Formado en las prestigiosas universidades de Oxford (Inglaterra) y Harvard (Estados Unidos), el indio Siddhartha Mukherjee es un nombre consagrado, a sus 48 años, como biólogo y como oncólogo. Actualmente trabaja con investigador en la Universidad de Columbia (Nueva York), pero además es famoso por dos libros en los que analiza temas científicos desde el punto de vista de la ética. “El emperador de todos los males” ganó el premio Pulitzer y fue transformado en un documental por el cineasta estadounidense Ken Burns en 2015, y narra la evolución del conocimiento que se tiene sobre el cáncer. El segundo libro, “El gen”, analiza los riesgos de la manipulación genética.
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Mukherjee proyecta un futuro en el cual los cánceres podrían llegar a ser prevenidos y en el que la edición del ADN será cotidiana. Para Siddhartha, lo segundo corre el riesgo de convertirse en un arma de doble filo, y es así que el científico asegura haberse puesto “la misión de demoler el concepto de raza”, debido al “peligroso renacimiento de las ansiedades eugenésicas” que observa en diversos lugares del mundo.
Periodista: ¿Qué tipo de peligro nota en los movimientos eugenésicos?
Siddhartha Mukherjee: La eugenesia se basa en querer mejorar la especie por medio de la selección genética. La ansiedad de las personas por potenciar el destino de sus hijos es natural. Por eso, es esperable que las personas hagan cualquier cosa para que niñas y niños tengan buena salud y felicidad. De algún modo, la eugenesia termina presentándose como una solución, porque permitiría manipular la selección natural. Pero si va más allá de las decisiones personales se convierte en una idea peligrosísima. Cuando esa manipulación para “mejorar” se convierte en un deseo colectivo y gana fuerza en diversos sectores de una nación, el Estado roba para sí el poder de decidir qué es lo que sería genéticamente bueno o malo, lo que tiene efectos drásticos. El escenario se agrava aún más si se tiene en cuenta que los movimientos eugenesistas están resurgiendo, y con más fuerza que antes.
Periodista: ¿Cómo?
Mukherjee: Hay dos tipos de iniciativa eugenésica, la negativa y la positiva. Ambas son devastadoras. La negativa fue aplicada en la práctica por medio de abortos forzados, esterilizaciones e incluso asesinatos. Actualmente apelan a la eugenesia positiva.
Periodista: ¿Porque conlleva algún beneficio?
Mukherjee: No, las consecuencias son igual de devastadoras. En el modelo primitivo, la eugenesia propone directamente editar los genes, incentivando la construcción de una raza considerada perfecta.
Periodista:¿Podría darnos ejemplos concretos de los efectos de ambos usos de la eugenesia?
Mukherjee: La historia de la eugenesia puede ser dividida en cuatro capítulos. El primero, cuando los científicos victorianos, liderados por Francis Galton comenzaron a pensar en alentar la reproducción sexual sólo entre individuos bellos, atléticos e inteligentes, en busca de lo que vislumbraban como una raza maestra. La segunda fase ocurrió en los Estados Unidos en la década de 1930, con la promoción de competencias para encontrar al bebé más perfecto. Esto se hacía a través de campeonatos en los que solamente podían intervenir los blancos. Además, se abrieron campos de concentración hacia los que se llevaban individuos a los que se consideraba “genéticamente fallados”, como por ejemplo, a los deficientes mentales. Después se descubrió que muchas de esas personas en realidad no sufrían ninguna enfermedad. En esas prisiones se esterilizaba a mujeres. Carrie Buck, que murió en 1983 y a quién le dediqué mi libro El gen, fue una de las víctimas. Así fue que tuvo inicio lo que yo llamo el uso “negativo” de la eugenesia, que tomó dimensiones aún mayores en la tercera fase, cuando sirvió como base para el nazismo, que comenzó a matar en busca de fortalecer la que juzgaba como la raza ideal. Algunos creen que Hitler surgió como desenlace de la I Guerra Mundial, que llevó a Alemania a una crisis social y económica. Para mí no fue esa la raíz. Su surgimiento se dio mediante la utilización del discurso eugenésico, por medio de la fabricación de estudios científicos, para crear una agenda política que prometía una limpieza genética. La búsqueda de la raza perfecta llevó al pueblo alemán hacia la II Guerra Mundial. Después de vencido el nazismo, pasamos a ser más cautos con el tema. Hasta ahora, cuando vivimos un renacimiento de la eugenecia, ahora sí, en su cuarta etapa.
Periodista: ¿Cómo se configura esta nueva fase?
Sahores: La posibilidad de editar el ADN, de reescribir los códigos genéticos, de seleccionar embriones, todo eso abre las puertas para un nuevo tipo de eugenecia “positiva”. El propósito es determinar lo que sería perfecto y lo que sería errado en los seres humanos para, a partir de ahí, rediseñarlos por medio de la tecnología. Los primeros frutos de eso estarán entre nosotros en la próxima década, y surgirán en China.
Periodista: ¿Por qué en China?
Mukherjee: Las experiencias históricas traumáticas convirtieron a los aparatos legales de los países occidentales en más restrictivos para las innovaciones peligrosas, como la clonación. Sabemos lo riesgoso que es entrar en esa área. Pero en China no hay legislación que limita dichas prácticas.
Periodista: ¿Cuál es el riesgo?
Mukherjee: Ciertos políticos ya han estado usando a la eugenesia, otra vez, como parte de discursos que prometen la limpieza de personas y de naciones enteras. Eso puede otorgarle un poder indebido al Estado, e incluso definir mandatos de felicidad. Es decir, construyendo escenarios en los cuales sólo es aceptable lo que el jefe del gobierno considere correcto, extirpando lo restante, lo que se acostumbra incluir como etnias diferentes a la que predomina a nivel nacional, y de la diversidad de género. Con la disculpa de limpiar la sangre de una nación, eso ya está ocurriendo en países como Estados Unidos, Francia, Turquía, Austria, entre otros. En el Brasil, inclusive, adonde acaba de ser electo como presidente Jair Bolsonaro, que cree en estas ideas. La crisis con la recepción de refugiados tiene que ver con todo esto. Los políticos con tendencia al fascismo encuentra en el odio a los inmigrantes una fórmula sencilla y barata de conquistar el apoyo de aquellos que creen en el discurso de que expulsar a los diferentes harían de un país un lugar mejor.
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Periodista: ¿Eso está ocurriendo en Brasil?
Mukherjee: Jair Bolsonaro es un ejemplo de empleo del discurso eugenicista como herramienta para ganar votos. Cuando él llama “escoria” a los haitianos, senegaleses, bolivianos, sirios y hasta al mismo movimiento brasileño de los sin tierra, ¿en qué está pensando? Que esos seres humanos son sucios, es decir, portadores de una sangre dañada. Al decir que “las mulatas no sirven ni para procrear” está afirmando que los negros son tan inferiores que no merecerían ni siquiera multiplicar sus genes. Muchas de las frases de Bolsonaro tienen ese tenor eugenésico. Lo más probable es que él no sepa qué es lo eugenesia, pero es evidente que utiliza el concepto, instintivamente o no, ese es su recurso para captar más votos.
Periodista: ¿No podríamos pensar que ese tipo de expresiones no son más que preconceptos?
Mukherjee: No es sólo eso. Ese tipo de discurso es fuerte justamente porque se apoya en una búsqueda ilusoria de “limpieza” de una nación. Es un lenguaje que pervierte a la ciencia y que desgraciadamente conquista al pueblo y acarrea consecuencias trágicas, como ya vimos con el nazismo, cuyos líderes se apoyaban en frases similares a las de Bolsonaro.
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Periodista: ¿Hay alguna forma de derrotar al discurso eugenesista?
Mukherjee: Antes que nada es necesario terminar con el concepto colonialista de raza. Esa palabra no tiene significado para la ciencia. Las diferencias genéticas entre las poblaciones no se dan por el color de la piel sino por la localización geográfica. Todos nosotros provenimos de un mismo grupo de Homo sapiens que dejó África hace unos cien mil años, migró a Asia y a Europa y se mezcló, por medio de la reproducción, con otras especies del género Homo, por ejemplo los Neanderthales. Es en esas corrientes que aparecieron las diferencias en el ADN.
Periodista: Esa idea, que pone el énfasis en las diferencias geográficas y no en las físicas ¿no acarrearía más conflictos?
Mukherjee: La verdad científica es que somos genéticamente diferentes como consecuencia de los flujos migratorios. Ahora, en busca de paz, es necesario enfatizar que nuestras semejantes son mucho mayores que las diferencias. Cuando digo que existen diferencias, me refiero por ejemplo a susceptibilidades a enfermedades. Hay poblaciones que son más vulnerables a un tipo de cáncer. Son detalles que nos llevan a desarrollar tratamientos médicos personalizados. Pero nada que sea motivo de conflicto.
Periodista: Aún cuando logremos vencer a los conceptos eugenesistas, el progreso de la ingeniería genética ¿no podría terminar dividiéndonos en castas, con una elite que tiene acceso a la mejora de su ADN?
Mukherjee: La amenaza está ahí. Actualmente no estamos cerca de convertirnos en dioses griegos, llenos de poderes. A largo plazo podría existir ese riesgo.
Periodista: ¿Uno de los beneficios de los avances de la genética será hallar una cura contra el cáncer?
Mukherjee: No existirá, nunca, una única cura contra el cáncer. Hasta hace poco buscábamos un remedio definitivo. Ahora descubrimos, a partir de la genética, que la mejor solución es prevenir, no remediar. Investigo, por ejemplo, cómo pueden las dietas ayudar a las personas a prevenir tumores.
Periodista: Con el progreso de la prevención, ¿será posible erradicar el cáncer?
Mukherjee: No. Los mismos genes que permitieron que nos transformásemos en seres multicelulares exitosos son los que pueden corromperse y enfermarnos.
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