez que ella decidió echar a un empleado de su área. Dice que el entonces presidente le gritó: “¿Qué hacés? ¡Esa no es nuestra política!”. Y después no le dirigió la palabra en todo el día. Tras el velatorio de Kirchner, ella misma salió a recolectar los miles de mensajes y cartas que le habían dejado al santacruceño en la Plaza de Mayo.
Los fue sacando de a uno por la noche, secó los que estaban mojados por la lluvia y los dejó preparados para que los pudiera leer la Presidenta. Nunca se lo agradecieron. Quiroga dice que el secretario Parrilli le sugirió buscar trabajo en otra dependencia del Estado con los contactos que ella había cosechado en los últimos diez años. “¿Pero dónde?”, le preguntó ella. “Qué sé yo, en el PAMI, ponele. Si vos conocés gente... Fijate qué conseguís, tampoco pretenderás ser jefa de área”, asegura que le respondió el funcionario. El mensaje era claro: Cristina no la quería en la Casa Rosada. “Ella no quiere que tengas problemas, buscate algo en otro lado”, le insistió Parrilli. Quiroga le dijo que no. Sentía que no tenían derecho a expulsarla de su lugar de siempre, su “ministerio de los pobres”, como le gustaba llamarlo.
Después de hablar con NOTICIAS, la mujer tuvo un momento de arrepentimiento. Llamó a los periodistas para pedir que no se publicara nada de lo que había dicho. Se le explicó que eso era imposible y se grabó la conversación. En el último encuentro, en el bar de Belgrano y Bolívar, ella se había sincerado: “No me esperaba lo que ellos me hicieron, me dolió de verdad. Pero no quiero que parezca que soy una mina despechada”.
NOTICIAS: Es comprensible que esté dolida.
Quiroga: Es que lo sentí como una traición. Siento que me traicionaron.
Esta es Miriam Quiroga, la mujer que conoce los secretos de Kirchner. Nunca estuvieron tan cerca de salir a la luz.
por Franco Lindner
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