El Día Mundial de la Alimentación, que se celebró el pasado martes 16, tuvo en la Argentina una situación especial. Y es que en todo este año, y más particularmente desde junio, cuando se llevó a cabo la reunión de los Ministros de Salud del Mercosur, el país empezó un camino hacia un cambio en el método por el cual se etiquetan los alimentos envasados en el país. La razón que más pesa al momento de analizar la modificación es la alta tasa de personas con sobrepeso y obesidad que hay en el país, en particular en lo que se refiere a niños y adolescentes.
En la Argentina el 58% de la población adulta tiene al menos exceso de peso. Entre los niños y adolescentes ese porcentaje ronda el 40%, y el país posee la segunda tasa más alta de sobrepeso en menores de 5 años de América Latina y el Caribe con un 10%, de acuerdo con el Panorama de Seguridad Alimentaria y Nutricional elaborado por la OPS/OMS y la FAO.
“La obesidad y el sobrepeso crecen de forma alarmante en la Argentina. Hay que favorecer desde el Estado mecanismos para que los consumidores sepan qué están consumiendo y en base a esa información puedan decidir qué productos comprar. Actualmente la normativa no regula de manera efectiva la información que deben contener los envases de alimentos procesados, lo que habilita a que las empresas confundan al consumidor con mensajes engañosos y con técnicas que buscan atraer a los chicos al consumo de productos no saludables. Además, hay cuestiones claves que no están reguladas como por ejemplo la obligatoriedad de declarar el contenido de azúcar”, explica Lorena Allemandi, directora del área de políticas de alimentación saludable de la Fundación Interamericana del Corazón-Argentina (FIC Argentina).
Los organismos internacionales que piden cambios en el etiquetado de alimentos para el país son numerosos. En su última misión al país, la Relatora de Derecho a la Alimentación de la ONU, Hilal Ever, comentó que la regulación actual en Argentina sobre la información que contienen los envases de alimentos no alcanza con los estándares recomendados. Y puso el dedo en la llaga de la industria cuando aseguró que la Argentina es el principal consumidor de alimentos ultraprocesados en la región, que suelen contener cantidades elevadas de sodio, azúcares libres y grasas, que son añadidos durante la fabricación.
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Otro organismo, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) acaba de emitir sus recomendaciones tras una última evaluación en el país, y también enfatiza que es necesario tomar “medidas efectivas” para que la población reduzca su consumo de “alimentos y bebidas dañinos para la salud”. Entre el paquete de medidas que el Comité recomendó para tal objetivo, mencionó el fortalecimiento de la regulación del Código Alimentario Argentino en cuanto al etiquetado frontal de alimentos.
Necesidades. En el año 2005 se incorporó al Código Alimentario Argentino la Resolución del Grupo Mercado Común Nro. 26/03 “Reglamento técnico del MERCOSUR para la rotulación de alimentos envasados” que establece los requisitos para el rotulado general. Según el marco normativo vigente en Argentina, el rótulo de los alimentos debe contener actualmente: la denominación de venta del alimento; la lista de ingredientes; la tabla nutricional con el contenido cuantitativo del valor energético y de nutrientes; los contenidos netos, entre otros elementos.
Sin embargo, hay informaciones relacionadas con la cantidad y seguridad de ciertas sustancias que no están en las etiquetas. Además, ¿quién lee cada rótulo, diagramado con una microtipografía que luce casi escondida en un envase muchas veces tan colorido y lleno de imágenes que es difícil reconocer de qué alimento se trata?
Vaya un caso concreto. Un estudio realizado por la FIC Argentina muestra que los envases de cereales de desayuno, postres y galletitas dulces presentan información contradictoria y confusa para el consumidor. La investigación reflejó que 9 de cada 10 de estos productos tienen bajo valor nutritivo y, en lo que refiere a las técnicas de marketing utilizadas en los envases, demostró que 4 de cada 10 productos de bajo valor nutritivo presentan mensajes de nutrición (“Fuente de vitaminas y minerales”, por ejemplo) y 3 de cada 10 utilizan personajes. A nivel global, los especialistas saben que si a los chicos se les presentan envases coloridos y con personajes sentirán más deseos de tener (y consumir) esos productos.
En agosto, funcionarios, legisladores, expertos, académicos y referentes de la sociedad civil llamaron a establecer el etiquetado frontal de alimentos en la Argentina para mejorar la información de los consumidores y promover una alimentación saludable, durante una Jornada sobre Derechos de los Consumidores, Etiquetado Frontal de Alimentos y Salud. El encuentro estuvo a cargo en el Congreso de la Nación por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Cámara de Diputados.
Maureen Birmingham, representante de la OPS/OMS en la Argentina, señaló que “con toda la evidencia existente sobre el daño que causa el consumo excesivo de azúcar, en Argentina no es obligatorio para la industria declarar la cantidad de azúcar agregada que posee el alimento procesado. Así, el consumidor no está accediendo a esa información y por tanto no puede ejercer su pleno derecho”. Por eso, indicó, es necesario “avanzar a un sistema de etiquetado de alimentos y bebidas que garantice la posibilidad de ejercer los derechos de los consumidores y proteger la salud de la población”.
Durante la inauguración de la jornada, el entonces Ministro de Salud de la Nación, hoy Secretario del área, Adolfo Rubinstein, anticipó que el Gobierno lanzaría este mes un plan nacional de prevención del sobrepeso y la obesidad infantil. El objetivo del plan, según Rubinstein, es favorecer la alimentación saludable y, en ese marco, incorporar el establecimiento de regulaciones, como el etiquetado frontal, que “es parte del plan, y es la puerta de entrada a otras políticas regulatorias, como entornos escolares saludables o las de regulación de la publicidad. Hay bastante consenso en que el etiquetado frontal es el instrumento más apropiado para esto".
Sistemas. Existen varios formatos de sistemas de etiquetado frontal, los cuales difieren en el nivel de interpretación requerido para identificar cuán saludable es un producto. Los sistemas conocidos como “no directivos” se basan en dar información acerca de cuánto aporta un alimento para cumplir con cierta ingesta diaria recomendada o GDA. Provee información sobre el contenido de nutrientes por porción de alimento, pero a la población común le resulta difícil de comprender.
Hay un sistema que indica el contenido de nutrientes por porción pero, además, lo clasifica en alto/medio/bajo utilizando un código de color y texto explicativo. Una especie de semáforo de la nutrición. Este sistema no realiza un juicio de valor sobre cuán saludables son los alimentos sino que clasifica el nivel de todos los nutrientes críticos. Este etiquetado “semidirectivo” está hecho para que los consumidores puedan valorar la importancia relativa de un nutriente con contenido alto en comparación con otros con contenido medio o bajo. Es el sistema de etiquetado que se usa, por ejemplo, en el Reino Unido y en Francia.
Pero también hay un sistema de rotulado directivo, que incluye advertencias y resúmenes. Las etiquetas con advertencias buscan indicarle al consumidor el contenido excesivo de nutrientes críticos en los alimentos de forma clara y explícita. Los resúmenes, por su parte, evalúan el valor nutricional general de un producto.
Algunos sistemas de resumen consisten en logos que indican cuando un producto es “saludable” en base a un perfil de nutrientes. Algunos ejemplos son el sistema nórdico (Keyhole) y el logo Choices International, entre otros. Etiquetas dentro de este sistema pueden posicionar al producto dentro de una escala de color que representa la calidad nutricional, como en el caso del sistema Nutriscore.
“Estudios realizados en Latinoamérica han comprobado que el sistema de advertencias es superior a otros sistemas como el Nutriscore, el semáforo y el sistema de ingesta diaria recomendada GDA, en cuanto a que ayuda a que los consumidores puedan identificar con mayor facilidad los productos menos saludables e influir así en la compra de los mismos -afirman desde la FIC Argentina-. A estos estudios se suma la experiencia de Chile, donde el sistema de advertencias rige desde el año 2016 y las evaluaciones indican que el 68% de las personas han cambiado sus hábitos alimentarios y el 20% de las industrias modificaron sus productos.”
Problemas. La industria no está cómoda con la situación. Desde la Copal (Coordinadora de la Industria de Productos Alimenticios), consideran que “el etiquetado nutricional debe responder al objetivo de educación, no de prohibición o demonización del consumo de un alimento o bebida como sugieren algunos modelos”.
La Industria de Alimentos y Bebidas presentó la semana pasada un compromiso de autorregulación de la publicidad dirigida a niños menores de 12 años. La iniciativa se lanzó oficialmente en Club Alemán con presencias como la de Daniel Funes de Rioja, Presidente de COPAL, y altos ejecutivos de empresas adherentes: Arcor, Bimbo, Baggio, Grupo Cepas, Coca Cola, Danone, Ferrero, Mastellone Hnos., Molinos, Mondelez International, Nestlé, Pepsico y Unilever.
¿Puede “autorregularse” un sector privado sobre algo vinculado con la salud pública? La respuesta generalizada es que no, que con eso no alcanza. “El Estado tiene que intervenir, no puede permanecer ausente en este tema porque la obesidad en niños, adolescentes y adultos, es ya una epidemia”, advierte el médico especialista en nutrición Alberto Cormillot. “Pero lo que sucede es que la industria busca autoregularse porque las propuestas son controvertidas”, advierte a continuación.
¿Por qué? “Porque parecería que la política, para frenar el avance de la epidemia, se está centrando en el cambio de la etiqueta. Creo que sí, que hay que cambiar el sistema de rotulado de los alimentos, pero me llama la atención que sólo se hable de eso y no de lo qué comen los chicos en los colegios, de cómo empoderar a las madres, que no hablen del agua y de bebederos en las escuelas, de enseñarle a las personas a cocinar más nutritivamente”.
En resumen, para Cormillot es necesario que “todos los sectores se sienten a la misma mesa para ponerse de acuerdo. Y no se puede dejar que la industria se autoregule sola, porque afrontar la epidemia de obesidad debe ser una política de Estado”.
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