Durante su último año de vida, cuando se quedaba solo, a Franco Macri le gustaba mirar los clásicos del western, el género que recrea las trifulcas de cowboys e indígenas en el Oeste norteamericano del siglo XIX. Desde que su salud comenzó a decaer, ese era uno de sus pocos divertimentos. Pero no el único. Por las mañanas solía recibir la visita de su hijo Mariano y todos los martes el presidente Mauricio Macri, alrededor de las 7 de la tarde, llegaba para jugar al bridge con el grupo de amigos que heredó de su padre. Antes, pasaba a saludarlo y se quedaba a su lado, en silencio, hasta comenzar la partida.
NOTICIAS siguió el día a día de la vida del patriarca del clan Macri. Y esta semana, a través de amigos, empleados, familiares y registros judiciales, esta revista pudo reconstruir cómo fueron los últimos meses de uno de los empresarios más relevantes y polémicos de la Argentina.
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El único informe oficial sobre su salud está guardado en un expediente judicial. Fue el que mandó a hacer el juez Claudio Bonadio en el marco de la causa de los cuadernos del chofer Centeno cuando pidió que una junta médica analice la salud de Franco Macri, quien estaba imputado junto a su hijo Gianfranco en uno de los desprendimientos que investiga las concesiones viales. El pasado 14 de diciembre se apersonaron los médicos enviados por el juez. En la casa de la calle Eduardo Costa, en Barrio Parque, los esperaba otro médico, pero era el que los abogados de Franco habían designado como perito de parte.
Macri estaba durmiendo y tuvieron que despertarlo. Tanto Luján Morales, la asistente personal de Franco, como el resto de los empleados sintieron que la situación fue un poco “violenta”. Los médicos lo analizaron en el aspecto físico y también le hicieron preguntas para analizar su aspecto psiquiátrico. Franco, para ese entonces, no tenía conciencia de lo que estaba sucediendo. En el reporte médico final se afirmó que el jefe del clan Macri tenía una notable “disminución de las capacidades cognitivas” y no podía trasladarse por sus propios medios. Estos informes debían ser trimestrales y estaba previsto que el próximo se hiciera durante este mes.
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Entierro. Franco no tuvo velorio. El último homenaje fue apenas un breve discurso de su hijo Mauricio, quien decidió, junto a sus hermanos, hacer una ceremonia íntima. “Se va una persona que predicó con el ejemplo del esfuerzo y del trabajo. Despedimos a alguien que fue muy generoso con sus amigos, y disfrutó de la vida hasta el último momento. Gracias, Franco”, fueron las palabras de su hijo mayor. En el Jardín de Paz de Pilar había solamente 50 personas que fueron quirúrgicamente elegidas por la familia para despedir al patriarca.
Entre los familiares habilitados se destacó la ausencia de Pía Calcaterra, quien decidió no asistir al entierro, pero sí dejar para la posteridad un aviso fúnebre en el diario La Nación: “Querido hermano Franco, recorrimos un largo camino juntos. Desde los bombardeos en Roma, hasta el interminable viaje en barco a la maravillosa Argentina. Nunca dejaré la muñeca que me compraste con tu último centavo en ese barco antes de llegar. La vida desde chicos nos separaba y nos volvía a unir, pero los tres hermanos siempre estuvimos juntos. Hoy el amor y el corazón nos unen. ¡Te admiro profundamente! Fuiste y serás un hombre humilde, generoso, valiente y apasionado, ¡un ser único! Que la paz nos encuentre a todos. Te quiero, hermano”. El emotivo mensaje fue firmado como “Piucha”, el apodo con el que Franco llamaba a su hermana menor a quien solía visitar una vez por semana o cada 15 días, cuando se juntaban a comer en la casa de ella. Desde que Franco se fracturó la cadera esos encuentros perdieron regularidad, aunque Pía lo visitó algunas pocas veces en la casa de Barrio Parque.
De los hijos del Presidente, según reconstruyeron testigos a NOTICIAS, la más afectada fue Agustina Macri, la nieta cineasta, que estrenó una película el año pasado. Era una de las nietas que más cariño demostraba por su abuelo. Tanto, que durante la internación del año pasado en el Hospital Italiano, se la vió salir llorando del sanatorio. Al entierro también llegaron Francisco “Caíco” Macri, el hijo menor del Presidente con su primera esposa Ivonne Bordeu. Al entrar se encontró con su tío Mariano Macri.
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Como “Caíco” con Mauricio, Mariano también fue durante muchos años el hijo más chico de Franco Macri, hasta que nació Florencia. Ambos se encontraron en el estacionamiento del cementerio y se fundieron en un cariñoso abrazo. La primera dama Juliana Awada también acompañó al Presidente y fue otra de las más afectadas, a la que se la vio llorar. Florencia, la niña mimada por su padre, estaba acompañada por su novio italiano, Salvatore Pica. Gianfranco, el hijo del medio y actual accionista mayoritario del Grupo Socma, estuvo junto a su esposa Eliane Badessich. Los sobrinos Angelo y Fabio Calcaterra (hijos de Pía) y Jorge Macri (hijo del fallecido Antonio) también asistieron.
La única hija de Franco que no asistió al entierro fue Alejandra. Se trata de una hija extramatrimonial que tuvo a mediados de la década del 60 y que en 2005 confirmó mediante una prueba de ADN la paternidad del creador del Grupo Socma. Ella no fue invitada.
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Entre los "amigos del bridge", estaban Lido González Noguera, Rafael Alazraqui, Ezequiel Viejobueno (cuñado de Angelo Calcaterra, casado con Emilia), Pierre Pejacsevich, Pedro Costoya (suegro del ministro del Interior, Rogelio Frigerio), Marco Bertagnoni y Horacio Uman.
De los amigos del Presidente se destacaron Nicolás Caputo, acompañado por su esposa Agustina Lhez; Carlos Colunga, el histórico gerente de MacAir, y el vicejefe de Gabinete, Andrés Ibarra. Este último fue visto con asombro entre los funcionarios. Muchos sabían de la cercanía de Ibarra al Presidente, pero comprobarlo es otra cosa.
Memoria. Un mes atrás, el presidente Macri cumplió 60 años y desde el Gobierno organizaron una entrevista con su asesor Alejandro Rozitchner. Allí contó que su padre estaba “atrapado en la vida” porque había perdido su “capacidad de hacer”. Sin embargo, la senilidad de Franco Macri fue algo que se fue dando de forma paulatina. Durante el primer semestre de 2018 todavía se podía mover. Caminaba, pero siempre ayudado por una de sus cuatro asistentes: Luján, Marta, Verónica y Carolina. “Se fue poniendo lento” a la hora de interactuar, afirman en su entorno. Se olvidaba de las cosas, se perdía y poco a poco dejó de reconocer a las personas. El cuadro se tornó más grave entre octubre y diciembre, cuentan los pocos que recibían noticias sobre su salud.
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El Presidente afirmó que en uno de los momentos de intermitente lucidez llegó a pedirle una pastilla que lo ayudara a terminar con su vida. Esta anécdota comenzó a repetirse entre otros visitantes de Franco. “A mí también me lo pidió”, repetían amigos.
Sus charlas cotidianas pasaban por diálogos con Luján, la empleada de confianza que entró a trabajar para él en 1999 y que en los últimos años se convirtió en su asistente principal. Cuando murió Franco, a los 88 años, Luján no estaba a su lado. Había viajado a Santa Fe a visitar familiares, la noticia no la sorprendió, pero sí la golpeó fuerte, a tal punto que no quiso ir al entierro. El presidente Macri la invitó, pero ella no aceptó. Eligió faltar. "Prefiero recordarlo sentado en su sillón y tomándome de la mano", le confesó a sus familiares.
En 2012 se sumó a ese círculo íntimo Gustavo Lombardo como administrador de la empresa Framac, la sociedad a través de la que se gestionaba la economía doméstica de don Franco. Cuando en 2018, desde Socma decidieron auditar los gastos de esta empresa. Franco Macri ya no tenía la misma actividad empresarial o social que años atrás y la empresa seguía gastando lo mismo. A Gianfranco Macri y Leonardo Maffioli, el CEO de Socma, algo les llamó la atención. Fue así como se decidió optimizar el gasto y comenzar con los recortes. Se desvinculó a diferentes empleados, entre ellos el chofer, ya que Franco casi no salía de su casa. Otro de los damnificados por los recortes fue el propio presidente Macri que disfrutaba cada martes de un menú a la carta mientras jugaba al bridge. Con el ajuste se cortó la vianda para los jugadores. A partir de ese momento, los participantes tuvieron que hacer una colecta y cada uno pagar lo que comía.
La explicación radica en la ausencia de Franco. Antes, el dueño de casa disfrutaba de agasajar a sus amigos; ahora, Franco ya no participaba de esos encuentros y a Gianfranco le parecía injusto seguir pagando la juntada de los amigos. El bridge tenía una presencia muy importante en la actividad social de Franco. Era una pasión. Junto a ese grupo de amigos recorrió el mundo y se pasó veranos enteros en su casa de Manantiales, en Punta del Este, jugando al compás del verano. En uno de sus momentos de lucidez del año pasado, para el Día del Amigo le envió un mensaje de voz de WhatsApp a algunos de sus compañeros de cartas: “Estoy recuperándome. Falta poco para que vuelva a pelearme con ustedes, para que me saquen toda la poca plata que tengo. Un gran abrazo. Los quiero mucho”, les dijo. Ese grupo de amigos ahora se quedó sin sede para jugar. Con Franco muerto, la casa de Barrio Parque dejó de ser la sede del bridge.
Este martes 5, se produjo el primer encuentro post morten de Franco, la sede fue la Quinta de Olivos. Algunos de ellos iban por primera vez. Otros ya la conocían. Fue casi un partido homenaje. Se recordaron anécdotas de Franco, sus hazañas como empresario, momentos graciosos, y hasta dedicaron un largo rato a los amores y pasiones que pasaron por su vida. La sede presidencial sería provisoria, por lo que están viendo si alguno de los otros jugadores se anima a poner su casa como sede. El debate radica en las complicaciones familiares. Franco podía poner la sede porque vivía solo y tenía asistentes las 24 horas. El resto de los jugadores no goza de esas comodidades. ¿Quién se animará a recibir al Presidente todas las semanas en su casa?
La caída. El registro periodístico ubica el declive en la vida de Franco a partir del accidente doméstico que le provocó una fractura de cadera. Pero quienes lo frecuentan sostienen que el verdadero punto de quiebre se dio dos años antes, cuando sufrió una hemorragia interna que casi lo mató. Fue antes de la elección general de 2015 en la que su hijo mayor competía por la Presidencia de la Nación. A partir de ahí comenzó a quedarse más tiempo en su casa. Salía poco, pero estaba lúcido. Incluso dio una entrevista televisiva en el programa Odisea Argentina de Carlos Pagni.
Durante los primeros años de la presidencia de su hijo se abocó a su blog y a su cuenta de Twitter, desde donde solía hacer publicaciones. La presidencia de su hijo lo terminó de sacar de juego. Si años antes la carrera política de Mauricio había complicado el devenir de sus negocios, la llegada a la Casa Rosada terminó de cerrar ese círculo. “Franco fue el primero en entender el conflicto de intereses. Sabía que cualquier negocio que hiciera y que implicara algún permiso del Estado, iba a estar cruzado por la contreoversia. Por eso decidió apartarse completamente de los negocios”, sostiene un histórico colaborador de Franco Macri.
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La última pelea que tuvieron Mauricio y su padre Franco se dio cuando se desató el escándalo de los Panamá Papers. El presidente argentino estaba entre los mandatarios del mundo que habían aparecido en la lista de los dueños de sociedades offshore radicadas en Panamá. Mauricio Macri decidió, más que nunca, que debía diferenciarse de su padre. Pero no sólo desde lo discursivo. En el fuero civil se inició una causa judicial caratulada como Macri vs. Macri. Fue una demanda que, por iniciativa de Fabián Rodríguez Simón, el principal asesor legal del Presidente, le hizo Mauricio a su padre para que se hiciera cargo de la creación y propiedad de aquellas sociedades offshore. Franco se lo tomó mal. No le gustó que su hijo lo dejara solo en semejante escándalo, sin saber hasta dónde podía escalar. Pero Mauricio estaba decidido a salvar su reputación. La sociedad había sido creada en la década de los 80, cuando el grupo Socma funcionaba sólo en base a los deseos de Franco Macri.
Si se mira la historia de Socma, pasó de ser uno de los grupos empresarios más importantes del país durante la década de los ‘90 a convertirse en una empresa para nada despreciable, pero mucho más pequeña en términos de volumen de negocios. El achicamiento de Socma está íntimamente relacionado con el ascenso político del hijo mayor. Este es uno de los reproches que suele recibir Mauricio de sus hermanos, en especial de Gianfranco.
En 2007 vendieron la constructora a su primo Angelo Calcaterra, quien, también argumentando la carrera política de Mauricio Macri, en marzo de 2017 se la vendió al empresario Marcelo Mindlin. Franco ya hacía algunos años había cedido el control de la empresa a sus hijos y sus nietos. El último movimiento accionario fue el año pasado, cuando los hijos de Mauricio –Agustina, Gimena y Francisco– le vendieron su parte al tío Gianfranco, quedando él y Mariano como dueños mayoritarios. En la familia Macri sostienen que Franco se fue con las cuentas ordenadas. Aunque la historia no está cerrada. Alejandra, la hija extramatrimonial, no participó de ningún reparto del imperio que construyó Franco. Esto también es parte de la herencia que dejó el creador del clan Macri.
por Rodis Recalt, Daniela Gian
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