¿Qué haría Néstor si viviera? Una primera pista hay que buscarla en su comportamiento durante el conflicto con el campo. Y es interesante porque se trata de una batalla que perdió aunque al final del camino terminó dándole aire. Durante la noche de votación en el Congreso, cuando Cobos largó su ya mítico “voto no positivo”, la presidenta estaba durmiendo . Suena descabellado que en medio de semejante conflagración que ponía en jaque su mandato se dedicara a dormir. Es lo que hizo. Claro que al tiempo que ella descansaba, Néstor tejía negociaciones febriles y contaba con un arma que no le alcanzó entonces pero mostraría efectividad futura: los intendentes. A diferencia de la presidenta que se maneja dentro de un coto compuesto por chicos jóvenes (y en general “lindos”), su esposo también era cerrado aunque valoraba (quizá por haber sido gobernador) el rol de aquellos que tienen sobre sus hombros las ciudades. Algunos le fallaron, la mayoría hizo valer aquello de “soldado que escapa…”.
Al morir Néstor Kirchner el oficialismo perdió una capacidad que en política vale oro: identificar al enemigo; importa poco si te gana una batalla o dos, la clave es definirlo, exhibirlo y mantenerlo en la línea de combate.
Ya pasaron varios días desde las elecciones y el entorno presidencial sigue sin mostrar quien es el enemigo a derrotar, más aún, se exhibe como un perro que da vueltas mordiéndose la cola, cayendo en la trampa de aceptar que el culpable es él. Además, y Néstor siempre fue conciente de eso, el contrincante jamás puede ser una persona con nombre y apellido sino un grupo. Resulta evidente que los históricos (entre otros, Grupo Clarín) ya no funcionan.
Sin duda, Néstor Kirchner ya estaría jugando con el miedo de la gente a caer en el abismo, hubiera advertido que Sergio Massa es una versión ligera de ellos mismos y Daniel Scioli alguien con pasta de sucesor. A partir de ahí, en lugar de preocuparse por el diálogo o los cambios les diría a sus seguidores “Vienen por ustedes”. El problema no es lo que falta hacer sino lo que hicimos”. Y despertaría el lado oscuro de algo que los analistas opositores usan en contra: la idea del fin de ciclo. “El barco lo hundo yo”, comentaría en privado, mientras a la gente le aseguraría que después de ellos llegaría el caos más absoluto.
Igual que Benedicto XVI, Cristina tiene a mano una única arma letal: la posibilidad de levantar campamento y cortarle los tiempos a todos. Massa necesita un golpe de horno y Scioli no puede saltar sin precalentamiento; el resto carece de importancia.
Además de la crisis de sucesión, dentro del kirchnerismo hay un vacío de poder que, antes que del éxito massista, es producto de una primera mandataria que parece haber tirado la toalla “ideológica”, tirando manotazos de ahogado (baja de impuestos y seguridad) justo en el momento menos indicado. Seguro que no es fácil, pero de vivir, Néstor hubiera olfateado que la gente quiere tomar Coca Light (Massa o Scioli) en lugar de común, y no necesariamente se pasó a la cerveza; esa simple lectura le daría esperanza y un argumento a la “tropa”: el kirchnerismo se toma puro y a lo guapo, las versiones ligeras no hacen más que darle pasto a los enemigos de siempre. ¿Se trata de una verdad? No, de un juego político que, a diferencia de la presidenta, Néstor hubiera entendido muy bien.
por usuario
Comentarios