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POLíTICA | 21-10-2016 00:00

Cómo Awada venció su pánico escénico y se volvió la nueva estrella del PRO

El curso intensivo que siguió para enfrentar a los medios y los consejos del gurú Durán Barba: "Sé tú misma, no hables de política". Su "sketch" con los Leuco. Ver fotos

Ocurrió en agosto del 2015, en medio de la última campaña que catapultó a Mauricio Macri a la Casa Rosada. Juliana Awada, su socia en aquella gesta, estaba en el estudio de televisión de TN para responder las preguntas de los Leuco, Alfredo y Diego, al igual que las otras dos aspirantes a primera dama, Malena Galmarini y Karina Rabolini. Por lejos, Juliana era la que más nerviosa estaba de las tres. Las cámaras simplemente la intimidaban.

–¿Qué me van a preguntar? –quiso saber de entrada, para calmar su ansiedad.

Los productores del programa hicieron una benevolente excepción y le adelantaron la que sería la primera pregunta: por qué la gente debería votar a su marido.

Awada se sobresaltó.

–¿Y qué tengo que contestar? –le inquirió a su asistente, María Reussi, experta en comunicación.

Reussi le sopló la respuesta al oído. Y luego Juliana, ensimismada, ajena a su entorno, cerró los ojos y repitió la frase sílaba por sílaba.

–Creo que todos merecemos vivir mejor, en una Argentina donde estemos más unidos, y donde no haya divisiones ni enfrentamientos...

Malena Galmarini, a pocos pasos de allí, no pudo evitar sonreírse en forma burlona.

Uno de los asesores de la esposa de Sergio Massa musitó:

–Qué aparato...

Juliana no lo escuchó, o al menos fingió eso.

Cuando se encendieron las cámaras, la esposa de Macri contestó de corrido y sin interrupciones, aunque con voz algo monocorde. De todos modos, había superado la prueba. Y en el minuto a minuto había medido tan bien como sus contrincantes. Tan aparato no era.

Pasó más de un año desde aquella escena que reflejaba las inseguridades de la actual primera dama a la hora de enfrentar al público. Hoy puede decirse que es otra. A la timidez que la envolvía cuando debía hacerse oír, expresar un punto de vista, o simplemente sonreír y saludar al lado de su marido, la venció a fuerza de entrenamiento, decisión y también una muy cuidada puesta en escena en cada una de sus cada vez más frecuentes y mediáticas apariciones.

Awada salió a escena en las últimas semanas como no lo hacía desde los tiempos de la campaña. Recorridos solidarios por la Argentina profunda, postales internacionales junto con los líderes del mundo en cada gira con Macri, abrazos con Michelle Obama o la reina Máxima de Holanda, juegos y mimos con los chicos carenciados a los que invita a la Quinta de Olivos, todo suma para el redituable show de la Evita PRO.

Hay encuestas que consume el Gobierno y que avalan la decisión de levantarle el perfil a ella cuando a la vuelta de la esquina asoma la campaña legislativa del 2017. Por ejemplo, un sondeo telefónico de los primeros días de agosto que preguntaba por Awada y otras mujeres de Cambiemos –Gabriela Michetti, María Eugenia Vidal, Elisa Carrió y Carolina Stanley, sobre todo– y que en su clímax interrogaba al encuestado: ¿“la primera dama tiene que participar en política” o “tiene que quedarse en su casa cuidando a sus hijos”?

Aunque en el Gobierno sostienen que la encuesta era para consumo interno y por eso se excusan de hacer públicos sus resultados, es obvio que ante el maniqueo machismo de la pregunta se impuso la opción que le permite a Juliana ir ganando espacios en vez de quedarse planchando y fregando en Olivos. Con una aclaración: la mayoría de los encuestados no la ve como una potencial candidata, y sí como una eficaz acompañante del Presidente y una portavoz de su mensaje.

En palabras de Jaime Durán Barba, el influyente gurú ecuatoriano del PRO: “A diferencia de lo que ocurre con otras esposas de políticos, los encuestados a ella no la perciben como una amenaza. Dicen: 'Qué bueno, esta no va a ser candidata nunca'. Hay experiencias en la política argentina, la de Perón-Perón, o 'el pingüino y la pingüina', que traen malos recuerdos. La gente valora de Juliana el hecho de que no sea política”.

¿Qué pasó para que la Juliana con pánico escénico que se vio en el programa de los Leuco se transformara en un arma de campaña? La respuesta se llama media coaching, un entrenamiento intensivo con expertos para manejarse con soltura en televisión y ante las cámaras. Dura 48 horas e incluye simulacros de entrevistas, abordajes de falsos movileros y prácticas de dicción y postura corporal, entre otros ejercicios. “Al principio ella estaba muy tímida en televisión, transmitía una imagen de desagrado”, dice Durán Barba. “Pero después se destapó”.

Sus apariciones de estos días son fotográficas y controladas, y sólo en ocasiones da algún brevísimo discurso, siempre siguiendo el consejo del gurú ecuatoriano: “Sé tú misma, no hables de política”. Para la tribuna propia, el truco funciona. Y a los exitistas que sueñan con verla convertida en una Michelle Obama argentina, gran oradora y con un carácter volcánico, acaso haya que recordarles un dato: la bachiller Juliana, por más inteligente que sea, no es un cuadro como la socióloga y abogada Michelle, que milita por los derechos de las mujeres y pelea por que tengan condiciones laborales dignas. A Juliana, en cambio, aún la persiguen las acusaciones por trabajo esclavo en los talleres relacionados con las empresas textiles de su familia.

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por Franco Lindner

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