Mayra Mendoza usa el pelo bien corto, tiene un estilo canchero y no se saca jamás el pañuelo verde. En su nuca tiene dibujada la cara de Evita, y en la muñeca derecha una V debajo de una K. En total suma más de diez tatuajes. Es la única mujer de la cúpula de La Cámpora, y el grueso de la militancia femenina del movimiento la ve casi como una rockstar de la política, una Cristina pero de esta generación.
Con la ex presidenta se lleva más que bien, y Mendoza, que estuvo en la mesa chica de la campaña de 2017 y piensa repetir el lugar el año que viene, fue una de las que la convenció de cambiar su postura y votar a favor del aborto. Pero el ascenso vertiginoso de la diputada, que sueña con una intendencia en Quilmes el año que viene, está en jaque: varias de las mujeres, ex camporistas, que denuncian abusos sexuales por parte de miembros de la organización apuntan contra ella porque no las quiso escuchar, aun siendo la responsable de género del espacio que dirige Máximo Kirchner.
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El modus operandi que las víctimas se atrevieron a revelar luego de que Thelma Fardín contara su verdad es tenebroso. La escena se repite: las militantes sufrían un acoso, una violación o un intento de ella por parte de hombres con poder en el espacio y luego iban a buscar, desamparadas, la ayuda de quien se supone que se encarga de estos casos, pero sólo recibían silencio. Literal: silencio. “Mendoza me clavó el visto varias veces, lo mismo que su mano derecha, Eva Mieri, una concejal de Quilmes. Ambas sabían lo que estaba pasando”, relata Stephanie Calo, la ex militante que denunció que el senador provincial Jorge “El Loco” Romero la había querido abusar.
Aylén Borda, que sufrió violencia de género por parte de su pareja, un responsable político bonarense -hecho que le contó a Romero y este, según Borda, encubrió-, coincide: “En noviembre del año pasado, en un encuentro en Berazategui, le avisé a Mendoza y a Mieri lo que estaba pasando. En diciembre Mieri me citó a una reunión a solas, donde le reiteré los hechos. Me dijo que lo iban a expulsar, pero a fin de año lo crucé en dos marchas. Se lo comuniqué a Mieri varias veces, pero me dejaron de contestar. Nunca echaron a mi ex pareja. Sé que trataron el caso en la mesa nacional de mujeres de la Cámpora que Mendoza preside y lo desestimaron”.
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No sólo eso: a pesar de que el escándalo estalló después de la denuncia contra Romero, luego del 13 de diciembre, tanto Borda como Caló -que también había sufrido violencia de género por parte de su ex pareja, militante camporista- habían revelado lo que pasaba dentro del espacio K en marzo, ante las cámaras de TN. La respuesta de La Cámpora fue contundente: un comunicado del 18 de abril, titulado “Nada que esconder”, jugaba con la idea de que las denuncias eran parte de una operación mediática (“tienen una clara intencionalidad política, la de ensuciar a la militancia, utilizando un tema sensible para toda la sociedad”) y además aseguraban que habían acompañado a las chicas, algo que ambas desmienten para esta nota. Ese texto fue supervisado por Mendoza.
Después de la denuncia contra el senador, se sumó la carta de Marisel de Ambrosio, otra ex militante, titulada “Mujeres de La Cámpora no nos callemos más”, donde apunta contra el “acosador” Cabandié y contra un ex asesor de Mariano Recalde, Julián Eyzaguirre. A Eyzaguirre también lo había escrachado una ex militante porteña, Luna Abdala. Mismo patrón de comportamiento: “Conseguí una reunión con la mesa de género de La Cámpora (que preside Mendoza), tuvimos una serie de reuniones donde creo que hubo voluntad pero no fue suficiente. Conmigo se portaron bastante mal”, relató Abdala.
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Hay, al menos, tres militantes más que denunciaron abusos encubiertos, pero las mujeres que se animaron a hablar anuncian que se desató una catarata de revelaciones y que serán muchas más. A la fecha de cerrar esta edición se estaba por presentar una denuncia penal por violación -no por intento, como le había pasado a Calo- de Romero ante una militante. A esto se le sumo sumó lo que publicó la ex pareja del cuñado de Mayra Mendoza, Mariano Daer.
Tanto las chicas como varios integrantes de La Cámpora apuntan contra la misma mujer: Mendoza.
En la mira. “Mayra está muerta como referente de género, desapareció. Hoy nos representa más Griselda Siciliani que ella”, asegura el vocero de uno de los seis miembros de la cúpula K. “No podés jugar a ser Roxa Luxemburgo y después quedar pegado con los 'Locos Romeros' del espacio”, dice otro hombre importante del camporismo.
La ex pareja de José Ottavis -salieron de 2006 a 2011 y juntos se tatuaron la misma frase en el antebrazo,“el amor se construye”- quedó expuesta: las víctimas dicen que las abandonó, y dentro del espacio le achacan no haber estado a la altura. ¿Será el chivo expiatorio para el espacio de Máximo?
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Mendoza, que no quiso hablar para esta nota y que todavía no se había comunicado con las víctimas ni había emitido palabra sobre el tema, sabe lo que es sufrir el acoso. No sólo porque una frase que suele repetir es que dentro de La Cámpora “hay mucho machismo”, sino porque cuando militaba en el radicalismo, antes de la asunción de Néstor Kirchner, habría sido víctima de violencia de género.
Una amiga de ese entonces, que sigue en las primeras filas de la política, le cuenta a NOTICIAS que Mayra habría sufrido “abusos por parte de un concejal de Quilmes, que al parecer la manoseó en reiteradas oportunidades”. Y recuerda el extraño episodio, del año pasado, cuando un portal bonaerense subió fotos de ella en bikini, filtradas por una ex pareja. ¿Se va a caer?
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