En la cena de la ONG Conciencia suelen confluir los políticos, los empresarios y las celebridades más importantes del país. En ese marco estaba Esteban Bullrich, el lunes 22, cuando un periodista de la agencia oficial Télam lo apuró por enésima vez: “¿Va a ser candidato?”, interrogó. Cansado de patear la confirmación para más adelante (la decisión es hacerlo al cierre de la lista, el 24 de junio), quiso innovar una salida elegante. Justo cruzaba el neurocirujano Facundo Manes, por lo que el ministro de Educación improvisó: “Acá está mi candidato a diputado”. Bomba.
La noticia estalló y tras ello vino el enojo del Gobierno y la posterior desmentida: “No hay ninguna decisión. Falta mucho tiempo”, se ajustó al libreto el ministro del Interior Rogelio Frigerio.
Bullrich es número puesto para la candidatura a las elecciones legislativas del 2017, aunque desde Cambiemos jueguen al misterio. Él tampoco puede decirlo, menos desde la tormenta que desató tras su chiste: ahora el ministro y los suyos hablan y se mueven con precisión de cirujano. Pero, por otro lado, ya trabajan para la campaña: el 20 de mayo fue uno de los protagonistas, junto a la gobernadora María Eugenia Vidal, del último timbreo de Cambiemos en el conurbano. “Si no hay palabras, hay que leer los gestos”, aseguran los armadores de la lista.
Claroscuro. Desde la aparición de Roberto Baradel como villano favorito de Vidal, Bullrich escaló posiciones como candidato en la Provincia. Prolijo y tranquilo, es la contracara del sindicalista K. A los estrategas PRO no les asusta el alto nivel de desconocimiento en el electorado: consideran que se soluciona pegándolo a la gobernadora en la campaña. Además, que no sea una figura rutilante (como sí lo era Elisa Carrió) les permite ir para adelante con el eslogan que ya es de público conocimiento: “el candidato es el equipo”.
Para acompañar al ministro ya suenan algunos nombres, de similares características. Gladys González, la presidente del organismo encargado de sanear del Riachuelo, es una de las preferidas de la gobernadora. La venden como una “mini Vidal” y fue la encargada de acorralar y meter preso por corrupción a un sindicalista pesado, Omar “Caballo” Suárez.
A Manes también lo consideran un buen candidato, pero temen que a último momento se eche para atrás: “Es el que más tiene para perder, porque es un outsider destacadísimo en su rubro. Sabe que meterse en el barro tendrá sus costos”, confiesan.
Para Bullrich no son todas flores. Algunos dirigentes del PRO consideran que es demasiado cómodo para hacer campaña en la provincia. “Hay que tirarle una alfombra roja para que camine y en el conurbano es lo contrario, barro puro”, describe una fuente de Cambiemos.
El ministro tiene, además, varios tropiezos. En la casa de Ana Frank en Amsterdam criticó a “la dirigencia que no fue capaz de unir” haciendo referencia en forma desopilante al nazismo. En otra oportunidad avizoró una nueva salida laboral, un tanto extraña para las necesidades de la educación local: “Los chicos estudiarán para ser pilotos de dron”, aseguró. Sin embargo, en el PRO no les dan importancia a esos deslices y destacan su pasado como una virtud: está a salvo de carpetazos.
Ajedrez
La estrategia contempla una campaña corta, con inauguraciones ya preseleccionadas en las que Vidal y los candidatos cortarán la cinta. Mostrarán equipo en contraposición a sus rivales, que son figuras: Sergio Massa, Cristina Kirchner y Florencio Randazzo, entre otros.
El resultado de los últimos focus groups los sorprendió. Mucha gente considera que Vidal está sola en la lucha contra la corrupción y las mafias. “La gente siente que ella está peleándoles sola a los docentes y a la Policía Bonaerense. Por eso tenemos que rodearla con gente que represente los mismos valores de lucha”, confiesan desde el búnker.
Más allá de las filtraciones a los periodistas, Cambiemos no dará la lista hasta último momento: “Si nuestros rivales no dicen cómo van a jugar, por qué vamos a decirlo nosotros. Esta vez, ellos nos tienen que ganar”. Apuestan todo al contragolpe.
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